La Jornada
Espionaje: el costo político
Conforme surgen a la
luz los detalles y las dimensiones del espionaje sistemático realizado
por la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA, por sus
siglas en inglés) en contra de gobernantes de otros países, incluidos
muchos a quienes la Casa Blanca se refiere, en público, como
aliados,
sociosy
amigos, las víctimas no han tenido más remedio, muy a su pesar en algunos casos, que presentar ante el gobierno de Washington protestas y demandas de explicaciones e investigaciones sobre los hackeos e intromisiones –ilegales y hostiles, por supuesto– en sistemas y redes de comunicaciones oficiales y confidenciales.
se extralimitóen sus funciones y que él no estaba al tanto de las escuchas e interferencias ilegales.
En tales circunstancias, resulta inocultable que la divulgación de estas filtraciones conlleva, para Washington, una brusca pérdida de influencia, poder, imagen y proyección mundiales y que, si bien la superpotencia mantiene intacta buena parte de los pilares de su predominio planetario –el económico y financiero, el tecnológico, el militar y el mediático–, la política exterior de la Casa Blanca ha quedado minada para, al menos, el tiempo que le resta a la administración de Obama.
Este conocimiento se traduce, indefectiblemente, en una inmediata pérdida de confianza en el gobierno de Estados Unidos y sus representantes, y obliga a los gobiernos
amigosy
aliadosa ver a ese país como un competidor peligroso, un interlocutor inescrupuloso y un socio desleal.
En este contexto, resulta doblemente insatisfactorio e inexplicable que el gobierno mexicano siga comportándose de manera obsecuente y claudicante ante las pruebas de que la NSA ha venido realizando un monitoreo ilegal e injerencista en las más altas esferas institucionales del país, empezando por la Presidencia de la República.
El desconcierto es doble porque, por una parte, espiar es un delito que debe ser perseguido y sancionado, y las autoridades del país se han negado a cumplir con ese deber legal; por la otra, porque el entorno internacional, con las crecientes protestas oficiales ante Washington, facilita la adopción de una postura más enérgica y soberana del Estado mexicano y, sin embargo, éste sigue exhibiendo falta de voluntad política para aprovechar esta propicia coyuntura internacional.
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