Índice Político
Ojala fuera cierto, pero…
No dudo de la intención del señor Enrique Peña Nieto,
quien recién ha dicho no trabajar para salir aprobado en las encuestas o
para ganar popularidad.
Textualmente:
“No hemos venido trabajando para estar bien en las
encuestas ni bien en los índices de popularidad; todo ajuste, todo
cambio, toda transformación enfrenta resistencias y soy el primero en
asumir que México necesitaba hacer estos ajustes y estas
transformaciones”, explicó el porqué de
las-reformas-que-el-país-necesita a empresarios nacionales e
internacionales que acudieron a la Cumbre de Negocios que se realizó en
Guadalajara, Jalisco.
Sí, pero…
Quizá el mexiquense no se haya dado cuenta –lo pasaron
por alto los últimos cuatro inquilinos que hemos mantenido en Los Pinos,
o quizá hasta lo alentaron–, pero la Presidencia de la República, la
institución, ha sido secuestrada con todo y agenda, por los
encuestólogos y mercadólogos que cobran en el área de Imagen, ahí mismo o
cerquita de la residencia oficial.
Levantan encuestas todos los días.
Y en base a sus resultados sugieren o hasta ordenan la composición de la agenda presidencial.
Cuáles eventos deben ser prioritarios.
Qué auditorios hay que atender.
Incluso el fraseo del discurso.
Traje o chamarra.
Con gel o sin spray en el pelo del señor EPN.
De este lado del templete los fotógrafos, para que salga el mejor perfil del “jefe”.
Y sí, claro que los políticos –y el señor Peña lo es–
están atentos a lo que dicen las encuestas. Se enferman cuando su
aceptación desciende de los 60 puntos porcentuales. Claro que a todos
les interesa la popularidad que todos creen necesarísima para gobernar.
Pero muchas veces se equivocan. Ellos y, sobremanera, sus consejeros.
Es la gobernabilidad de un país la que da popularidad al
estadista. Popularidad sin gobernabilidad nos retrotrae al indeseado
foxismo.
¿Queremos más de eso, otra vez?
MAME Y LOS MALOS QUESOS
En el Distrito Federal, Miguel Ángel Mancera Espinosa anda por las mismas.
Busca el jefe del gobierno de la capital nacional
popularidad en donde cree que no es aceptado y, mientras tanto, descuida
a las bases que le confirieron un muy amplio triunfo electoral.
Y es que, para efectos de gobernabilidad, ¿qué nos
importa a los contribuyentes al erario capitalino que MAME sea “el
soltero del año” y que su efigie ocupe las portadas de las llamadas
revistas “del corazón”?
¿Creerán él y sus asesores “de imagen” que esas
cursilerías equilibran su vertiginosa caída en la aceptación de los
gobernados que a diario sufrimos no sólo marchas y “plantones” de todo
tipo de inconformes, amén de baches y más baches en prácticamente todas
las calles de la ciudad?
Que MAME vaya al gimnasio todas las mañanas por el rumbo de Virreyes –cual deslizan sus personeros en las columnas de gossip político– o que por ese rumbo del antiguo fraccionamiento Chapultepec Heights
viva su novia, ¿provocará que otra vez haya flores en el Paseo de la
Reforma, destrozada en sus camellones desde que él llegó al viejo
Palacio del Ayuntamiento? ¿Devolverá a los capitalinos la seguridad
perdida? ¿Con tal se combate al crimen organizado que ya ha sentado aquí
sus reales?
Se va el dinero de quienes pagamos prediales y todo tipo
de “contribuciones” cada vez más impagables en programas sociales ¿y
por eso no se atienden las mínimas necesidades de infraestructura de la
ciudad?
Ya sabemos, son dineros públicos que, la mayor parte de
las veces, abultan los bolsillos de los funcionarios públicos. Ya se lo
he comentado aquí. Poco antes de que Mancera Espinosa llegara a sentarse
en la silla que le heredara Marcelo Ebrard, un personaje identificado
como uno de sus más cercanos pidió a un amigo de este escribidor,
financiero de profesión, que manejara “la ayuda para los viejitos”. Pero
a cambio pedía que se “inflara” la nómina para quedarse con el 50% de
un padrón donde la mayoría de los beneficiados ya ha fallecido.
¿Las efigies en portadas de revistas cursis dan gobernabilidad? ¿Combaten la corrupción?
Índice Flamígero: Llegó el mexiquense
propietario de una cadena de medios que no tiene lectores ni auditorios a
la oficina de un comunicador social. “¿Cuánto tienes de presupuesto
para publicidad?”, preguntó. “Lo que yo tenga es cosa mía y de la
dependencia”, le respondieron. “Pues me tienes que dar para todos mis
periódicos, revistas y estaciones de radio. ¡Somos el grupo
ganador!”. Así, de plano, no se construyen popularidades, ¿o cree usted?
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