jueves, 5 de diciembre de 2013

Reforma política?..¡puro atole con el dedo!

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Reforma política engañosa
Ricardo Monreal Avila

Se acaba de aprobar la enésima reforma político electoral. Sus principales acciones: transforma el IFE en Instituto Nacional de Elecciones (INE); se aprueba la reelección de presidentes municipales, diputados locales, diputados federales y senadores; se establece como causa de nulidad el rebase de topes de campaña, la utilización de recursos públicos de procedencia ilícita, así como el pago de publicidad encubierta en medios de comunicación (televisión y radio); se prevé la opción de gobierno de coalición a juicio del presidente electo; se acorta el período de toma de posesión de un presidente a otro; la PGR se convierte en Fiscalía General de la Nación, siendo su nombramiento facultad del Senado; entre los principales cambios.

Es una reforma diseñada para el beneficio y usufructo de la clase política, no para abrir más cauces de participación a la ciudadanía.

Se autoriza la reelección como supuesto mecanismo de rendición de cuentas de los legisladores y las autoridades municipales, pero no se concede a la ciudadanía ninguno de los instrumentos de la democracia participativa directa como son la revocación de mandato, la iniciativa ciudadana, la consulta popular, el plebiscito, el referéndum o la urna electrónica.

Si esta reforma se hubiese hecho con la opinión de los ciudadanos, la reelección simplemente no se hubiese aprobado, ya que un porcentaje mayoritario de la población mexicana (no menor a 60%) la rechaza. Existe en los hechos una reelección a nivel de legisladores federales, mediante la cual algunos hemos tenido la oportunidad de transitar de una cámara a otra de manera alternada. Algunos estudios han ubicado en un umbral del 15% el número de legisladores que tenemos estos antecedentes. Con esta autorización constitucional, lo que se va a presentar es que la representación legislativa se hará más elitista, más oligárquica y más cerrada hacia la sociedad.

Se dice que la ciudadanía tendrá en todo momento la decisión final en las urnas, para premiar o castigar a un legislador o a un presidente municipal que cumpla o incumpla. Eso sería cierto si las elecciones en México fueran limpias, equitativas y dignas de la confianza ciudadana. Pero sabemos que no es así, que en nuestra democracia sabremos contar los votos, pero no crear ni respetar condiciones de juego parejo. La interferencia sistemática, permanente y continua de factores extraelectorales, como el dinero ilícito, la operación de programas sociales gubernamentales, la compra del voto o el condicionamiento del mismo, son elementos que impiden hablar de una democracia de calidad. En estas condiciones, la reelección lejos de democratizar y dinamizar la vida pública, la hará más oligárquica y esclerotizada.

El rebase de los topes de campaña como causal de nulidad de una elección es una vacilada. Se establece que el 5% de rebase en los gastos podrá generar nulidad, siempre y cuando exista la “determinancia”, es decir, que la diferencia entre el primero y el segundo lugar sea de tal manera tan estrecha, que sólo así el dinero se convertiría en factor de decisión.

Esta postura ignora que el gran actor en las elecciones en el país, desde que hay competencia política, es el dinero ilícito en todas sus modalidades: desde las aportaciones en efectivo, hasta las contribuciones en especie o la contratación de propaganda al margen de contratos y declaraciones fiscales o el pago simulado por noticias informativas (los famosos infomerciales). Este dinero ilegal e ilícito es el principal factor de inequidad en nuestras elecciones y esta reforma política está lejos de haberlo controlado, sometido o doblegado.

Se abre la posibilidad de crear gobiernos de coalición, siempre y cuando el Presidente en turno así lo estime conveniente. Planteado de esta forma, como una facultad discrecional del Ejecutivo, el gobierno de gabinete se convierte en una decisión voluntariosa, personalísima y unilateral. Se pierde el carácter estatal, obligatorio y fundacional de un auténtico gobierno de coalición como forma de gobierno parlamentaria.

El Instituto Nacional de Elecciones (INE) es una obra maestra de la partidocracia, no de la democracia participativa. Se plantea quitar a los gobernadores el control sobre los institutos electorales locales, sólo para transferirlo a los partidos políticos nacionales que dominan el Congreso de la Unión. No hay ni atisbos de ciudadanización del INE ni de los institutos electorales locales que habrán de reestructurarse. Simplemente se transfiere el poder del federalismo de los virreyes al centralismo de una oligarquía partidista. Con el agravante de que las prisas y premuras por cambiar al IFE ponen en riesgo la realización de las elecciones locales del próximo año y las federales del 2015. ¿Esto representa un avance democrático?

Por último, la transformación de la PGR en Fiscalía General de la Nación. Se habla de sacarla de la esfera de influencia del Ejecutivo Federal, para darle autonomía, independencia y libertad de gestión. Que se convierta en una instancia imparcial de procuración de justicia y no en una instancia de venganzas políticas del mandatario en turno. Sin embargo, se incurre en la misma desviación de diseño institucional que acontece con el INE. Si el futuro fiscal fuese designado en una primera instancia por un órgano colegiado no partidista, de prestigio académico, gremial y de investigación judicial, y que ellos propusieran en una segunda instancia una terna de aspirantes al Congreso de la Unión (al Senado, por ejemplo), entonces se podría pensar en una fiscalía autónoma, imparcial y profesional.

Pero no será así. La partidocracia designará al nuevo fiscal y el Presidente en turno tendrá la facultad de removerlo cuando así lo juzgue conveniente. Con este diseño bipolar, un poder designará al fiscal y otro lo podrá destituir. Habrá juego de pelota entre poderes, un pin-pon político, pero no mejoramiento de la justicia.

Esta reforma política está diseñada para repartir el poder entre la clase política, no para distribuirlo democráticamente entre la ciudadanía. Por eso es una reforma política engañosa.

ricardomonreala@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala 

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