martes, 19 de marzo de 2013

Totalmente el gran camaleón elegido Papa

¡¡Exijamos lo Imposible!!  
Sinembargo 
Las manchas de Bergoglio  
Por: Sanjuana Martínez

Dos nombres retumban en el pasado oscuro del Papa Jorge Mario Bergoglio, Francisco I: Orlando Yorio y Francisco Jalics, los dos jesuitas secuestrados durante cinco meses por la dictadura militar argentina. Ambos fueron detenidos con el consentimiento del nuevo Papa en mayo de 1976.  

El Vaticano intenta “limpiar” la imagen de Bergoglio, pero su pasado lo condena. No hay en las hemerotecas ninguna declaración suya de condena a los años de terror de la dictadura argentina (1973-1986).  

Tampoco una declaración en defensa de esos dos jesuitas secuestrados cuando él era provincial de la Compañía de Jesús en Argentina. Ni mucho menos de los cuatro catequistas y dos de sus esposos secuestrados dentro del mismo operativo que jamás aparecieron, entre los que estaban Mónica Candelaria Mignone, hija del fundador del CELS, y María Marta Vázquez Ocampo.  

La página más negra en la vida del nuevo Papa se escribió durante los años de la dictadura responsable de la desaparición de más de 30 mil personas y el robo de bebes nacidos en cautiverio.  

Y es que Bergoglio colaboró con los militares golpistas con su silencio ominoso y cómplice, en la operación de exterminio de una parte de la sociedad argentina. Obviamente no colaboró como ejecutor del siniestro plan de exterminio, sino con su pacífica convivencia con los verdugos.  

Orlando Yorio, el jesuita liberado después de cinco meses de tortura no tuvo dudas sobre el proceder del nuevo Papa: No tengo ningún motivo para pensar que hizo algo por nuestra libertad, sino todo lo contrario”, dijo al acusarlo ante los tribunales de justicia.  

El nuevo Papa fue también citado en mayo del 2011 por la justicia argentina para responder ante la investigación sobre el plan sistemático durante la dictadura de apropiación y secuestro de menores hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio. En esos años nacieron más de 500 bebés, según han denunciado las Abuelas de Plaza de Mayo quienes reponsabilizan a Bergoglio de haber colaborado en la apropiación indebida de los recién nacidos para ser entregados particularmente a los colaboradores de la dictadura.  

Las abuelas llevan luchando más de 30 años por la recuperación de esos bebés. Han logrado devolver su verdadera identidad a 107 y desde luego no se equivocan cuando dicen que el ahora Francisco I, nunca se acercó a ellas para ayudarlas, más bien, permaneció en silencio ante los hechos ominosos en torno a los bebés.  

“Se trata de una historia muy triste que entinta a toda la jerarquía de la Iglesia católica argentina, que no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia. Bergoglio representa a esa Iglesia que oscureció al país con su silencio, a diferencia de lo que hicieron otros jerarcas católicos en países como Chile y Brasil. Todas las opiniones se conjugan haciendo memoria (acerca de) qué rol tuvo la Iglesia. Uno condena a la jerarquía eclesiástica porque fueron partícipes, cómplices, ocultadores, directa o indirectamente”, dijo Estela de Carlotto al enterarse del nombramiento del nuevo Papa.  

Peor aún, en la página más polémica del nuevo Papa también está incluido un hecho concreto: el nieto de Licha de la Cuadra, primera presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, quien buscó al bebé frente a todos los obstáculos y cuando se acercó a Bergoglio para solicitar su ayuda, este le dijo a través de un intermediario algo que la dejó helada: “A la criatura la tiene una familia bien y no hay vuelta atrás”.  

Hay otra fecha que el Vaticano tampoco puede borrar en la vida del nuevo Papa. Se trata del 25 de noviembre de 1977 cuando pertenecía a la Universidad de El Salvador y le fue otorgado al dictador almirante Emilio Eduardo Massera el título de “Doctor Honoris Causa” en una ceremonia pública. Sus nexos con entornos fascistas eran públicamente conocidos, como su militancia en la organización peronista paramilitar Guardia de Hierro desde 1972, la misma organización que después se apropió de los bienes de los 30 mil desaparecidos por la dictadura militar argentina.  

El periodista Horacio Verbitsky, autor del libro El silencio es especialista en la vida y obra del nuevo Papa. Gracias a sus investigaciones podemos saber que el nuevo Francisco I colaboró con la llamada “guerra sucia” de la dictadura militar desde su puesto ascendente en la Compañía de Jesús.  

El gran periodista Verbitsky vaticinó la elección de Bergoglio como nuevo Papa, una posibilidad que existió en el pasado cónclave de 2005 cuando Ratzinger le ganó la jugada. Después, el nuevo Francisco I, publicó el libro El Jesuita hace unos años para intentar lavar su imagen en torno al papel que jugó durante la dictadura militar.  

No lo consiguió. Su vínculo con los militares argentinos está marcado con tinta indeleble y le perseguirá durante todo su Papado. Sin embargo, hay que reconocer que la maquinaria universal mediática a favor del boato vaticanista intenta ya pulir el curriculum vitae de Bergoglio. Sólo algunos nos resistimos a guardar un silencio cómplice y hacemos un acto de memoria sobre la historia del nuevo inquilino al trono de San Pedro.  
Cierto es que el Vaticano necesitaba un golpe de timón, un tímido cambio en su camino para taparle el ojo al macho. Y para algunos ha sido suficiente la elección de un jesuita. El problema es que este es un jesuita atípico, lleno de claroscuros; homófobo, fustigador de los matrimonios del mismo sexo; ultraconservador sobre la participación de la mujer en la Iglesia y en la libertad sobre sus cuerpos; enemigo de la libertad sexual.  

La Santa Sede eligió al hombre perfecto para tapar, ocultar y esconder asuntos. Bergoglio es un gran actor, sus dotes histriónicos le proporcionan una imagen de supuesta cercanía con los más desfavorecidos. Viaja en Metro, hace chistes, es simpático y además aparenta ser humilde. No está mal para concretar el engaño al rebaño de católicos deseos de un nuevo Juan Pablo II, con su carisma, don de gente y control de masas.  

El Papa Francisco I, eligió su nombre porque quiere una Iglesia para los pobres, aunque él viva ahora rodeado de inmensas riquezas. Su imagen se acerca a Pío XII por su populismo conservador. Tiene la capacidad nata de hablar el idioma del pueblo, de acercarse a las multitudes a través de una oratoria y retórica muy cuidadas durante 30 años al frente de la Arquidiócesis de Buenos Aires donde se encargo de combatir a capa y espada a los gobiernos kirchneristas.  

Bergoglio sabe echarse al bolsillo a la gente. Y seguramente lo hará con magistral aptitud actoral. Pero no hay que olvidar lo que se esconde detrás de su elegante traje de Papa, aquel jefe provincial jesuita capaz de callar ante crímenes de lesa humanidad, incluso de participar con su omisión y su convivencia pacífica.  

Detrás del benévolo, divertido y afable, Francisco I, hay un hombre carcomido, oscurecido, manchado, por su terrible pasado; un pasado que nadie podrá borrar, ni siquiera el cloro que ahora se empeña en utilizar la Santa Sede para blanquear la vida y obra de Jorge Mario Bergoglio.
SINEMBARGO.MX

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