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El ADN de “El Lazca”
Ricardo Monreal Avila
Para terminar con las dudas, suspicacias e interrogantes que desató el
robo del cuerpo de uno de los capos más buscados y temibles de la
delincuencia organizada, Heriberto Lazcano o “El Lazca”, la PGR procedió
a realizar pruebas de ADN al cuerpo de su progenitor, Gregorio Lazcano,
muerto hace 10 años, y comparar la huella genética de quien sería padre
e hijo. Con ello, la identidad quedaría corroborada al 99.99%.
A pesar de que estas pruebas tardan de dos a cuatro semanas, el
subsecretario de Estado norteamericano, William Brownfield, un día
después de la exhumación del padre del capo declaró que las pruebas de
ADN habían dado positivo, por lo que el cuerpo robado de una funeraria
de Coahuila por un grupo armado sí correspondía al “Lazca”.
Con ello se espera disipar las dudas fundadas sobre la identidad del
delincuente abatido y que se habían generalizado en la opinión pública.
Por ejemplo, según una encuesta de Parametría, el 42% de los mexicanos
no cree que “El Lazca” haya sido abatido, mientras que 33% dudan de la
identidad del delincuente abatido, y sólo un 24% cree que la Marina sí
lo mató realmente.
Sin embargo, está pendiente otra prueba de ADN, aquella que permita
descifrar el genoma delincuencial de éste y los otros capos de la
delincuencia organizada, que como nunca en la historia del país tienen a
toda la sociedad postrada de miedo, angustia y zozobra. Mientras los
médicos forenses desentrañan el ADN de “El Lazca”, nosotros buscaremos
descifrar los 24 pares de cromosomas sociales, económicos, culturales y
judiciales que han hecho posible el florecimiento de toda una generación
de delincuentes y jefes del crimen organizado en el país.
Corrupción: es el cromosoma inicial de la cadena. Comprar, cooptar,
infiltrar y controlar a las autoridades de todo tipo y niveles (desde
policías preventivos hasta generales; desde ministerios públicos hasta
funcionarios judiciales; desde jueces de barandilla hasta magistrados y
ministros de la Suprema Corte de Justicia), es el magma de la
delincuencia organizada, cuyo núcleo central es ser delincuencia
protegida. Sin corrupción, El Lazca no hubiera existido.
Impunidad: es el segundo cromosoma de la cadena y una derivación del
primero. La probabilidad de que un delincuente sea capturado y castigado
es de 4 en 100 casos. Es decir, se puede delinquir hasta en 96
ocasiones antes de caer en manos de la justicia. Y una vez encerrado, la
probabilidad de salir de la prisión es de 80%. Con este nivel de
impunidad, ser delincuente en México es uno de los trabajos más seguros y
mejor remunerados. Corre más riesgos de caer un albañil desde un
andamio, que un delincuente en la calle.
Matriz estatal: “El Lazca”, al igual que una buena parte de los jefes
del narco, es una creatura del Estado. Formado en los cuerpos oficiales
de seguridad (policías municipales, estatales y federales), cambió de
bando para formar su propio grupo criminal, su ejército privado. Esta
matriz estatal borra toda diferencia entre policías y delincuentes: no
se sabe quién infiltra a quién, si el crimen a la policía o la policía
al crimen. Llegan a ser lo mismo.
Paramilitarismo: La incursión de exmilitares o expolicías de elite en el
crimen organizado se tradujo en un escalamiento de la violencia y en
una mayor utilización de armas letales en las calles. Estados Unidos
pondrá las armas, pero el paramilitarismo que las compra y utiliza es
totalmente made in México. Los sicarios solitarios calibre 22 fueron
sustituidos por comandos artillados y paramilitares adiestrados en el
manejo de granadas, Barrets, rifles de asalto y lanzamisiles. El gen
paramilitar se tradujo incluso en la importación de mercenarios, como
los kaibiles, y en el contacto con grupos del terrorismo internacional.
Privatización del Estado: Sin acudir a la escuela de Economía de
Chicago, el “Lazca” y sus homólogos expropiaron al gobierno mexicano las
más elementales funciones estatales, con fines de utilidad privada. En
primer lugar, el monopolio de la violencia legítima dejó de ser público;
posteriormente, con la fuerza bruta de las armas en sus manos, se
apropiaron de las otras actividades exclusivas del poder público: cobro
de impuestos, venta de seguridad, redención de deudas privadas,
impartición de “justicia” entre particulares, juicios sumarios, control
territorial, sometimiento de autoridades. Un Estado dentro del Estado.
Estado descoordinado: La contracara del crimen organizado es un Estado
desorganizado que busca combatirlo. Autoridades que confunden a un
vendedor de autos con el hijo de “El Chapo”, policías encubiertos que no
saben distinguir entre placas diplomáticas y placas del estado de
Morelos, milicias que abaten por chiripada a uno de los capos más
buscados en un juego llanero de béisbol, policías que privilegian la
recreación mediática sobre la recreación judicial pasando por encima del
“debido proceso”, entidades de la república donde no sólo escapan los
reos más peligrosos sino hasta los muertos más onerosos, todo esto
conforma la trama institucional de una guerra donde el principal enemigo
es la improvisación y la descoordinación del gobierno mismo.
Lavado, almidonado y planchado de dinero: la guerra del gobierno golpea
la cabeza, pero no el bolsillo de los capos. Con ello, deja viva la
fuente de financiamiento de las organizaciones criminales. Detiene a los
cerebros financieros, pero no los flujos de capital. Destruye células,
pero deja intocados los tejidos y las redes de lavado. “El Lazca” fue
abatido, pero siguen vivas y en operación las empresas que lavaban,
almidonaban y planchaban las ganancias de su organización criminal:
desde autotransportes hasta ranchos, desde comercios hasta casas de
cambio. “El Lazca” al pozo y sus socios al gozo. Así, la fiesta nunca
acabará.
Crueldad extrema: asesinatos colectivos como el de los migrantes de San
Fernando, sepulcros para enterrar vivos a sus enemigos, jaulas con
tigres para encerrar a sus adversarios, castigos a sus seguidores a base
de tablazos, toda una gama de acciones de violencia extrema era
atribuida a “El Lazca”. “Traía la muerte encima” describió una de las
médium que supuestamente le leía las cartas. Lo mismo se decía de otros
capos abatidos, como “El señor de los Cielos” y el “Barbas”. Ninguno con
la generosidad y el juicio “justiciero” de Don Vito Corleone. La
crueldad es otro de los cromosomas de los capos mexicanos, fiel reflejo
del medio social e institucional que los prohijó. (Continuará).
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
Twitter: @ricardomonreala
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