Juguemos a odiar
23 febrero 2009
Imagine que sus hijos de siete y nueve años están jugando en su computadora un nuevo juego denominado “Viola a Ley”. Con los videojuegos los niños desarrollan habilidades mentales y motoras; afinan los sentidos, aumentan sus habilidades en tomar decisiones, pero para perseguir a una madre y sus dos hijas adolescentes. La meta es lograr una violación grupal de una niña en un vagón de un tren y deshacerse de la madre.
Estos videojuegos son parte de una serie para el mercado japonés que ya circula en el mundo. Los tres: Battle raper, Artificial girl y Rape Lay, son producidos por Illusion Studios Japón y maquilados en Estados Unidos.
Amazon.com, los tenía a la venta y gracias a las presiones de organizaciones de defensa de la infancia, los retiró del mercado diciendo que este producto está hecho para el mercado japonés y “se les colaron” algunos. La ley estadounidense, contrario a la japonesa, sí penaliza la pornografía infantil de dibujos animados llamada Hentai.
Si vive usted en Latinoamérica y cree que el Hentai no ha llagado a su hogar, mire otra vez. Internet tiene sitios en los que se debate y defiende el Hentai. Los adolescentes y sus productores aseguran que es “sólo un juego” en el que la pornografía infantil explícita no es mala, porque son cómics, como el Manga.
Los sicólogos especialistas en los efectos del juego, Douglas Gentile y Craig Anderson, aseguran que el impacto de los videojuegos en el incremento de la violencia perpetrada por niños y jóvenes es mayor incluso que el del cine o la televisión, porque tienen el componente de la interactividad, es decir, las cosas suceden en la medida en que el jugador participa y toma decisiones. Los niños pasan en promedio 13 horas por semana jugando videojuegos y las niñas cinco horas.
Son dañinos porque premian la violencia, se ganan puntos en la medida en que ejercitan su crueldad y hacen daño a los personajes. En el caso de Hentai, la violencia sexual contra niñas y mujeres es el tema central.
Contrario a lo que han dicho los padres que compran armas a sus hijos para jugar a la guerra, a los ladrones, o ahora de moda, a los narcos y secuestradores, los juegos violentos sí entrenan a los niños y niñas para alimentar sentimientos irracionales como el odio, la rabia y el rencor. Anderson asegura que en la medida en que niños y niñas están más expuestos a la violencia real y no saben cómo manejar esas emociones, vuelcan y nutren su capacidad de violencia en esos juegos; llevando luego a la realidad las actitudes de desprecio por la vida y las personas.
Mientras las y los expertos en sicopedagogía encuentran más vínculos entre los juguetes violentos y el ejercicio real de la violencia en edades más tempranas, el mercado de videojuego crece exponencialmente. El Hentai entra a casi todos los países del mundo gracias a internet, y millones de padres y madres responden “es sólo un juego”. Mientras tanto los creadores del Hentai han logrado darle la vuelta a la promoción de la pedofilia y de la violencia sexual contra mujeres, gracias a que las y los legisladores se niegan a revisar estos contenidos para establecer reglas jurídicas sobre su promoción y venta. Gentile y Anderson aseguran que en la medida en que discutamos estos temas con los hijos, y controlemos los juegos, les educaremos para ser más compasivos. Como está el mundo es imprescindible criar una nueva generación de niños más compasivos y amorosos. Estos videojuegos están planeados para educar, para fomentar sociedades violentas y sexistas y eso no es un juego, sino una tragedia.
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