¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
El go kart de Calderón
MÉXICO, D.F. (apro).- Hace casi seis años arrancó su gobierno
vistiendo una casaca militar que le quedaba grande y declarando la
guerra. Hoy, a punto de concluir, termina su mandato a bordo de un
diminuto auto de carreras infantiles, aseverando que “al presidente no
se le rebasa”. Así pasará a la historia Felipe Calderón: como el panista
al que le quedó grande la figura presidencial.
A lo largo de su
sexenio mostró los prejuicios personales que le han caracterizado en su
carrera política. Ante la pequeñez de su personalidad se rodeó de
funcionarios que no destacaran por encima de su inteligencia o
capacidad, y ante su inseguridad se allegó de personajes que le
redituaran fidelidad antes que resultados.
Luego, ante la sospecha
de ilegitimidad de su victoria, sacó al Ejército a las calles para
combatir al narcotráfico, avivando la violencia que nunca antes se había
visto en el país, con más de 70 mil muertos y miles de desaparecidos.
Calderón
quiso caminar solo desde sus primeros pasos en Los Pinos. Rencoroso,
nunca trató de acercarse a quien le impidió ponerse lisa y llanamente la
banda presidencial, obligándolo a entrar y salir por la puerta trasera
del palacio legislativo de San Lázaro. A partir de este episodio hizo lo
que su mentor Carlos Castillo Peraza le criticó desde que era joven:
actuar con menosprecio ante todos.
La atención que dio a las
víctimas de la guerra contra el narcotráfico es el ejemplo más claro de
este trato impúdico a la sociedad. Los engañó diciéndoles que les
ayudaría a tener justicia, les mintió cuando les prometió seguridad, los
timó cuando les ofreció solución a su búsqueda dolorosa por sus
familiares desaparecidos.
Verlo en estos días a bordo de un go
kart, jugando a las carreras con el gobernador priista del Estado de
México, Eruviel Ávila, en el parque de la Marquesa, resulta una imagen
sarcástica frente a quien fracasó como el presidente del empleo, de la
paz y la tranquilidad.
Montado en el diminuto auto, en lugar de
verse grande, sagaz, hábil o inteligente, expuso su parte contraria, con
sus fracasados aires de grandeza que nunca alcanzó.
Contrario
también a su frase de que al presidente nunca se le rebasa, Calderón fue
rebasado por todos y por todo: lo rebasó el crimen organizado, que a
cada golpe se reproducía en decenas; lo rebasaron los poderes fácticos
representados en los dueños de los medios de comunicación; lo rebasaron
sus aliados que lo llevaron a la presidencia, como Elba Esther Gordillo;
lo rebasó su incapacidad de apoyarse en su partido, al que llevó a la
derrota en la pasada elección presidencial; lo rebasó la pobreza y la
concentración de la riqueza.
Calderón fue rebasado por todo y aun
así siguió pensando que era el triunfador y que había llegado primero a
la meta. Pero ese aire triunfador no es más que una mascarada, porque en
el fondo sabe que su gobierno fracasó por acompañarse de funcionarios
incapaces, de jóvenes a los que sólo les interesaba el dinero y el
glamour del poder.
Destacó por sus promesas incumplidas, como la
resolución al problema del crimen organizado y dar empleo a millones de
mexicanos que hoy sólo ven tres caminos para enfrentar la miseria:
incorporarse a las filas de la delincuencia organizada, ingresar al
mercado informal o salir del país a buscar una mejor suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario