Gabinete: ¿para reír o llorar?
Francisco Rodríguez
Francisco Rodríguez
Indice Político
Al amigo seguro se lo conoce en la ocasión insegura. Fedro
“Con estos bueyes hay que arar”, dijo el quasi profeta Lorenzo Servitje. Lo peor es que quien tiene que labrar cotidianamente con ellos, el señor Felipe Calderón, no parece percatarse de que, en escasos meses, la mayoría de sus secretarios ya no le sirven ni para arrastrar el yugo.
Su gabinete está en crisis. Prácticamente no hay secretario de Despacho -aquí no hay secretarios de Estado, pues nuestro régimen no es parlamentario sino presidencialista- cuyas declaraciones no provoquen estupor, a veces risa, otras lástima, pero invariablemente la desconfianza de los contribuyentes.
Hablo sólo de declaraciones, no de acciones, pues todo indica que se la pasan de viaje, en comidas y cenas, y en puro bla bla bla. De trabajar, de eso, ¡nada!
Y esa desconfianza es creciente, pues no hay quien escape de plantearse la pregunta ¿en manos de quiénes está el país? ¿Un grupo de cuates? ¿Quiénes llenan espacios que cubren cuotas? Parece que sí. Lo dijo no ha mucho el líder de la bancada priísta en el Senado, Manlio Fabio Beltrones: el de Calderón es un gobierno (sic) de cuates y de cuotas.
No tiene la culpa el indio, por supuesto. La responsabilidad recae directamente en quien más que compadres, los ha hecho responsables de carteras del Despacho Presidencial para los cuales evidentemente no están capacitados.
El tragicómico caso del muchachito Gerardo Ruiz Mateos, a quien el señor Calderón le encomendó la Secretaría de Economía ¡en plena crisis económica mundial!, es como para ponerse a llorar. Nadie lo respeta. Ni siquiera sus compañeros de gabinete.
Protagonista de “El Último Tango en París” -versión mojigata—, Ruiz Mateos ha provocado el cuarto escándalo de esta semana estelarizado por alguno de los colaboradores directos del señor Felipe Calderón: Primero, Luis Téllez en la telenovela -Carpinteyro dix it- que ya algunos bautizaron cual “Cuna de Ositos”.
Después la canciller Patricia Espinoza, a quien le estallan bazucazos y ¡¡¡le cierran puentes internacionales!!! en entidades de la República que no aparecen como violentos en su radar de primera generación. Tercero al bat, Rodolfo Elizondo estelarizando el clásico infantil “Que dijo mi mamá que siempre no”. Y, hasta este viernes, Ruiz Mateos metido a la futurología, el juego que todos jugamos, hablando ya del sucesor de su cuate Felipe Calderón: un narco-tapado.
¿Qué les pasa? ¿Qué beben que no invitan?
Ruiz Mateos se ha convertido en una especie de doloroso quiste en las partes blandas de la Administración calderonista.
Apenas hace tres días, la colega Marcela Gómez Zalce platicaba con ese especial y tan sabroso tono que le es característico, una de las más recientes aventuras etílico-cómico-musicales del secretario de Economía:
Resulta -escribía Gómez Zalce- “que el domingo de la fiesta brava en la Plaza de Toros México -la misma donde a Margarita la aclamaron, le brindaron el toro y le aplicaron el aplausómetro popular digno de una primera dama como Marta Sahagún- hubo una divertidísima cena organizada para el torero español Enrique Ponce, en conocido lugar donde se dieron cita poderosos apellidos (aunque hay niveles) como Slim, Azcárraga, Alemán, Espinoza Iglesias y Arango, entre otros, en un alegre convivio para festejar a quien cortó rabo en la Monumental esa animada tarde.
“Va de más decirle que los asistentes iban vestidos con cierto toque de formalidad y distinción, y todo transcurría en armonía hasta que... llegó Gerardo Ruiz Mateos... tarde, of course, y con ese toque de donaire en el vestir que caracteriza al Gymboree presidencial -incluido el vocero Cortázar- del look casual que raya en andar de guarros cual ridículos juniors.
“En fin que al buen Gerardo, a quien todos los asistentes saludaron con cortesía, como llegó comenzó a chupar, para después comenzar a perder las formas y a vociferar (sí, my friend, a gritar) no sólo la interminable letanía de sus 25 guaruras (who gives a fuck), haciendo gala de su estulticia mental, sino de que los empresarios ahí reunidos eran unos traidores (léase catastrofistas) a los que el (des)gobierno de su súper cuate, amigo y brother del alma... Felipe, ya andaba investigando, y aventó hasta la cocina el nombre de la Interpol para que... ¿aprendan a respetar?
“El etílico oso obligó a que a Gerardito le dieran dos veces el mismo consejo de que adiós, so long, next, te ves, yes?”
Cuatro en una semana. Pero hay más de “estos bueyes” con los que Calderón tiene que arar. Con esos amigos, para qué quiere enemigos el ocupante de Los Pinos, ¿no cree usted?
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