¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Viajero frecuente
Jorge Lara Rivera
Es común que la clase media tienda, histérica, por paramnesia sugerida
mediáticamente a criminalizar en bloque las manifestaciones del
descontento popular. Con ella coincide la llamada gente “de orden”
(abogados, ingenieros, médicos, arquitectos, etc.) que requieren
condiciones de seguridad pública para ejercer sus profesiones liberales,
y asimismo clérigos y militares aunque por diversas causas. Pero una
cosa es asustarse y otra ser ciego a la miseria del entorno y sordo al
clamor social urgiendo a sus líderes a atenuar la inequidad alevosa.
Es
innegable que en el actual predicamento de desafío a la Carta (Magna)
se requiere mucho más complemento de inversión y desarrollo social en
lugar del simple rebasamiento de la proporción entre el número de
personal de corporaciones de seguridad pública por cada 100 mil
habitantes.
Pensar que hay quienes quieren acabar con el gasto social descalificando
por “asistenciales” programas de desarrollo social pues apenas abatir
la pobreza, aunque omiten la enorme disminución de recursos invertidos
en ese rubro durante los últimos 12 años.
En México hay 70 mil elementos policiacos más que la cifra recomendada
por la ONU a partir de experiencias de países integrantes con mayor
desarrollo, o la continuación del fallido enfoque represor del fascista
régimen anterior, cuyo saldo sangriento remonta las 103 mil muertes
violentas, 25 mil (que tristemente podrían estarlo) ‘ausencias
involuntarias’ o ‘desapariciones forzadas’, 60 mil exiliados, 250 mil
desplazados, 40 mil huérfanos. Aparte los 72 mil centroamericanos
indocumentados que, según denuncian sus madres, han desaparecido
mientras atravesaban México en ruta a Estados Unidos. Y el triste récord
mundial de peligrosidad para el oficio que nuestro país ostenta: 100
periodistas ejecutados y otros 16 comunicadores “desaparecidos”.
Respecto a la paridad entre aumento del número de policías por cada 100
mil habitantes y disminución de índices delictivos hay desacuerdo con
investigaciones independientes que denuncian que el dato no ofrece
certeza; en cualquier caso, existe un límite a partir del cual el
incremento de aquéllos no influye ya en el abatimiento de los delitos.
Pero es que, además, la rebelión contra la injusticia y la tiranía es
derecho natural, humano, inalienable, de los pueblos aunque,
pretensiosos, algunos órdenes jurídicos la declaren ilícita.
Llegar a ella requiere un asaz hartazgo social por el cual, no teniendo
más que perder que sus cadenas y el hambre de sus hijos, empieza a
despreciar la propia vida al punto de arriesgarla para cambiar el
calamitoso estado de cosas.
Orillar a desesperación a los pueblos y provocar imprudentes la ira
popular y reprimir en sangre sus válvulas de escape, por lo común generó
revoluciones y cambios radicales a costos muy altos a través de la
historia. La política de tierra arrasada es un lujo que sólo pueden
arrogarse hasta cierto punto los muy ricos que ven arruinarse sus
dominios y muchas veces han desembocado en tiempos violentos peores a
los previos, tierra sin ley y hambrunas con muertes ingentes. Ni los
índices de desempleo, informalidad económica, analfabetismo,
desnutrición y violencia, herencia maldita de la administración genocida
de Felipe Calderón Hinojosa, “como nunca antes” legada por algún
gobierno de la posrevolución, debieran disuadir de alentar atizar el
fuego.
Así, resulta inadmisible que beneficiaros, cómplices cuando no culpables
directos de estas catastróficas condiciones, se las den de ofendidos
ante ellas o se erijan en pretendidos salvadores de la situación, como
en el caso del Michoacán azolado por el narco cuyos tentáculos crecieron
exponencialmente en el sexenio anterior y donde la impunidad tolerada a
lo largo de sucesivos gobiernos perredistas eclosionó.
Especialmente repudiables resultan los pronunciamientos del mezquino
Gustavo Madero Muñoz y la infame estulticia de Luisa María “Cocoaína”
Calderón Hinojosa, usufructuaria de esas lacras.
El flagelo de la violencia aún se circunscribe a no pocas zonas del
país, mas identificables, pero no debe esperarse a que se generalice. Ha
sido fuente de propaganda perjudicial a México en el extranjero; no
obstante, la cautivadora calidez de nuestra gente y la deslumbrante
belleza y variedad de los atractivos naturales y culturales el país
sigue imantando al público desde las cuatro esquinas del mundo.
Mal que le pese a panistas emboscados en medios públicos por 147 mil
pesos al mes (según el portal de Transparencia), Claudia Ruíz Massieu
Salinas ha puesto en claro que pese a las “alertas” y prevenciones
estadounidenses generales con respecto a nuestro país (las cuales
solicita sean específicas evitando la distorsión de la imagen de
México), sin derroches absurdos e ineptos del calderonismo en
futilidades como los despilfarros en “lobbies” y campañas publicitarias
superfluas perpetrados por la voraz Gloria Guevara Manzo y su inútil
predecesor Rafael Elizondo Torres, el turismo ha registrado este
semestre un modesto crecimiento con respecto a 2012 en el flujo de
visitantes de ese país hacia destinos tradicionales del nuestro,
incluido Acapulco y Vallarta. Eso a pesar de la lastimosa condición en
que el sexenio genocida dejó al sector. Y es que no obstante la
persistencia de la entonces excusa esgrimida de la situación de la
economía estadounidense, el pretexto de la inseguridad de la frontera
mexicana, lo equivocado cuando no ausencia descarada del trabajo de
promoción del país que dejó de hacerse durante tantos años, y el hecho
real de que en este campo el esfuerzo tiene que seguir año tras año
aunque los beneficios sólo se ven a largo plazo, pues las cosas no
cambian súbitamente de uno a otro, hay un “repunte” alentador en los
principales indicadores de la industria turística de México con respecto
al mes de junio, pese a no estar en lo que los expertos del ramo
“turistero” llaman “temporada alta” que se constata en el incremento del
7.7% (según el Banco de México) en la derrama de divisas por visitantes
internacionales.
Incluso en la dinámica del turismo nacional hay signos positivos, pues
en las primeras 15 semanas del año la ocupación hotelera en los 70
principales destinos turísticos de la República registró crecimiento de
6.8% en comparación con igual período del año pasado. Y es que la
llamada “industria sin chimeneas”, una actividad primordial, representa
el 9% del PIB y da empleo directo a 2.5 millones de mexicanos, además de
ser la 3ª fuente de divisas internacionales para el país.
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