¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Televisa, el monopolio es el mensaje
MÉXICO, D.F. (apro).- Antes de la irrupción del movimiento #YoSoy132,
en plena campaña presidencial, un fenómeno agudizado en los últimos
meses despertó los focos rojos al interior de Televisa: el gigante
estaba perdiendo aceleradamente a las audiencias menores de 25 años,
urbanas, con preparación universitaria y, lo peor de todo, de clases
media y media alta.
En otras palabras, el Canal 2 de Televisa ya
no les dice nada (o muy poco) a los adolescentes y jóvenes de ahora que
serán los futuros adultos y consumidores de información y publicidad
mexicanos en los siguientes 10 años.
A pesar de iniciativas como
los Espacios o los “encuentros universitarios” (perfectamente
controlados y con guión previo), Televisa se encuentra ante la primera
generación de audiencias que mandará a Chabelo al baúl de los recuerdos,
que ya no escucha a Luis Miguel, que no está esperando hacer casting
para el Big Brother y que Carlos Loret les resulta más aburrido que
Werever Tomorrow.
Ni los gustos musicales, ni las películas, ni
las modas, y mucho menos la información, se definen en función de los
contenidos de la televisión abierta mexicana para esta minoría de
jóvenes que tienen acceso a otras fuentes y canales de expresión.
Televisa es una referencia del establishment, y TV Azteca se ve como una
muestra de la vulgarización del mismo modelo.
Desde 2009 a la
fecha, las nuevas plataformas de comunicación interactiva, especialmente
Facebook, Youtube y Twitter, irrumpieron en este mismo sector como
alternativa, como medio y como plataforma de información en sí mismos.
Televisa ya era considerado como un monopolio con una agenda muy
específica: llevar a su candidato a la presidencia de la República.
De
pronto, los creativos de Televisa se dieron cuenta de algo más grave de
lo que imaginaban: “lo de hoy” era estar en contra de Peña Nieto y de
los productos del canal de las Estrellas. La rebelión sigilosa e
invisible para la pantalla comercial era en contra de la monopolización
de los contenidos y la pretensión uniformadora de la agenda de cultura
de masas.
El episodio del exgobernador mexiquense en la Feria
Internacional del Libro de Guadalajara, en diciembre de 2011, clarificó
esta tendencia. Ocho de cada 10 mensajes en Twitter y más de 70% de los
videos de Youtube y de las referencias en Facebook eran una burla a la
ignorancia de Peña Nieto. #SoyProle se convirtió no sólo en Trending
Tepic, sino en definición política de una generación frente al fenómeno
mercadológico.
Cuando irrumpió el movimiento #YoSoy132 era muy
claro que, en cualquier circunstancia, la rebelión silenciosa iba a
tener rostros y a tomar la calle. El equipo de Peña Nieto y Televisa
nunca imaginaron que un evento en la Universidad Iberoamericana
derivaría en el dolor de cabeza reciente: la exigencia de
democratización de los medios de comunicación.
Desde que nació el
movimiento #YoSoy132 se apresuraron a minimizarlo, a relativizarlo y a
partidizarlo: “Son manipulados por López Obrador”, “han sido infiltrados
por Atenco”, “ternuritas que no saben para qué intereses trabajan”,
“son una moda”, etc.
A pesar de todo y sin la milésima parte de
los recursos de una campaña presidencial, los integrantes del movimiento
se organizaron, se fragmentaron y deliberaron, pero, sobre todo, se
convirtieron en un mensaje en sí mismo, la contraparte del monopolio
mediático y político.
El primer ensayo para debilitar y fracturar a
un movimiento tan heterogéneo como la propia composición social de sus
integrantes ocurrió a través del caso de Saúl Alvídrez, uno de los
creadores del concepto #YoSoy132 desde el ITAM. El golpe fue en redes
sociales y en algunos medios de comunicación masiva. Era un anuncio de
lo que podía venir.
A pesar de eso, #YoSoy132 no abandonó el eje
central a partir del cual ha construido una causa social y
generacionalmente extendida: la democratización de los medios. Y como
derivación de este tema, la denuncia a la concentración y al poder
monopólico de Televisa, el ícono empresarial de este modelo.
En
vísperas de la toma del poder de Peña Nieto, Televisa ha ensayado una
nueva fórmula para demostrar que es un monopolio amable y hasta radical
chic. Inventaron en el peor horario (domingo a las 22 horas) y en el
canal de menos audiencia (Foro TV) un programa de debate con jóvenes
“rebeldes” para demostrar que la empresa de Emilio Azcárraga Jean está
dispuesta a la apertura.
El experimento fue un éxito en redes
sociales por la polémica generada en torno de la figura de Antonio
Attolini, exvocero del #YoSoy132, un joven con facilidad para la
polémica y el debate. “No queremos Attolini con el dedini”, twittearon
infinidad de usuarios para desmarcarse del caramelo envenenado que
Televisa planteaba.
Pronto quedó claro que no se trataba de un
asunto de libertad de expresión, sino de congruencia. Los caballos de
Troya ensayados por Televisa han resultado ser caballitos de papel.
Atractivos para 15 minutos de fama efímera. Ineficaces para recuperar
credibilidad.
La primera emisión del programa Sin Filtro
prácticamente pasó desapercibido entre las mismas audiencias jóvenes que
ha perdido Televisa en los últimos años. El tema fue, precisamente, la
democratización de los medios. Un debate de café en cualquier
universidad privada hubiera estado más coherente que esa emisión.
Parafraseando
a McLuhan, el problema no es que el medio sea el mensaje, sino que el
monopolio quiera dar un mensaje incongruente con su naturaleza. Ahí
radica la falta de credibilidad de este intento reciente por recuperar
de lo perdido, lo que aparezca.
www.homozapping.com.mx
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