¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
A Peña lo persigue su ilegitimidad
Jorge Canto Alcocer
A once meses de su ilegal toma de posesión, Peña no ha tenido un solo
día de tranquilidad en su presidencia comprada. Desde las tumultuarias y
nacionales protestas que le dieron la “bienvenida” el primero de
diciembre hasta el devastador trancazo de las recomendaciones del
Consejo de Derechos Humanos de la ONU, un día sí y otro también los
titulares de los medios de comunicación nacionales e internacionales,
así como la percepción interna y externa, nos muestran un gobierno
acorralado, impopular, sin margen de maniobra. La situación es tan
tirante que incluso las rabietas y los malos tratos en público son el
pan de cada día en el “gabinetito”, como bien lo atestigua el ninguneo a
Miguel Angel Osorio Chong, quien de cabeza de la política nacional ha
pasado a ser el “apestado” al que ni siquiera se le dirige la palabra y
el saludo.
La proverbial incapacidad personal de Peña es ahora mera anécdota para
chistoretes de centro nocturno, pues ahora las protestas populares se
dirigen directamente a la yugular de la nueva administración priísta,
centrándose particularmente en la contrarreforma educativa, el intento
de despojarnos de nuestra riqueza energética y recientemente la
miscelánea impositiva, rechazada universalmente por tirios y troyanos:
empresarios, empleados, obreros, campesinos, es decir, por la inmensa
mayoría de la población, incluyendo a quienes tradicionalmente habían
apoyado las políticas neoliberales, como los grupos más conservadores de
la patronal.
El reciente incidente de Guadalajara, cuando una joven estudiante de la
elite regiomontana interrumpió uno de los clásicos actos de vasallaje
con su valiente protesta contra la censura gubernamental, nos pinta de
cuerpo entero la situación que enfrenta el ilegítimo gobierno del de
Atlacomulco. Defensor de lo indefendible, su gobierno se ve obligado a
enfrentar día con día protestas milenarias y tumultuarias en
prácticamente todos los rincones del país.
La única forma de simular control y gobernabilidad ha sido acrecentando
la represión, engrandeciendo el aparato y las medidas represivas. Y así
como Peña expande su blindaje, así la mayoría de los virreyes de los
Estados han escalado sus medidas coercitivas y estructuras de seguridad,
no para combatir al llamado “crimen organizado”, sino simplemente para
intentar que las protestas y manifestaciones opositoras queden fuera de
la lente de fotógrafos y camarógrafos.
Las recomendaciones del Consejo de Derechos Humanos de la ONU no dejan
lugar a dudas: las violaciones a los derechos ciudadanos han escalado en
los últimos años, en la medida en que los espacios públicos son copados
por cuerpos policiacos y militares, que aprovechan un escenario
generalizado de impunidad y corrupción para, en vez de combatir a grupos
criminales, con los que se negocian plazas y recursos, perpetrar todo
tipo de abusos y agresiones contra la ciudadanía.
Las crecientes violaciones a los derechos humanos van aparejadas a la
extensión de las protestas, y éstas se han vuelto imparables justamente
en la medida en que se impulsan reformas anti-populares. En este
contexto, sin el más mínimo apoyo real —los acarreos para fingir
popularidad terminan siendo ampliamente contraproducentes— Peña y sus
aliados indudablemente agudizarán su política represiva, lo que, además
de echar más leña al fuego, acarreará nuevas denuncias y nuevas
condenas. Por si fuera poco, el cuestionado gobierno peñista se enterca
en mantener a rajatabla su alianza política con el decadente Estados
Unidos, muy a pesar de las humillaciones sufridas recientemente. Así,
con los pies en el barro, y las protestas nacionales en ebullición, Peña
y el PRI se disponen a “celebrar” el primer aniversario de su ilegítima
restauración.
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