A discusión lo pactado por Zedillo y Calderón del petróleo
Álvaro Cepeda Neri
Los que saben aseguran que en las
profundidades del Golfo de México (que un interesado estadunidense al
defender su país y con toda la intensión imperialista, propuso que se
llamara Golfo de América) hay cuantiosos yacimientos petroleros de
excelente calidad. Más de la mitad es mar territorial mexicano y el
resto pertenece a Cuba y a nuestros siempre no buenos vecinos del Norte,
que venden armas a narcotraficantes a cambio de drogas para sus 100
millones de consumidores. A la chita callando, éstos han estado
extrayendo el crudo con el sistema del “popote” y para legitimar y
legalizar la explotación, los entonces presidentes William Clinton y
Ernesto Zedillo, casi a escondidas, suscribieron en Washington,
Estados Unidos (hay que ir allá cuando prevalece el servilismo y Zedillo
fue y es un rastrero de ese país), un documento de dizque
“colaboración” para sustraer el oro negro y ¡supuestamente! repartir a partes iguales inversiones y ganancias.
Hace unos días, Felipe Calderón suscribió en Los Cabos, Baja
California Sur, un “acuerdo” que ratifica el zedillista-clintoniano,
ahora con la firma de Hillary Clinton, a quien se le cuecen las habas
porque Barack Obama deje la Presidencia para postularse al cargo,
aunque parece que éste logrará la reelección. No es todavía un tratado
en términos de nuestra Constitución. Para que así sea, ambos documentos
deben de publicar su contenido y quienes los redactaron, para
conocimiento de la opinión pública y su discusión en el Senado mexicano.
Tras su discusión, enmiendas, correcciones, reformas y al analizar
la política exterior calderonista (con su anodina titular de Relaciones
Exteriores, Patricia Espinosa Cantellano, buena para abyectamente hacer
lo que le ordenan en Los Pinos) el Senado debe de rechazarlo o
aprobarlo, ya como un tratado internacional, para explotar los
yacimientos petroleros del Golfo de México. El panista conservador y con
vaivenes José Ángel Conchello Dávila (1923-1998), como bien lo define
Mireya Cuéllar en su Diccionario de los panistas (La Jornada ediciones) fue ave de tempestades y cuando escribía en la revista Siempre!
(que dirige Beatriz Pagés Rebollar) definió esa riqueza mexicana y nos
alertó de la ratería estadunidense con el sistema “popote” y sobre lo
que ya es un paso más hacia la extracción petrolera del Golfo de México.
Estos acuerdos no constituyen un tratado. No canten victoria
ni Zedillo (testigo protegido de Clinton y Obama) ni Calderón (quien ya
compró mansión estadunidense para su huida, en calidad, también, de
testigo protegido). Lo que firmaron requiere previa discusión pública a
nivel nacional, otra en el Senado y un debate en la Cámara Alta del
Congreso estadunidense. Si ambos órganos colegiados lo aprueban podrá
ser un tratado. Mientras tanto, pues, si “la democracia es,
políticamente, discusión”, proceden los debates para conciliar intereses
y que los estadunidenses, acostumbrados a llevarse la parte del león,
no se vayan sobre esa riqueza que ha de repartirse según la soberanía
del mar territorial en partes desiguales entre Cuba, Estados Unidos de
América y los Estados Unidos Mexicanos.
*Periodista
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