Plan B
Lydia Cacho
Lydia Cacho
México y Tailandia: impunidad o destino
16 febrero 2009
Mi viaje comenzó en Londres, donde un investigador sobre pornografía infantil declaró que, de las redes internacionales de pedófilos que su equipo descubrió, el único país que no quiso colaborar para investigar a los abusadores mexicanos, fue México. La impunidad de la PGR sigue sorprendiendo a los británicos.
Partí hacia Turquía, después a Kyrgyzstan, Asia Central. Este país perteneció a la Unión Soviética, ahora se ha convertido en el proveedor de niñas y mujeres para la explotación sexual comercial en Turquía, Rusia y los Emiratos Árabes. La pobreza y la impunidad son aliados de los tratantes de mujeres y niñas. Kyrgyzstan, atrapado en la ruta del trasiego de opio, es el gran fabricante de químicos para transformar el opio en heroína, además ya es consumidor. Le quitó el liderazgo a Afganistán. Un poco como México a Colombia.
He entrevistado a especialistas y altos mandos del Ejército encargados de Migración e Inteligencia Antinarcóticos. El coronel Turusbeckov, con el semblante sombrío asegura que mientras ellos detienen a los tratantes de mujeres, la policía del Estado los libera. La corrupción, dice, ¡no sabe lo tremenda que es! El coronel evidentemente no conoce México.
Mientras los tratantes de personas sean protegidos por el Estado, se nutre al crimen organizado, asegura la mayor Gulmira Borubaeva. Los funcionarios públicos se hacen cómplices; las rutas del narcotráfico son las mismas de los tratantes de mujeres y niñas. Si no estuvieran hablando en ruso, hubiera jurado que estábamos en Tijuana, o en Chiapas.
Justo el 14 de febrero amanecí en Bangkok, Tailandia. Este país, junto con Filipinas son los más conocidos por el turismo sexual infantil y juvenil. Aunque no son los únicos, con los años forjaron su fama.
La Red por los Derechos de la Infancia ECPAT, con sede en Bangkok, celebra que las autoridades hayan sentenciado a 14 años de prisión al británico Maurice John Praill, por haber violado a un niño de 8 años. ECPAT espera que en cuanto cumpla su sentencia, se le deporte a Inglaterra y allí sea monitoreado para que no viole más niños. El problema, asegura un policía, es que viajará a otro país para hacerlo, ellos viven de la impunidad. ¿A qué otro lugar, si queda vetado en Asia del Este y el Pacífico?, le pregunto. A México o Brasil, dice sin chistar, los depredadores sexuales conocen las rutas de la impunidad. Ellos van a donde saben que nadie les hará daño.
Regreso a mi hotel, a transcribir notas sobre las rutas internacionales de tratantes de mujeres, niñas y niños. Miro el reloj, estamos 12 horas delante de México. Abro EL UNIVERSAL on line, encuentro las grabaciones del secretario Téllez, quien amenaza a los medios que difundieron sus llamadas; Carmen Aristegui, una de las culpables. Recuerdo el 14 de febrero del 2006, Blanche Petrich en La Jornada y Aristegui en la radio, revelaron las llamadas entre Kamel Nacif y Marín “el precioso”. Ya es historia.
Hago otra entrevista que esclarece el vínculo entre maquiladoras, explotación laboral y sexual. Una especialista noruega asegura que las redes se tejen desde fuera hacia adentro. Afuera las autoridades más poderosas, en el centro los criminales. La cobardía y complicidad de las autoridades mexicanas nos podría convertir en la Tailandia de América. Afuera la Suprema Corte, adentro… haga usted la lista. Desde este lado del mundo, me queda claro que sólo una sociedad fuerte y una prensa libre pueden evitar el destino que nos auguran quienes conocen los mecanismos de la esclavitud del siglo XXI.
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