¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Los peligros de la reforma energética
MÉXICO, D.F. (apro).- ¿Cuál podría ser el cambio más terrible de la
reforma energética de Enrique Peña Nieto? Sin duda la abdicación del
Estado en su exclusividad para la exploración y explotación de
hidrocarburos y derivados, pero hay otra parte en la que pocos han
reparado y que resulta igual de preocupante.
Se trata de la
eliminación de la frase del quinto párrafo del artículo 27
constitucional y que a la letra dice: “…y la Nación aprovechará los
bienes y recursos que se requieran para dichos fines”. En la parte que
le antecede se habla del otro gran botín de la reforma energética: la
electricidad.
Además de que se elimina la exclusividad de la
Nación para “generar, conducir y abastecer la energía eléctrica que
tenga por objeto la prestación del servicio público”, lo que abre o más
bien quita los canceles de la puerta para que las transnacionales y
empresas mexicanas vendan la luz a los parques industriales, comercios y
particulares, con la eliminación de la última frase se deja
desprotegidos a comunidades indígenas y grupos de colonos que en los
últimos años han defendido sus recursos naturales ante la voracidad de
las empresas transnacionales que quieren imponer sus parques eólicos.
El
hecho de que ya no exista en la Carta Magna la obligación para que “la
Nación” aproveche “los bienes y recursos naturales” no es otra cosa que
la renuncia del Estado mexicano a su soberanía sobre el viento, el sol y
el agua, recursos renovables mediante los cuales se pueden generar
energías alternas.
Ahora el derecho y cuidado que sobre sus
recursos naturales tienen los grupos indígenas o comuneros pasa a las
empresas privadas. Si en la ley agraria se establece el derecho de estos
grupos, ahora resulta que estarán por debajo de los derechos que la
“Constitución” otorgará a las transnacionales.
En el Centro de
Estudios de la Energía Eléctrica se considera que “lo más terrible de
esta eliminación de frase, es que renunciamos a una parte esencial del
artículo 27 y el cual arranca con la reivindicación de la soberanía de
la Nación sobre sus recursos. Esto era en función de la electricidad y
hoy es una redacción de corte porfirista”.
Recientemente, en
Córdoba, Veracruz, un defensor de los recursos naturales y quien se
oponía a la instalación de una presa para generar energía en beneficio
de una empresa privada, fue asesinado.
En otro caso más conocido
aún, en San Dionisio del Mar, cerca de Juchitán, Oaxaca, hay 13
poblaciones que desde hace tres años luchan contra la empresa española
Mareña, asociada con Coca-cola y otras empresas, éstas de corte
mexicano.
Mareña pretende instalar un parque eólico afectando no
sólo flora y fauna de la zona, también dejando sin trabajo a los
lugareños, quienes subsisten de la pesca.
Con la nueva redacción
del artículo 27, y cuando eventualmente grupos de habitantes se opongan a
ese tipo de proyectos energéticos que benefician sólo a la empresa
–pues es la que vende y cobra por la venta de energía a otras firmas–,
las transnacionales, amparadas en la Constitución, podrán ahora demandar
la intervención de las policías para, de ser necesario, desalojar por
la fuerza a los grupos de inconformes.
Por cualquier párrafo que
se analice, la reforma resulta más que peligrosa, pues se pierde la
soberanía cuando se eleva a rango de Constitución el abuso. Y esto es
porque actualmente todos los atropellos que se van a cometer producto de
la reforma ya se están llevando a la práctica, no son nuevos.
Desde
1992 la energía eléctrica se ha estado vendiendo por parte de empresas
privadas con el total aval de las autoridades, aunque ello se ha
realizado mediante simulación. Y, en el caso del petróleo, desde 2004 ya
existen los llamados contratos de servicios múltiples y los
incentivados desde 2008. Las empresas que desean explorar ya están desde
hace años en aguas mexicanas.
Por lo tanto, lo que hoy estamos
viendo no es la privatización del sector energético, sino “la
legalización” de la privatización soterrada que arrancó en 1992 con la
electricidad y siguió en 2004 con la explotación de gas y en 2008 con la
exploración para el sector de hidrocarburos.
Esta reforma traerá
sin duda enfrentamientos sociales, aunque el gobierno hará todo lo
posible por ignorarlos. Y para muestra de esta desregulación hay que ver
lo que ha estado sucediendo con empresas mineras, que a fuerza de
explotar a los lugareños de la zona y aprovecharse de sus recursos, han
terminado por generar caos y enfrentamientos en los lugares en que
operan. Ejemplo de ello es Aquila, en Michoacán.
La Constitución no debe ser tocada.
Comentarios: mjcervantes@proceso.com.mx Twitter: @jesusaproceso
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