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Proceso
Los Caballeros Templarios, una pesadilla para Peña Nieto
MÉXICO, D.F. (apro).- Los Caballeros Templarios pusieron en
entredicho la estrategia de “tecnología e inteligencia” que presumió el
gobierno de Enrique Peña Nieto en la hollywoodense captura de Miguel
Ángel Treviño Morales, El Z-40.
Apenas unos días le duró el éxito a Peña Nieto. La misma semana que
detuvo en Tamaulipas al temporal jefe máximo de los Zetas, comenzaron en
Michoacán los ataques de los Caballeros Templarios a la Policía Federal
(PF) y luego a la población civil, con alrededor de media centena de
muertos y heridos, entre policías, civiles y delincuentes en las
regiones de la costa, tierra caliente y en la propia Morelia, la capital
del estado.
Si en verdad la inteligencia y la tecnología estuvieran guiando al
gobierno federal en el combate a la delincuencia organizada, no habría
caído en la trampa que le puso la organización encabezada por Servando
Gómez Martínez, La Tuta, y Enrique Plancarte, El Tío.
Al menos, así fueron identificados ambos por la Policía Federal en
tiempos de Genaro García Luna, aunque persiste la duda sobre la
desaparición de Nazario Moreno González, El Chayo, oficialmente
declarado muerto en un enfrentamiento con la PF en diciembre de 2010.
Peña Nieto y su gabinete de seguridad cayeron en la trampa de los
Caballeros Templarios y en su primera incursión en el estado repitieron
el error de Felipe Calderón y su “guerra a las drogas”.
La consecuencia es que Michoacán se confirma hasta ahora como la
tumba de decenas de policías federales. Pero en un escenario mucho más
complicado que aquel con el que no pudo Calderón. Lo que pasa en el
estado es ahora un peligroso coctel, quizás único en el país. Eso es lo
peculiar de Michoacán, aunque la violencia también tiene sometidas otras
zonas del país.
Con el predominio de los Templarios, el estado es escenario de
numerosas guardias comunitarias y de un indeterminado, pero extendido
número de grupos de autodefensa, con el acecho de otras organizaciones
delictivas, en especial del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
En semana y media, la PF ha sufrido alrededor de una decena de bajas.
Son muchas para una corporación armada en un solo lugar en tan poco
tiempo. La moral de los federales está afectada. Se saben que han sido
presa fácil de los ataques. Prácticamente, han sido cazados.
En su mayoría, los policías federales no han muerto en
enfrentamientos, sino en emboscadas. Han sido atacados de forma
sorpresiva desde cerros y laderas donde se han apostado francotiradores.
Como Calderón, Peña Nieto desplegó a las fuerzas federales sin más
objetivo que la presencia, cuando ya está demostrado en muchas partes
que los uniformados ya no son en sí mismo factor de disuasión.
En mayo pasado, Peña Nieto hizo lo mismo que Calderón y que al inicio
de su gobierno dijo que no iba a repetir: en mayo pasado montó un
despliegue propagandístico para anunciar el envío de cinco mil efectivos
del Ejército y de la PF.
Fue la respuesta a la expansión de las fuerzas irregulares, grupos
propiamente paramilitares. Pero lo que hicieron fue desarmar a las
guardias comunitarias, sin actuar a fondo contra la delincuencia
organizada. Como Calderón, sólo reaccionó.
La iniciativa la tomaron Los Caballeros Templarios, que arremetieron
contra la Policía Federal una vez que la tenían en su terreno. Según la
secretaría de Gobernación es al revés: una respuesta de la delincuencia
organizada a la acción gubernamental.
Si es así, que explique qué acciones son esas. Sólo algo importante
pudo haber motivado no sólo a la cacería de federales, sino a imponer de
nueva cuenta el terror en Morelia con el ataque de la noche del
miércoles a un casino en un centro comercial con bombas molotov.
Si los Caballeros Templarios son en verdad los autores de esta doble
ofensiva, Peña Nieto tendrá que ir más allá de la reacción si no quiere
que Michoacán sea la pesadilla y frustración de su gobierno, como lo fue
para Calderón.
jcarrasco@proceso.com.mx
@jorgecarrascoa
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