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El autogol de los gobernadores
Salvador Camarena
La
velocidad con que el fin de semana múltiples gobernadores y congresos
estatales se apresuraron para aprobar la reforma energética y cumplirle
al presidente Enrique Peña Nieto confirma que a buena parte de la clase
política del país no le importaría un eventual retorno a la caverna
predemocrática.
Lo experimentado en esa especie de competencia olímpica de mandatarios
estatales y sus diputados “queda bien” es un retroceso por donde se le
vea. Desperdiciaron la oportunidad de hacer más rico el debate, de fijar
una postura para la historia, de mostrar que distintos actores de la
República pueden tener una voz diferente, encontrada o no con la del
poder central.
En vez de eso, en sesiones que apenas duraron unos minutos, o encerrados
a piedra y lodo y protegidos por la policía como ocurrió en Jalisco o
Puebla, legisladores estatales parecían estar guiados por una sola
consigna: regresar el reloj a los tiempos en los que lo único que
importaba era lo que el presidente de México quería. Así que a nadie
extrañe si por estos días se vuelve a escuchar el archiconocido chiste
que ilustraba que en el país siempre será la hora que el mandatario
diga.
La velocidad con que la reforma energética fue ratificada por más de la
mitad de los congresos no es un signo menor ni una anécdota. Es la
instalación de una especie de pensamiento único, de que sólo uno piensa
en este país, el presidente.
El gobierno federal, por su parte, ha querido convencer de que lo que ha
ocurrido es el triunfo de la mayoría sobre una minoría. Más aún, Peña
Nieto ayer dijo desde Turquía que la velocidad legislativa obedece al
“amplio consenso que hay en el País” sobre la necesidad de esta reforma.
Aunque una definición de consenso incluye que éste no sea unánime (RAE:
“Acuerdo producido por consentimiento entre todos los miembros de un
grupo o entre varios grupos”), ¿será correcto aplicar el término
“consenso” en lo que a la reforma energética se refiere si para empezar
quienes lograron consolidarse como la segunda fuerza electoral en el
2012 rechazan tajantemente estas modificaciones constitucionales?
Qué papel tan pobre de los gobernadores, qué poca altura de los
legisladores locales. En el pecado de la prisa y la no crítica llevarán
la penitencia. El Federalismo ya ni siquiera guardó las formas. Sus
acríticos votos de este fin de semana son autogoles que les cancelan
cualquier posibilidad de relevancia en el futuro cercano. Solitos se
anularon. Que luego no se quejen de que el poder presidencial los
arrasa. Ellos así lo quisieron.
Porque a final de cuentas los mandatarios estatales olvidaron aquella
máxima de Gonzalo N. Santos, que definió que el poder de un gobernador
residía en hacer creer a los de su estado que él era muy influyente en
Los Pinos, y a estos hacerles creer que tenía mucho control de su
entidad. En este caso, ya quedó claro que si por los gobernadores y sus
congresos fuera, ellos no tienen inconveniente con volver al país de un
solo hombre. En dejar claro que en sus entidades ellos no mandan nada.
Es un autogol que nos derrota a todos.
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