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Dos de noviembre, Día de Muertos
Joaquín Ortega Arenas
Desde
tiempo inmemorial Mesoamérica y las etnias mesoamericanas tienen
destinado este día para la veneración y recuerdo de “los fieles
difuntos”, todos aquellos que nos han antecedido en el viaje final de
nuestras vidas. En formas diferentes, pero a la vez semejantes, desde el
día primero del mes se va preparando la ceremonia en todo el país. En
Janitzio, la isla del Lago de Pátzcuaro, por ejemplo, Los pescadores
salen con sus redes en forma de mariposa a pescar, a preparar la ofrenda
gastronómica que consuman al día siguiente en una gran ceremonia en la
que todos participan, rezando por los que se han ido, rodeados de velas
encendidas.
Sin embargo la ceremonia ha sido modificada para adaptarla a la religión
católica, en la que el alma del “difunto” sale del cuerpo para ir,
según haya sido su comportamiento en la tierra, al “cielo, los buenos” y
al “infierno los malos”, con una escala de purificación por medio del
fuego en el “purgatorio”.
La “religión mesoamericana”, definida entre las que señala el
Diccionario de la Lengua Española como “f. La descubierta por la sola
razón y que funda las relaciones del hombre con la divinidad en la misma
naturaleza de las cosas.~”, considera que el hombre no concluye su vida
con la muerte”, sino que se prolonga en el espacio y en el tiempo.
Las etnias Totonaca y Papanteca, en el Estado de Veracruz hoy, veneraban
hasta principios del siglo pasado, al “Sembrador de Remojadas” al que
representaban como una figura humana, regiamente tocada, que tomaba
entre sus manos una “coa” (larga lanza de madera con la que iban
perforando el suelo para depositar las semillas que son la prolongación
de la vida eterna), cuerpo negro, por el frente porque señalaban “iba
abriendo la obscuridad y las tinieblas con su cuerpo, para dar paso a la
vida eterna, que iba dejando la espalda sin color alguno”.
La nueva religión que se les impuso “a sangre y fuego”, determinó la
variación de la ceremonia, ya que en ésta existe un “Dios” creador del
Cielo y de la Tierra que señala que no es la naturaleza la responsable
directa de la vida, sino el “verbo”, la palabra de Dios.
Empero, el sincretismo de ha apoderado de los antiguos mesoamericanos.
En las mencionadas etnias Totonaca y Papanteca, continúa hasta hoy, la veneración por el “Sembrador de Remojadas”.
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