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El silencio de Peña Nieto
¿Cómo traducir el silencio de Enrique Peña Nieto ante el escándalo del
espionaje de Estados Unidos en diferentes áreas de seguridad y comercio
en México, cuando todos los Presidentes de los países afectados han
exigido, con toda firmeza, que el gobierno de Barack Obama deje de
entrometerse en sus asuntos internos? ¿Cómo traducir el silencio de Peña
Nieto cuando se sabe y se tienen pruebas de que él mismo y sus
colaboradores más cercanos fueron espiados por la Agencia de Seguridad
Nacional (NSA) estadounidense?
Desde el 9 de julio pasado, datos filtrados al diario brasileño O’Globo
revelaron que el gobierno de Washington intervino masivamente
comunicaciones de Internet de Brasil y México, sobre temas de energía,
comercio y seguridad, e incluso comunicaciones privadas de mandatarios y
funcionarios de alto nivel.
De inmediato, la Presidenta de Brasil, Dilma Roussef, no sólo protestó
por la intromisión sino ordenó una investigación exhaustiva de
funcionarios locales y citó al Embajador de EU en su país para hacer
aclaraciones. El 17 de septiembre, la mandataria mantuvo una
conversación telefónica de 20 minutos con Barack Obama, pero no quedó
satisfecha con las explicaciones que le ofreció el Presidente de EU.
Por eso, el 25 de septiembre pasado, en una condena con una energía que
pocas veces se ha visto en el seno de la Asamblea General de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) contra Estados Unidos –y
estando Obama presente–, Rousseff dijo que el espionaje de ese país ha
generado “indignación y repudio en amplios sectores de la opinión
pública mundial”.
Más aún expuso: “Le transmitimos al gobierno norteamericano nuestra
protesta, exigiendo explicaciones, disculpas y garantías de que estos
procedimientos no se repetirán. Los países no pueden permitir que
acciones ilegales, recurrentes, se produzcan como su fuesen normales.
Son inadmisibles”.
Este miércoles, 23 de octubre, la Presidenta Dilma Rousseff tenía en su
agenda una visita oficial a Washington, pero ayer la canceló. Y lo hizo
porque Obama y su gobierno no han dado respuesta a sus exigencias.
Apenas el lunes pasado, el Presidente de Estados Unidos llamó a su par
de Francia, François Hollande, para apaciguar el “profundo malestar” de
París, luego de que se revelara que la NSA también intervino
comunicaciones del gobierno francés. Obama y Hollande “hablaron de las
recientes revelaciones en la prensa, algunas de las cuales han
tergiversado nuestras actividades y otras provocan preguntas legítimas
de nuestros amigos y aliados sobre cómo se usan esas capacidades”,
expuso la Casa Blanca en un comunicado.
Estos son sólo dos ejemplos. Pero todos los mandatarios de los gobiernos
que han padecido esta intervención estadounidense, han puesto el grito
en el cielo y han denunciado, de frente, estos actos que atentan contra
sus soberanías. Con todos, Obama se ha visto obligado a comunicarse
personalmente.
Sin embargo, el silencio de Peña Nieto se mantiene y, claro, el
Presidente de EU ni siquiera se ha tomado la molestia de levantar el
teléfono para hacer aclaración alguna. Es más hasta el Presidente
mexicano más casado con Washington en los últimos años, Felipe Calderón
Hinojosa, exigió investigar luego de que el lunes pasado se revelara que
sus llamadas y correos electrónicos fueron intervenidos, con la
autorización del propio Barack Obama.
En respuesta, el gobierno mexicano, a través de la Secretaría de
Relaciones Exteriores (SRE) y de la Secretaría de Gobernación (Segob),
ha manifestado que exigirá a Washington aclaraciones. Pero el Presidente
Enrique Peña Nieto, por cuenta propia, no se ha pronunciado y mucho
menos criticado la política invasiva de los estadounidenses.
Por eso Washington no comenta gran cosa sobre su espionaje en México y
es lógico: si al Presidente de la República no le interesa defender los
intereses nacionales, menos aún les importa a ellos.
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