¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Los zombis que dirigen la oposición
Alejandro Páez Varela
La
operación contra Marcelo Ebrard, se dice en círculos periodísticos,
viene desde Los Pinos. En las últimas dos o tres semanas, una voz
influyente, que se ha reunido incluso con miembros importantes del
equipo compacto de Miguel Ángel Mancera, ha llamado o se ha reunido con
periodistas para golpear al ex Jefe de Gobierno del Distrito Federal.
¿Por qué este ataque, por qué en estas últimas semanas? Porque Ebrard es
un claro opositor al Pacto por México; no es el único, pero es el que
representa mayor peligro: aspira a dirigir el Partido de la Revolución
Democrática (PRD). Por eso, cuentan, desde Los Pinos se le golpea con
todo, vía medios de comunicación.
Nada que extrañe, en realidad. El gobierno federal está empeñado, con
todo, a que su Pacto se mantenga y le permita, por lo menos, sacar dos o
tres reformas; obvio no le interesa la Política: está empeñado en que
salgan la Fiscal y la Energética. Hay muchos compromisos hechos por el
Presidente Enrique Peña Nieto como para que se detengan. Así que a unos
les dora la píldora y a otros los presiona para que no se venga abajo
este acuerdo. Le dora la píldora a Gustavo Madero, zombi (o muerto
viviente) al frente del PAN, y a Jesús Zambrano, también bastante
maltrecho por los pésimos resultados de sus últimos meses en el PRD.
El gobierno federal, sin embargo, equivoca el juego. Golpea a Ebrard,
quien tiene cierta posibilidad de llegar a la dirigencia nacional y se
agarra de Zambrano, quien está de salida. Se está comprando un pleito de
largo plazo si el ex Alcalde del DF llegara al PRD, aunque deba apostar
a una dirigencia agotada, cansada, vencida.
Zambrano se ha quedado sin el apoyo de perredistas con peso moral, como
Alejandro Encinas, para quien el acercamiento del PRD a Los Pinos
significa, simplemente, una abominación, un contrasentido, una falta de
cálculo elemental. Se ha quedado sin Manuel Camacho Solís;
independientemente de quién es y a quiénes representa, este personaje ha
servido en momentos clave como bisagra entre las distintas fracciones
de la izquierda mexicana: es un articulador que sabe que su rol es
empujar, promover, reunir, cohesionar.
Zambrano nunca lo tuvo, pero ahora menos que nunca tiene el apoyo de
René Bejarano; aquí sólo revisamos las sumas y las restas: sea quien
sea, con una imagen bien ganada de corrupto, Bejarano tiene peso
específico y es clave, por ejemplo, en la operación política del
Distrito Federal. Se ha quedado sin Dolores Padierna –consecuencia de lo
anterior– y hasta sin su secretario general, Alejandro Sánchez Camacho y
sin dirigentes con peso local y nacional como Hortensia Aragón
Castillo.
La presidencia de Zambrano es rechazada por infinidad de políticos con
peso en los estados; apenas unos cuantos de los que jugaron en las
elecciones en 14 entidades ven con simpatía su liderazgo mientras
muchísimos –desde el norte hasta el sur– le atribuyen la apabullante
derrota del pasado proceso.
Zambrano se ha quedado sin Marcelo Ebrard, a quien alabó y le lavó los
pies cuando era Jefe de Gobierno del Distrito Federal, y a quien escupió
el día siguiente en que dejó el cargo. Y Cuauhtémoc Cárdenas, líder
moral del perredismo, no es de su agrado; ni lo invitan ni se invitan a
jugar juntos; simplemente van cada quien por su lado y ya.
Zambrano cree que con Jesús Ortega –la dupla que los bautiza como “Los
Chuchos”– le es suficiente porque ha puesto sus cartas en un nuevo
personaje que, piensa, le compensará todos los anteriores: Miguel Ángel
Mancera. Pero el nuevo Jefe de Gobierno todavía no termina de armar su
propio equipo político; todavía no termina de salir del caparazón;
todavía ni siquiera se asume como perredista y todavía no deja ver sus
filias, aunque ya descubrió varias de sus fobias. Y en sus filias están
las fobias de Zambrano: Andrés Manuel López Obrador.
Zambrano, entonces, se ha quedado solo. Perdió una elección clave –la de
este verano–, cuando debía mostrar músculo porque iba solo o con sus
nuevos aliados del Partido Acción Nacional (PAN). Apenas ganó Baja
California aunque, en realidad, Francisco “Kiko” Vega es del PAN y al
PAN le dará su fidelidad. Solo es solo.
En términos de resultados, Zambrano arrastra derrota tras derrota. Dos
veces quiso ser Gobernador de Sonora y dos veces quedó en tercer lugar.
Una vez quiso ser presidente del PRD en el Distrito Federal y fue
derrotado por una prácticamente –entonces– novata: Alejandra Barrales.
Lo mismo su mancuerna, Jesús Ortega: tres veces compitió por la
presidencia nacional y las tres las perdió, con Andrés Manuel López
Obrador, Amalia García y Rosario Robles; en la cuarta le ganó Alejandro
Encinas y denunció fraude y un tribunal le dio la presidencia. Fue
precandidato a Jefe de Gobierno y la perdió con Ebrard.
¿Qué le queda a un político que las pierde todas en las urnas? Negociar. Así han avanzado Ortega y Zambrano: negociando.
Se entiende, entonces, por qué están en el Pacto por México: porque son
básicamente buenos negociando y malos ganando a mano pelona.
Hay que recordar su cercanía con Rafael Aguilar Talamantes. Por lo menos
Jesús Ortega lo tuvo como mentor. Talamantes vivió negociando con el
Estado y con el PRI (en episodios vergonzosos, los más notorios con
Carlos Salinas de Gortari) hasta que exprimió los partidos que fue
dirigiendo y se quedó en la calle.
Si Zambrano se mantiene en el PRD, lo saben muchos y otros lo están
viviendo, el partido se irá exprimiendo, agotando, desmoralizando y
desmembrando. Pero él, Zambrano, y Ortega, su pareja de fórmula,
aparecerán en todas las fotos, sentados en los banquetes, con la mesa
puesta y los trajes planchados por las caricias del poder. Eso lo saben
hacer muy bien. Está en sus biografías.
A Peña Nieto le conviene, entonces, que le aguante Zambrano un rato más;
mata dos pájaros de un tiro: debilita al PRD y logra sus reformas. Y
eso pasa por golpear a Ebrard. Por eso lo están haciendo.
Lo que menos le conviene a México es una izquierda débil y entreguista,
como la que representan “Los Chuchos”. O una débil y entreguista, como
la de Madero. Le conviene una oposición firme, que se plante y diga no
al PRI, con todas sus letras.
La presidencia del PRD agoniza; la pregunta es: ¿quién levantará el muerto?
(SIN EMBARGO.MX)
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