Indice Político
Francisco Rodríguez
Medidas desesperadas
Dos
desesperaciones se dieron cita el fin de semana en Guanajuato. La de la
cada vez más desesperanzada Iglesia Católica y la del ya eclipsado
panismo en el desgobierno.
Desesperación eclesial porque el catolicismo en México pierde fieles en
una proporción inversamente proporcional al de su cada vez mayor
activismo político.
Desesperación de los blanquiazules, asimismo, quienes recurren no sólo a
una potencia política extranjera, la Santa Sede –incluso al Dios que
ésta dice representar— a la espera de un milagro: su permanencia en Los
Pinos, tras el 1 de diciembre de este año.
Paralelo a su reinserción en la vida política mexicana –“la Iglesia
existe”, dijo el entonces secretario de Gobernación Fernando Gutiérrez
Barrios— durante el salinato que así pagaba a El Vaticano el
reconocimiento a la gestión de Carlos Salinas tras el fraude electoral
de 1988, aprobadas las reformas al 130 de la Carta Magna… paulatinamente
los templos se fueron vaciando.
No se llenaron, siquiera, cuando Vicente Fox casi casi la convirtió en
religión oficial, tras sus apariciones dominicales en la iglesia de su
pueblo.
No se llenan porque la Iglesia Católica insiste en permanecer instalada en el Siglo XIII, sin actualizarse a los nuevos tiempos.
No es casual, por ello, que el mismo jefe político y guía espiritual del
catolicismo haya venido a México a empujar las reformas al artículo 24
de la Constitución –que ahora mismo se discuten en el Congreso— y que
permitirían, por ejemplo, actos religiosos fuera de los templos y en
general mayor exposición pública de los credos. Arguyen que, como los
templos están vacíos, las calles y las plazas públicas, la radio y la
televisión, lo mismo que las escuelas públicas deberán ser ahora
escenarios propicios para el adoctrinamiento y la celebración de actos
litúrgicos.
Choca la ambición clerical –manifiesta en su activismo político— con el
ADN del mexicano, cuyas moléculas de desoxirribosa también están
compuestas de la firme creencia de que la Iglesia tiene su propio ámbito
de acción y que éste no debe intervenir en los que no le son propios:
la educación que debe ser laica, los asuntos públicos que no deben estar
bajo el influjo de ninguna religión. Al César lo del César, y a Dios lo
de Dios.
La desesperación del PAN y, señaladamente, de su todavía jefe político Felipe Calderón, es todavía más extrema.
Recurre a la presencia aquí del señor Joseph Ratzinger para apuntalar no
sólo a su fallida administración, sobremanera a la candidata de su
partido que —más que por gusto, por obligación— él debe apoyar.
Ambas, la administración y la candidata, van en picada.
Y en aparente acto de contrición, Calderón reconoce el sufrimiento de la
población que, asume sin proponérselo, ha provocado su caótica gestión
al frente de las instituciones, con lo que prácticamente —¡oh,
paradoja!— ha sido él quien las ha mandado derechito al diablo.
Reconoce Calderón que ha hecho sufrir a México y a los mexicanos por la
violencia desatada por su estúpida guerra –sin inteligencia, sólo con
violencia— en contra de (casi todos) los cárteles de la droga. Reconoce,
el dolor, también, por la pobreza que se ha incrementado
exponencialmente en los últimos cinco años. Reconoce que todos hemos
sufrido a partir de la cancelación de prácticamente todas las
oportunidades que antes había en el país.
No entiendo bien a bien, todavía, si esas sus palabras fueron de
verdadera contrición, lo que pongo en tela de duda… o las de un sádico
que se regocija con el sufrimiento de los masoquistas, nosotros, a
quienes desgobierna.
Porque somos eso, sadomasoquistas. Y el sadomasoquismo político ha
tomado el valor de una patología epidémica, si se contemplan los ceños
de la llamada clase política, los enconos de los jueces y ministros, los
acorralamientos partidistas, y la diaria autodestrucción del optimismo
—por mucho que nos digan que la economía mejora o la democracia venza a
la corrupción— como un vicio tan difícil de abandonar como el de la
heroína o el cigarrillo.
La desesperación de la Iglesia Católica y la del panismo representado
por Felipe Calderón tuvieron este fin de semana una mínima dosis de
esperanza, que se desvanecerá al paso de los días.
“La esperanza y el temor son inseparables –decía De la Rochefoucauld— y no hay temor sin esperanza ni esperanza sin temor.”
Temor a perder más fieles.
Temor a perder las elecciones.
Índice Flamígero: Andrés Manuel López Obrador es “más papista que el
Papa”. En entrevista con el diario El País, el candidato presidencial de
las izquierdas dijo que Calderón “no sólo es corrupto, es deshonesto,
que es peor, porque la corrupción es quedarse con dinero, pero la
deshonestidad es quedarse con dinero y además no ser consecuente”, pero
que él lo perdona: “Extiendo mi mano franca a todos. No soy un hombre de
resentimientos. Perdono a todos, lo perdono a él en particular. No
quiero venganza, busco justicia y el país exige la reconciliación a
partir de nuevas reglas”. Sí “más papista que el Papa”. + + + Que no
muera la esperanza. ¡Ya sólo faltan 250 días!
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