La Jornada
Guerra de clases
John M. Ackerman
Consumada la compraventa de la Presidencia de la República, llegó la hora de pagar favores. La mal llamada
reformalaboral aprobada por la Cámara de Diputados parte del diagnóstico absurdo de que son los trabajadores y no los líderes charros ni las empresas monopólicas quienes detienen el crecimiento económico. En lugar de democratizar la economía y abrir oportunidades para la movilidad social, la reforma promete consolidar la tendencia iniciada durante el sexenio de Carlos Salinas de convertir todo México en una gran maquiladora al servicio de las empresas trasnacionales.
Los patrones entonces podrán hacer como Enrique Peña Nieto durante la elección presidencial, al utilizar su dinero para atropellar derechos y comprar su camino al
éxito. Así como Peña Nieto compró votos, los dueños comprarán la cancelación de los derechos de sus asalariados. Igualmente, los trabajadores terminarán igual de agraviados y burlados que los valientes integrantes del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), quienes vieron desaparecer de la noche a la mañana su fuente de trabajo y su derecho a una vida digna.
El colofón de todo esto es que una vez que los potentados hayan expulsado a los trabajadores más
incómodoso politizados, podrán recontratarlos por medio de empresas de outsourcing en condiciones miserables donde predomina la sobrexplotación, el pago por horas, condiciones insalubres, contratos de corto plazo y la amenaza constante de ser despedidos. Mientras, los jóvenes que buscan ingresar en el mercado laboral solamente encontrarían empleo precisamente en este tipo de empresas donde, además, podrán ser despedidos sumariamente después de cada uno de sus periodos de prueba.
Se terminaría con cualquier incentivo para capacitar o desarrollar las capacidades de la fuerza laboral. Cada vez será más tentador para los jóvenes recurrir al narcotráfico para poder comprar siquiera una docena de huevos.
autonomíade los sindicatos, el PRI ha dejado intactas todas las protecciones para figuras como Elba Esther Gordillo y Carlos Romero Deschamps. El PAN también es cómplice y artífice de este inmovilismo, ya que se negó a condicionar su apoyo a las otras partes de la reforma a la inclusión de disposiciones que fortalecerían la rendición de cuentas.
El objetivo de la
reformaes claro: acabar con las conquistas laborales de la Revolución Mexicana y matar cualquier esperanza de construir un sindicalismo democrático. Constituye nada menos que una declaración de guerra contra toda la clase trabajadora. El
presidente del empleotermina su mandato como el
rey del subempleoy el subcontratista de Salinas inicia la reconquista con el pie derecho.
Pero todo esto es apenas el principio. Los ideólogos están de plácemes y su ambición no conoce límites. Consumado el atraco a los trabajadores, viene el saqueo al oro negro.
Hay que archivar definitivamente la búsqueda de consensos imposibles para forjar convergencias estables e impulsar la agenda pendiente. Completado el primer tramo habrá que avanzar en las reformas fiscal y energética, escribe Jaime Sánchez Susarrey.
Pascal Beltrán del Río va más lejos. Celebra la reforma laboral como una buena
señalpara los
inversionistasinternacionales, pero reclama que
aún tenemos que resolver temas como nuestra tendencia cultural al menor esfuerzo. Así, de un plumazo, convierte al pueblo mexicano en una bola de
flojosy culpa a los mismos trabajadores por la pobreza en el país. Las purgas neoliberales apenas empiezan. No podemos quedarnos pasivos ante el ataque.
www.johnackerman.blogspot.com
Twitter: @JohnMAckerman
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