viernes, 6 de diciembre de 2013

Urge una consulta Nacional sobre Pemex

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Por Esto!
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones

Condenados a un eterno subdesarrollo

Llegó la hora de la traición a la patria. Senadores del PRI y del PAN se aprestan a consumar el acto más vil de su vida, pues las consecuencias serán devastadoras para el país. Es absolutamente falso que la privatización total de Pemex vaya a traer algún beneficio a los mexicanos. Semejante patraña es sólo una “justificación” momentánea que muy pronto demostrará su cínico trasfondo. ¿Quién puede demostrar de manera clara que el desmantelamiento del Estado mexicano nos haya traído algún beneficio, luego de tres décadas de haberse iniciado?

La entrega de nuestra principal riqueza a las grandes trasnacionales petroleras no sólo será un despojo comparable a la pérdida de la mitad del país luego de la guerra de 1847 con Estados Unidos, sino la total entrega de nuestra soberanía a los despachos jurídicos de esas poderosas empresas. Será un retroceso de cien años que echará por la borda gran parte de nuestra historia. Es increíble la desfachatez de los senadores del PRI y del PAN al afirmar que se trata de una reforma que conviene a México, que requerimos los mexicanos para emprender el camino del crecimiento.

Lo dicen sin sonrojarse, cuando es un hecho incontrovertible que se frenó el crecimiento gracias a sus políticas privatizadoras y entreguistas, que en lo sucesivo, de consumarse la gran traición, profundizarán aún más el estancamiento y la pobreza. Así actúan por el desprecio inocultable que le tienen al pueblo, y todavía dicen que actúan en su nombre. ¿Cuándo hubo un plebiscito para consultar a la ciudadanía en torno a un asunto de enorme trascendencia? De ahí que sólo en un búnker y bajo la vigilancia de miles de uniformados puedan disponerse a consumar su vileza. Si contaran con el aval de la gente no tendrían necesidad de sesionar literalmente a escondidas.

De consumarse la gran traición a la patria, seremos condenados a un subdesarrollo imposible de superar sin una gran revolución social, cuyos costos serían impagables por sus consecuencias. No hay explicación lógica al interés de los círculos de poder de Washington en querer tener al Sur de su frontera a una nación africanizada, es decir tercermundista por los cuatro costados, perennemente expulsora de mano de obra y de problemas derivados del hambre crónica. No se entiende, porque lo razonable sería lo contrario, sobre todo si la Casa Blanca tiene un genuino interés en estar a salvo de supuestas amenazas “terroristas”.

La mejor salvaguarda contra amenazas externas está en contar con vecinos sin problemas graves. Canadá es un claro ejemplo de ello, que permite a Estados Unidos tener relaciones confiables con su vecino del Norte. En cambio, con México se empeña en todo lo contrario, como si ese fuera su verdadero interés. Quizás lo sea, con una finalidad geopolítica largamente soñada que ahora considera llegó el momento de hacer realidad. Lo es, porque el neoliberalismo no tiene futuro y lo que no se haga hoy no se podrá hacer mañana.

Despojar a México de su principal riqueza es el medio idóneo para debilitarnos sin necesidad de invertir en una costosa invasión. Eso es muy evidente desde cualquier punto de vista. Así quedará registrado en las páginas de la Historia, y los senadores que tienen la indigna encomienda de facilitar la entrega, quedarán equiparados a un Antonio López de Santa Anna, junto al equipo encabezado por Carlos Salinas de Gortari, en el que ahora es cabeza visible Enrique Peña Nieto.

Son insostenibles los argumentos manejados por los senadores y los políticos más visibles de la gran traición, principalmente Emilio Gamboa y David Penchyna. Ni Pemex está en quiebra ni tampoco habría una incontenible fuga de divisas si no se consuma la privatización. Esta de hecho se ha venido dando de manera constante, porque los oligarcas “mexicanos” tienen excedentes de sobra que no se arriesgan a reinvertir aquí, por eso la suma que tienen guardada en bancos extranjeros es casi equivalente a la de la deuda externa de México.

Lo asombroso es que actúen con tanto desparpajo, a sabiendas de que no engañan a nadie ya con sus cantaletas inútiles. Aunque, en honor a la verdad, lo consiguen a medias, no porque el pueblo se lo crea: conoce a los políticos demasiado bien; sino por un conformismo fatalista encauzado por los medios electrónicos. ¿Hasta cuándo?

(guillermo.favela@hotmail.com)

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