¡¡Exijamos lo Imposible!!
Milenio
Mi postura ante el régimen o al PRI ni el beneficio de la duda
Epigmenio Ibarra
Venceréis pero no convenceréis
Miguel de Unamuno a Millán
Astray luego de que éste gritara
“muera la inteligencia”.
Lo siento. No me acomodo en el “ni modo; así son las cosas en
México”. Me sienta mal la resignación y peor todavía la credulidad. No
estoy, pues, equipado —me faltan estas dos condiciones básicas— para
soportar este régimen.
Y no lo estoy porque tengo, además, una memoria viva y puntual para
los agravios. Se me da mal el olvido cuando de crímenes y traiciones se
trata.
Me duele ver a mi patria herida, saqueada y humillada y a los culpables de estas afrentas impunes, en el poder y enriquecidos.
Me rehúso a instalarme en la apatía o, peor todavía, en el cinismo de
aquellos que, a hechura del priismo, se han convencido de que aquí “el
que no transa no avanza”. Creo, por el contrario que, en México, las
cosas deben y pueden cambiar.
Como decía León Felipe, yo ya me sé todos los cuentos, y si no soy capaz de confiar en un capo del narcotráfico, como El Chapo
Guzmán o Caro Quintero para hablar de esos que hoy gozan de libertad
aunque se operen para cambiar de cara, tampoco puedo confiar en el PRI
aunque presuma “nuevo rostro”.
Sé que a algunos puede parecer desproporcionada la comparación entre
el crimen organizado y un partido político, pero a los hechos me remito y
al daño que este partido, que nos ha gobernado por décadas, ha
ocasionado al país.
Hay muchos desmemoriados que parecen haber olvidado la represión, el
saqueo sistemático del erario, los fraudes electorales, los vicios del
corporativismo, la ineptitud criminal del régimen, su labor corrosiva en
todas las instituciones del Estado y en casi todos los ámbitos de la
vida pública, su sumisión ante los poderes fácticos y las potencias
extranjeras, sus nexos históricos con el narcotráfico.
Yo, en cambio, al PRI no le concedo ni el beneficio de la duda.
Me acuerdo del Negro Durazo y Nazar Haro, de la Brigada Blanca y Echeverría. Me acuerdo del 68, el 71, la guerra sucia, los desaparecidos, la represión a los movimientos sindicales, campesinos, democráticos.
Me acuerdo también de los 600 perredistas asesinados y de la masacre
de Aguas Blancas. Del 88 y 2006 y 2013 y de los incontables fraudes
electorales en estados y municipios.
Y no se me olvida que Elba Esther y Romero Deschamps nacieron, crecieron y robaron al amparo del PRI.
Tengo presente que muchos de los grandes capos fueron miembros de la
tristemente célebre Dirección Federal de Seguridad. Sirviendo al PRI
nacieron los cárteles de la droga. Sirviéndose del PRI es que se
consolidaron y expandieron hasta convertirse en lo que hoy son.
Tengo claro que el PRI, a cargo de la seguridad y las finanzas, es
corresponsable de los fracasos de Vicente Fox y que tiene las manos
manchadas de sangre, pues acompañó, avaló e instrumentó la guerra de
Felipe Calderón.
No se me olvida lo que presidentes, secretarios de Estado y
gobernadores del PRI han robado o han permitido robar a otros. Sé que la
estela de corrupción dejada por personajes emblemáticos del priismo,
como Hank González, Moreira, Granier, Montiel, Cavazos Lerma, será muy
pronto ensanchada por nuevos nombres.
Porque así opera el PRI, así gobierna, repartiendo el botín.
Así como no le creería ni una palabra a un Antonio López de Santa
Anna que, en cadena nacional, tratara de convencerme de la conveniencia y
necesidad de vender a EU la mitad de México, tampoco le creo a Enrique
Peña Nieto y a los suyos cuando promueven y justifican su reforma
energética.
Me indigna el cinismo cuando enumeran los muchos problemas que
enfrenta Pemex, cuando la presentan como una empresa quebrada. Como si
ellos no hubieran sido responsables de administrarla durante tantas
décadas, como si no la hubieran saqueado sistemáticamente.
Menos todavía, ante la enumeración de los males de la paraestatal, olvido el Pemexgate.
La escandalosa manera en que sustrajeron, con la complicidad del
sindicato de Romero Deschamps, fondos de la empresa para la campaña
electoral de Roberto Madrazo.
Sé que la maquinaria priista, aceitada con el dinero público, capaz
de penetrar, por la vía de la tv en todos los hogares, en todas las
conciencias, es brutalmente eficiente. Que aplasta, inmoviliza, produce
amnesia colectiva.
A nosotros los que no olvidamos, como dice Blas de Otero, nos queda
la palabra para avivar la memoria y nos quedan las calles para defender
lo que a la nación pertenece. Nos, vemos pues, en el Zócalo, este 8 de
septiembre.
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