La Jornada
Ciudad Perdida
El juego de los chuchos
El PRD se ahoga
¿Ebrard o Cárdenas?
El PRD se ahoga
¿Ebrard o Cárdenas?
Miguel Ángel Velázquez
Es simple. Fue la poca credibilidad, la desconfianza en el decir y hacer de los chuchos,
la que impidió que el Zócalo se llenara el domingo pasado de gente en
contra de la entrega, de cualquier forma, de los recursos energéticos a
los capitales privados, nacionales y extranjeros.
Hay quien dice que fue un mal momento. Que eso de El Buen Fin y el llamado puente largo son obstáculos que no se vencen con facilidad. Y hay otros que aseguran que se trató de un plan con maña, porque la cúpula del perredismo sabía de
ese día difícily aun así lanzó la convocatoria, como para que desde Los Pinos se notara que no existe tanta oposición a su propuesta.
En fin, más allá del discurso del ingeniero Cárdenas, lo cierto es que la nota que para bien o mal se destacó fue la ausencia de Marcelo Ebrard, quien ya ha fijado su postura respecto de las intenciones de Peña Nieto por entregar la renta petrolera a la IP, y que en esencia no difiere de la de Andrés Manuel López Obrador o la de Cárdenas, por lo que su inasistencia sólo puede interpretarse como su repudio al chuchismo, que convocó al mitin.
Las intenciones de Ebrard son manifiestas: quiere presidir el PRD y no se siente convocado por la tribu que lo mantiene bajo sus intereses –que seguramente tampoco lo invitó–, porque no está seguro del momento en que traicionen a los pocos que de buena fe asistieron al Zócalo, o al mismo Cuauhtémoc Cárdenas, con tal de seguir medrando desde la posición que hoy ocupan.
A Marcelo Ebrard le pueden acusar de muchas cosas, pero, sea
como sea, es el único político que ahora puede sacar al PRD del
laberinto donde lo han metido las cabezas de Nueva Izquierda (chuchos),
no porque Cuauhtémoc Cárdenas carezca de la fuerza necesaria para dar
el cambio que requiere ese partido, sino porque las estructuras de
dominio seguirían como hasta hoy, y todas la intenciones de frenar el
proceso que lleva al PRD a convertirse en un partido satélite, se
frustrarían.
Les guste o no a los perredistas, Ebrard resulta necesario si de verdad en adelante se pretende unir a las izquierdas con un mismo signo. Basta un botón de muestra para señalar qué tan lejos de la unidad está el PRD con el mando de Nueva Izquierda. Ese grupo nunca aceptaría una alianza con Morena, y Morena menos.
Con esa idea, en las próximas contiendas electorales PRD y Morena irían cada uno por su lado, lo que serviría a sus adversarios para tener el mejor argumento para descalificar a quienes pudieran ser candidatos.
Así las cosas, el próximo fin de semana el PRD podría cambiar sus estatutos para, según los chuchos, entregar la presidencia del partido a Cuauhtémoc Cárdenas, a quien pretenden usar para luego dejar allí a uno de los suyos. Total, nada nuevo, el PRD se ahoga.
Les guste o no a los perredistas, Ebrard resulta necesario si de verdad en adelante se pretende unir a las izquierdas con un mismo signo. Basta un botón de muestra para señalar qué tan lejos de la unidad está el PRD con el mando de Nueva Izquierda. Ese grupo nunca aceptaría una alianza con Morena, y Morena menos.
Con esa idea, en las próximas contiendas electorales PRD y Morena irían cada uno por su lado, lo que serviría a sus adversarios para tener el mejor argumento para descalificar a quienes pudieran ser candidatos.
Así las cosas, el próximo fin de semana el PRD podría cambiar sus estatutos para, según los chuchos, entregar la presidencia del partido a Cuauhtémoc Cárdenas, a quien pretenden usar para luego dejar allí a uno de los suyos. Total, nada nuevo, el PRD se ahoga.
De pasadita
Así que Ringo Starr, el baterista de los ex Beatles, se
diga lo que se quiera, hizo berrinche porque el jefe de Gobierno, Miguel
Ángel Mancera, no asistió a darle un saludo breve, de pasadita,
digamos, para hacerle la reverencia que, se supone, tendría que haberle
hecho, y luego, con el pretexto común de los cambios en la agenda,
decidió no asistir al acto en el que la ciudad de México haría un gesto a
la paz, con la entrega de armas a la autoridad. ¡Ni modo!, así son ¿las
estrellas?
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