Objeciones de la Memoria
Martí Batres Guadarrama
20 de febrero de 2009
Dan pena ajena
No tiene la culpa el indio… Dos de las críticas más severas asestadas en contra de Felipe Calderón, de lo realizado por su partido y lo que ambos representan provinieron no de grupos de izquierda o ciudadanos molestos por lo que ocurre en el país y por la impotencia manifiesta de la supuesta autoridad. No, las hicieron un empresario apoyador y un “amigo” del señalado.
Primero fue Lorenzo Servitje, quien la semana pasada alentó a un grupo de empresarios católicos a votar por Acción Nacional, en julio próximo. Hasta ahí nada extraordinario. La demoledora sentencia la hizo cuando pidió a los presentes “ayudar al pobre presidente” porque en caso contrario, “esto va mal”.
La sugerencia del propietario del Grupo Bimbo dibujó así, de golpe, la total debilidad en la que ubica a quien dijo es necesario brindarle total respaldo.
De más está referirnos a la molestia que tales palabras generaron en Los Pinos. Casi tanto como aquellas descripciones que en su momento le hicieron destacados panistas como Manuel Espino y Carlos Abascal, respectivamente, cuando aludieron, el primero, a aquel “peloncito, chaparrito, de lentes”, o la del segundo que aseguró que Calderón era “el candidato idóneo, pero no el mejor” del PAN.
Apenas se reponían del golpe cuando el “amigo”, el mismísimo secretario de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, comentó en gira por Francia a un grupo de mexicanos que “el narcotráfico ya había hecho un Estado dentro del Estado. Hay varias ciudades en México y varios municipios donde cobran sus impuestos, imponen la ley, y donde imponen presidentes municipales”. Eso sí, no ubicó el problema en tres estados.
Siempre en tercera persona reveló que “también encontramos una policía federal desmantelada, un sistema de inteligencia totalmente desmantelado y había que entrarle”... “El problema es serio, tanto que le tuvimos que entrar. Lo más fácil era dejarlo en el estatus en el que estaba y sí te puedo asegurar que (de no hacerlo) el siguiente presidente de la República iba a ser un narcotraficante”. Para rematar su joya declarativa se refirió al Ejército mexicano, digamos, de manera poco diplomática: “Utilizamos lo único que teníamos a la mano, sacamos el Ejército y a la policía que estamos reconstruyendo”.
Los dichos de Ruiz Mateos omiten que el gobierno federal anterior lo presidió un panista y que todos los males que señala “encontraron”, tienen un responsable directo al que, probablemente, protegen.
El propio Calderón, repartiendo culpas, preguntaba, “cómo nos permitimos llegar a esta situación”. Él sabe perfectamente a quién investigar, a quién responsabilizar y a quién castigar por ello. El problema es que todo su empeño se limita a simples declaraciones.
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