Presiona visita papal la reforma religiosa
Rodrigo VeraProceso
Distrito Federal— Desde que Vicente Fox era candidato a la
Presidencia, el clero católico comprometió a los panistas a impulsar una
reforma que le quite todos los candados constitucionales a la Iglesia, y
ahora está a punto de lograrla: sólo falta que se apruebe en el pleno
del Senado.
El encuentro de ayer entre el Papa y el presidente Calderón, la presencia de legisladores en los actos protocolarios, así como las entrevistas del pontífice con los tres aspirantes presidenciales pueden darle el empujoncito final a la reforma.
El embajador de México ante la Santa Sede, Federico Ling Altamirano, adelantó desde Roma que el tema de la reforma constitucional para alcanzar la libertad religiosa en México se incluyó en la agenda de la reunión del Papa Benedicto XVI con el presidente Felipe Calderón el sábado 24.
El diplomático panista –en declaraciones hechas a Notimex el pasado 16 de marzo– agregó que la embajada a su cargo estuvo trabajando en mancuerna y “de manera muy positiva” con las autoridades vaticanas para la elaboración de dicha agenda.
‘‘Pudimos hablar con los personajes más importantes de la Curia Romana para tratar de construir un mensaje sobre los temas de interés de ambas partes, en especial pensando en la entrevista de Benedicto XVI con el presidente Calderón”.
Su contraparte en México, el nuncio apostólico Christophe Pierre, confirmó a Proceso que uno de los temas prioritarios de la agenda papal es precisamente conseguir “libertad religiosa” plena en el país, la cual implica cambios constitucionales que garanticen la instrucción religiosa en las escuelas públicas y la posesión de medios de comunicación masiva por la jerarquía eclesiástica, entre otros puntos.
En esa entrevista exclusiva con este semanario, Pierre aclaró que con esos cambios legislativos el clero no pretende “obtener privilegios”, por lo que recomendó: “No debería partirse del miedo de que el clero o la Iglesia ‘tomen el poder’ o ejerzan poder político. En la actualidad esto, en mi opinión, nace más del prejuicio que de una amenaza real” (Proceso 1845).
Así, las dos representaciones diplomáticas están empujando este importante tema a raíz de la visita a Guanajuato de Joseph Ratzinger, que comenzó el viernes 23 y concluye este lunes 26.
Aparte de provocar la discusión en el Congreso de la reforma al Artículo 24 Constitucional, el viaje papal también reavivó los reclamos en materia de libertad religiosa que la jerarquía viene haciendo desde principios de los noventa, cuando obtuvo reconocimiento jurídico y se reanudaron las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede.
Por ejemplo, en 1997, poco antes de asumir la presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Luis Morales Reyes adelantó a Proceso su estrategia para que los sacerdotes obtengan diputaciones, senadurías, gobiernos estatales y secretarías de Estado:
“Los ministros de culto pueden ocupar cargos de elección popular y en la administración pública, además de tener estaciones propias de radio y televisión. Estos son los objetivos inmediatos de la Iglesia”.
Detalló incluso algunas líneas de acción para lograr sus objetivos:
“Iniciaremos un nuevo diálogo con el gobierno para perfeccionar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, la cual nos impide ocupar cargos de elección popular y poseer estaciones de radio y televisión. Estos candados violan nuestros derechos. Ningún ciudadano debe ser restringido en sus derechos por las leyes civiles. Al ciudadano no debe limitarlo nada” (Proceso 1083).
–¿A qué niveles gubernamentales realizarán estas negociaciones?– se le preguntó entonces.
–Dialogaremos con todas las instancias. Obviamente que para nosotros la más importante es el presidente de la República. Está también la Secretaría de Gobernación. Pero no nos quedaremos solo a nivel gubernamental. Nuestros diálogos serán en distintas direcciones: con los líderes de los partidos políticos y de opinión, con los juristas y constitucionalistas, con la sociedad civil.
Tres años después, en 2000, el entonces candidato panista a la presidencia, Vicente Fox, durante su campaña creó una coordinación de asuntos religiosos a través de la que sostuvo encuentros con 35 obispos, varios grupos de laicos católicos, congregaciones religiosas y representantes de iglesias evangélicas.
De esos encuentros surgió el famoso “Decálogo de campaña”, diez promesas hechas por Fox al episcopado. Se comprometió a cumplirlas durante su periodo presidencial.
Alberto Ortega Venzor, el coordinador de asuntos religiosos de la campaña, aclaraba: “Fox no inventó nada. Sus propuestas son producto de esos encuentros”. Mientras que Porfirio Muñoz Ledo y Horacio Aguilar Álvarez, otros colaboradores de Fox, trabajaban conjuntamente con Venzor.
El decálogo –que alude a las Tablas de la Ley de Moisés– se declaraba a favor de la vida desde el momento de la concepción; ofrecía reformar el artículo 130 constitucional, que consagra el principio de la separación del Estado y las Iglesias; prometía abrir a éstas los medios de comunicación masiva; respetar que los padres de familia decidan la educación de sus hijos (por lo tanto abría la puerta a una eventual reforma al artículo tercero constitucional); promover una reforma hacendaria para deducir impuestos a las Iglesias; y también homologar los estudios eclesiásticos en el ámbito civil, entre otros ofrecimientos.
La jerarquía católica estaba eufórica con estas promesas del guanajuatense. “Esperamos que todos los aspirantes hagan el ofrecimiento de incrementar la libertad religiosa”, comentaba entusiasta el cardenal Norberto Rivera Carrera. “Ojalá todos los candidatos a la Presidencia hicieran lo mismo. La Iglesia abre sus brazos a todos, porque es madre y maestra”, decía monseñor Felipe Aguirre Franco, entonces obispo de Tuxtla Gutiérrez.
Mientras que Genaro Alamilla, obispo emérito de Papantla, llegó al extremo de exhortar al electorado a votar por Fox y no por el PRI.
Pero la euforia terminó en decepción; Fox no logró concretar esos cambios al finalizar su sexenio, sobre todo porque dependen del Congreso y no de la Presidencia de la República.
Sin embargo, el “Decálogo de campaña” sirvió al menos para definir los cambios que quiere la Iglesia, por ser producto de una labor de consenso. A partir de entonces se tomó como un punto de referencia al que se le fueron incluyendo otras demandas.
Al igual que Fox, cuando era aspirante presidencial Felipe Calderón se comprometió a abrir las escuelas públicas y los medios de comunicación masiva a las iglesias, así como a permitirles la evangelización del Ejército mediante las capellanías castrenses, entre otros puntos enmarcados en la llamada “libertad religiosa”.
Este compromiso lo hizo el 25 de enero de 2006, en un encuentro que sostuvo con el grupo interconfesional Por México, integrado por representantes de las iglesias católica, ortodoxa y anglicana, así como por líderes de iglesias evangélicas.
El actual presidente de la CEM, monseñor Carlos Aguiar Retes, modificó la estrategia eclesiástica para lograr las reformas constitucionales, al intentar influir sobre todo en el Poder Legislativo, según declaró a esta revista en diciembre de 2006, tan pronto asumió el cargo:
“El presidente de la República puede tener coincidencias muy fuertes con la Iglesia. Está bien, pero el presidente no lo puede hacer todo. Se necesita también a las fuerzas políticas expresadas en el Congreso. La clave no está, pues, en el Poder Ejecutivo, sino en el Legislativo… Hablamos de un asunto de leyes, y las leyes dependen del Legislativo”.
–¿Ahora piensa usted influir en el Congreso?
–Así es. Espero que, durante este periodo en el que fui elegido, se puedan hacer contactos personales en el Congreso que nos ayuden a llevar a cabo la anhelada reforma en materia religiosa que necesita el país, para así alcanzar la democracia plena.
“Hace falta que las leyes mexicanas garanticen la libertad religiosa. Actualmente, la Constitución sólo garantiza la libertad de creencia y de culto; esto es, que cada quien pueda creer en lo que mejor le plazca y realizar el culto convenido, para que nadie lo obligue a creer en algo distinto. Pero esto es apenas una pequeña parte de la verdadera libertad religiosa”.
Aguiar Retes señaló que la libertad religiosa también implica –como lo estipula la ONU–“el derecho humano a la expresión, asociación, gestión y servicio de una fe”.
Sobre la instrucción religiosa en las escuelas públicas, dijo: “Actualmente, la enseñanza religiosa que recibe el niño o el joven en su hogar no se ve complementada en la escuela pública. Por eso decimos que, en ese campo, no hay todavía libertad religiosa”.
Aclaró: “La Iglesia no quiere que la educación pública deje de ser laica. No. Que siga siendo laica. Pero no un laicismo contrarreligioso, sino simplemente un laicismo que exprese la neutralidad del Estado ante las distintas creencias, donde se respete el derecho de los padres de familia a que sus hijos sean educados conforme a su fe”.
Y respecto al derecho que deben tener los sacerdotes mexicanos a ocupar cargos de elección popular, señaló: “El sacerdote es también un ciudadano. Por lo tanto, las leyes civiles no le pueden prohibir ese derecho. En América Latina, Europa, Estados Unidos y Canadá, los ministros de culto pueden postularse a cargos de elección popular, porque son ciudadanos con todos sus derechos” (Proceso 1574).
A partir de entonces el episcopado fortaleció sus negociaciones en el Congreso, donde uno de sus principales operadores fue el senador panista Federico Döring, quien sostenía acuerdos con Aguiar Retes y Rivera Carrera, pues, dijo, “mi compromiso es empujar el tema”. (Proceso 1602).
En otro flanco, la evangelización del Ejército ha venido consolidándose a través de la permanente apertura de capellanías castrenses. Ya las hay en las capitales de todos los estados. El Vaticano espera que muy pronto México tenga por fin un obispado castrense: con su catedral, obispo, sacerdotes y seminario propios, dedicados exclusivamente a brindar servicios espirituales a los militares.
Como preámbulo a su actual visita, en 2009 Benedicto XVI envió a México a su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, con el fin de que hablara sobre el tema de la libertad religiosa ante intelectuales y académicos mexicanos.
A petición de la Santa Sede y del episcopado mexicano, el encuentro se celebró el 19 de enero de ese año en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro. La Iglesia escogió ese recinto por ser un ícono del Estado laico y porque ahí se promulgó la Constitución de 1917, a la que ahora pretende hacerle modificaciones (Proceso 1681).
En su discurso, Bertone –el hombre más importante en el Vaticano después del Papa– elogió los acuerdos en materia de libertad religiosa que está firmando la Santa Sede con otros Estados. Se refirió particularmente al acuerdo con el gobierno brasileño de Lula da Silva, firmado en 2008.
En México, por lo pronto, la Cámara de Diputados aprobó en diciembre pasado una reforma al artículo 24 constitucional, que permite los actos de culto afuera de los templos, ya sin permiso de la Secretaría de Gobernación. Actualmente la reforma se está discutiendo en el Senado; fue aprobada en comisiones el pasado 14 de marzo y falta el espaldarazo en el pleno.
Roberto Velázquez Nieto, investigador del Archivo Secreto Vaticano y especialista en la relación entre México y la Santa Sede, ha señalado que pueden saltarse muchas discusiones en el Congreso con la simple firma de un “acuerdo” o “concordato” entre jefes de Estado al que sólo le faltaría la aprobación del Senado. Es la tendencia de la Santa Sede que puede aplicarse en México, dijo.
Agregó que las demandas de la jerarquía se están negociando entre la cancillería mexicana y la Secretaría de Estado del Vaticano, un proceso diplomático que “ya maduró” y solo falta que “se concrete jurídicamente” (Proceso 1839).
Por su parte el nuncio Christophe Pierre, en la citada entrevista con este semanario, precisó que “la Iglesia no promueve un cierto tipo de acuerdo o concordato de manera universal. La situación particular de cada país exige que, con sabiduría, se creen poco a poco los marcos jurídicos necesarios”.
Respecto a México, agregó el nuncio:
“Las autoridades eclesiásticas son, sin embargo, conscientes de las restricciones que la reforma de 1992 ha mantenido a la actividad pública de las religiones. Un ejemplo es la limitación al derecho de poseer medios de comunicación social, o también a la restricción de la libertad de expresión del clero sobre algunos argumentos, no de orden político, sino de interés público. Por eso la Iglesia busca desde hace algunos años dialogar con las autoridades públicas proponiendo se introduzca en la legislación un reconocimiento más completo de la libertad religiosa”.
Y recalcó que “la libertad religiosa es un derecho de todos los ciudadanos, sin excepción, y no una concesión otorgada por el Estado”.
Dijo estar “muy consciente de la historia de México”, marcada por “luchas y confrontaciones” entre la Iglesia y el Estado. Pero, en su opinión, “no podemos ser prisioneros de la historia”, sino construir ya sin prejuicios una verdadera sociedad democrática.
Por eso, concluyó, la misión que como diplomático le confió Benedicto XVI es el “diálogo, con paciencia y sin cansancio, para disminuir los prejuicios y favorecer la mutua comprensión”.
El Papa en Guanajuato
Mientras la Iglesia está pidiendo cambios constitucionales, Calderón, por lo pronto, le pidió desesperadamente al Papa que “ilumine el alma” de los mexicanos ante la terrible situación por la que atraviesa el país, azotado por la violencia del narcotráfico, la crisis económica, sequías, epidemias, inundaciones y para colmo terremotos.
Fue este el catastrófico panorama del país que Calderón le pintó a Ratzinger en el discurso de bienvenida que le ofreció la tarde del viernes 23, cuando el pontífice llegó de Italia al Aeropuerto Internacional del Bajío.
En el estrado, flanqueado por la bandera de México y el Vaticano, dijo Calderón:
“La presencia de Su Santidad entre nosotros adquiere un significado enorme en horas aciagas, en momentos en que nuestra patria atraviesa por situaciones difíciles y decisivas.
“Lo recibe, Su Santidad, un pueblo que ha sufrido mucho por diversas razones… México sufrió, por ejemplo, como pocos países, los efectos de la crisis económica internacional, la más profunda que hayan visto las generaciones actuales en el mundo.
“México también ha sufrido, Su Santidad lo sabe, la violencia despiadada y descarnada de los delincuentes.
“En los últimos años, Su Santidad, también hemos sufrido sequías e inundaciones sin precedentes… además de epidemias y terremotos”.
Después, Calderón le dijo al pontífice en tono suplicante:
“Y es por ello que su visita nos llena de alegría en momentos de gran tribulación… yo sé que su visita, Su Santidad, alentará el esfuerzo de los mexicanos y reconfortará su alma… sé que serán también las suyas palabras de consuelo y de inspiración para quienes las necesitan, y renovará la esperanza en millones de hogares de México.
“Confío en que la visita de Su Santidad ilumine el alma de las mujeres y de los hombres de esta tierra, en particular de quienes más sufren, con la profundidad de su pensamiento, como hombre notable y de fecunda inteligencia, que sabemos que es usted. Gracias por estar en México”.
El encuentro de ayer entre el Papa y el presidente Calderón, la presencia de legisladores en los actos protocolarios, así como las entrevistas del pontífice con los tres aspirantes presidenciales pueden darle el empujoncito final a la reforma.
El embajador de México ante la Santa Sede, Federico Ling Altamirano, adelantó desde Roma que el tema de la reforma constitucional para alcanzar la libertad religiosa en México se incluyó en la agenda de la reunión del Papa Benedicto XVI con el presidente Felipe Calderón el sábado 24.
El diplomático panista –en declaraciones hechas a Notimex el pasado 16 de marzo– agregó que la embajada a su cargo estuvo trabajando en mancuerna y “de manera muy positiva” con las autoridades vaticanas para la elaboración de dicha agenda.
‘‘Pudimos hablar con los personajes más importantes de la Curia Romana para tratar de construir un mensaje sobre los temas de interés de ambas partes, en especial pensando en la entrevista de Benedicto XVI con el presidente Calderón”.
Su contraparte en México, el nuncio apostólico Christophe Pierre, confirmó a Proceso que uno de los temas prioritarios de la agenda papal es precisamente conseguir “libertad religiosa” plena en el país, la cual implica cambios constitucionales que garanticen la instrucción religiosa en las escuelas públicas y la posesión de medios de comunicación masiva por la jerarquía eclesiástica, entre otros puntos.
En esa entrevista exclusiva con este semanario, Pierre aclaró que con esos cambios legislativos el clero no pretende “obtener privilegios”, por lo que recomendó: “No debería partirse del miedo de que el clero o la Iglesia ‘tomen el poder’ o ejerzan poder político. En la actualidad esto, en mi opinión, nace más del prejuicio que de una amenaza real” (Proceso 1845).
Así, las dos representaciones diplomáticas están empujando este importante tema a raíz de la visita a Guanajuato de Joseph Ratzinger, que comenzó el viernes 23 y concluye este lunes 26.
Aparte de provocar la discusión en el Congreso de la reforma al Artículo 24 Constitucional, el viaje papal también reavivó los reclamos en materia de libertad religiosa que la jerarquía viene haciendo desde principios de los noventa, cuando obtuvo reconocimiento jurídico y se reanudaron las relaciones diplomáticas entre México y la Santa Sede.
Por ejemplo, en 1997, poco antes de asumir la presidencia de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), monseñor Luis Morales Reyes adelantó a Proceso su estrategia para que los sacerdotes obtengan diputaciones, senadurías, gobiernos estatales y secretarías de Estado:
“Los ministros de culto pueden ocupar cargos de elección popular y en la administración pública, además de tener estaciones propias de radio y televisión. Estos son los objetivos inmediatos de la Iglesia”.
Detalló incluso algunas líneas de acción para lograr sus objetivos:
“Iniciaremos un nuevo diálogo con el gobierno para perfeccionar la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, la cual nos impide ocupar cargos de elección popular y poseer estaciones de radio y televisión. Estos candados violan nuestros derechos. Ningún ciudadano debe ser restringido en sus derechos por las leyes civiles. Al ciudadano no debe limitarlo nada” (Proceso 1083).
–¿A qué niveles gubernamentales realizarán estas negociaciones?– se le preguntó entonces.
–Dialogaremos con todas las instancias. Obviamente que para nosotros la más importante es el presidente de la República. Está también la Secretaría de Gobernación. Pero no nos quedaremos solo a nivel gubernamental. Nuestros diálogos serán en distintas direcciones: con los líderes de los partidos políticos y de opinión, con los juristas y constitucionalistas, con la sociedad civil.
Tres años después, en 2000, el entonces candidato panista a la presidencia, Vicente Fox, durante su campaña creó una coordinación de asuntos religiosos a través de la que sostuvo encuentros con 35 obispos, varios grupos de laicos católicos, congregaciones religiosas y representantes de iglesias evangélicas.
De esos encuentros surgió el famoso “Decálogo de campaña”, diez promesas hechas por Fox al episcopado. Se comprometió a cumplirlas durante su periodo presidencial.
Alberto Ortega Venzor, el coordinador de asuntos religiosos de la campaña, aclaraba: “Fox no inventó nada. Sus propuestas son producto de esos encuentros”. Mientras que Porfirio Muñoz Ledo y Horacio Aguilar Álvarez, otros colaboradores de Fox, trabajaban conjuntamente con Venzor.
El decálogo –que alude a las Tablas de la Ley de Moisés– se declaraba a favor de la vida desde el momento de la concepción; ofrecía reformar el artículo 130 constitucional, que consagra el principio de la separación del Estado y las Iglesias; prometía abrir a éstas los medios de comunicación masiva; respetar que los padres de familia decidan la educación de sus hijos (por lo tanto abría la puerta a una eventual reforma al artículo tercero constitucional); promover una reforma hacendaria para deducir impuestos a las Iglesias; y también homologar los estudios eclesiásticos en el ámbito civil, entre otros ofrecimientos.
La jerarquía católica estaba eufórica con estas promesas del guanajuatense. “Esperamos que todos los aspirantes hagan el ofrecimiento de incrementar la libertad religiosa”, comentaba entusiasta el cardenal Norberto Rivera Carrera. “Ojalá todos los candidatos a la Presidencia hicieran lo mismo. La Iglesia abre sus brazos a todos, porque es madre y maestra”, decía monseñor Felipe Aguirre Franco, entonces obispo de Tuxtla Gutiérrez.
Mientras que Genaro Alamilla, obispo emérito de Papantla, llegó al extremo de exhortar al electorado a votar por Fox y no por el PRI.
Pero la euforia terminó en decepción; Fox no logró concretar esos cambios al finalizar su sexenio, sobre todo porque dependen del Congreso y no de la Presidencia de la República.
Sin embargo, el “Decálogo de campaña” sirvió al menos para definir los cambios que quiere la Iglesia, por ser producto de una labor de consenso. A partir de entonces se tomó como un punto de referencia al que se le fueron incluyendo otras demandas.
Al igual que Fox, cuando era aspirante presidencial Felipe Calderón se comprometió a abrir las escuelas públicas y los medios de comunicación masiva a las iglesias, así como a permitirles la evangelización del Ejército mediante las capellanías castrenses, entre otros puntos enmarcados en la llamada “libertad religiosa”.
Este compromiso lo hizo el 25 de enero de 2006, en un encuentro que sostuvo con el grupo interconfesional Por México, integrado por representantes de las iglesias católica, ortodoxa y anglicana, así como por líderes de iglesias evangélicas.
El actual presidente de la CEM, monseñor Carlos Aguiar Retes, modificó la estrategia eclesiástica para lograr las reformas constitucionales, al intentar influir sobre todo en el Poder Legislativo, según declaró a esta revista en diciembre de 2006, tan pronto asumió el cargo:
“El presidente de la República puede tener coincidencias muy fuertes con la Iglesia. Está bien, pero el presidente no lo puede hacer todo. Se necesita también a las fuerzas políticas expresadas en el Congreso. La clave no está, pues, en el Poder Ejecutivo, sino en el Legislativo… Hablamos de un asunto de leyes, y las leyes dependen del Legislativo”.
–¿Ahora piensa usted influir en el Congreso?
–Así es. Espero que, durante este periodo en el que fui elegido, se puedan hacer contactos personales en el Congreso que nos ayuden a llevar a cabo la anhelada reforma en materia religiosa que necesita el país, para así alcanzar la democracia plena.
“Hace falta que las leyes mexicanas garanticen la libertad religiosa. Actualmente, la Constitución sólo garantiza la libertad de creencia y de culto; esto es, que cada quien pueda creer en lo que mejor le plazca y realizar el culto convenido, para que nadie lo obligue a creer en algo distinto. Pero esto es apenas una pequeña parte de la verdadera libertad religiosa”.
Aguiar Retes señaló que la libertad religiosa también implica –como lo estipula la ONU–“el derecho humano a la expresión, asociación, gestión y servicio de una fe”.
Sobre la instrucción religiosa en las escuelas públicas, dijo: “Actualmente, la enseñanza religiosa que recibe el niño o el joven en su hogar no se ve complementada en la escuela pública. Por eso decimos que, en ese campo, no hay todavía libertad religiosa”.
Aclaró: “La Iglesia no quiere que la educación pública deje de ser laica. No. Que siga siendo laica. Pero no un laicismo contrarreligioso, sino simplemente un laicismo que exprese la neutralidad del Estado ante las distintas creencias, donde se respete el derecho de los padres de familia a que sus hijos sean educados conforme a su fe”.
Y respecto al derecho que deben tener los sacerdotes mexicanos a ocupar cargos de elección popular, señaló: “El sacerdote es también un ciudadano. Por lo tanto, las leyes civiles no le pueden prohibir ese derecho. En América Latina, Europa, Estados Unidos y Canadá, los ministros de culto pueden postularse a cargos de elección popular, porque son ciudadanos con todos sus derechos” (Proceso 1574).
A partir de entonces el episcopado fortaleció sus negociaciones en el Congreso, donde uno de sus principales operadores fue el senador panista Federico Döring, quien sostenía acuerdos con Aguiar Retes y Rivera Carrera, pues, dijo, “mi compromiso es empujar el tema”. (Proceso 1602).
En otro flanco, la evangelización del Ejército ha venido consolidándose a través de la permanente apertura de capellanías castrenses. Ya las hay en las capitales de todos los estados. El Vaticano espera que muy pronto México tenga por fin un obispado castrense: con su catedral, obispo, sacerdotes y seminario propios, dedicados exclusivamente a brindar servicios espirituales a los militares.
Como preámbulo a su actual visita, en 2009 Benedicto XVI envió a México a su secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, con el fin de que hablara sobre el tema de la libertad religiosa ante intelectuales y académicos mexicanos.
A petición de la Santa Sede y del episcopado mexicano, el encuentro se celebró el 19 de enero de ese año en el Teatro de la República de la ciudad de Querétaro. La Iglesia escogió ese recinto por ser un ícono del Estado laico y porque ahí se promulgó la Constitución de 1917, a la que ahora pretende hacerle modificaciones (Proceso 1681).
En su discurso, Bertone –el hombre más importante en el Vaticano después del Papa– elogió los acuerdos en materia de libertad religiosa que está firmando la Santa Sede con otros Estados. Se refirió particularmente al acuerdo con el gobierno brasileño de Lula da Silva, firmado en 2008.
En México, por lo pronto, la Cámara de Diputados aprobó en diciembre pasado una reforma al artículo 24 constitucional, que permite los actos de culto afuera de los templos, ya sin permiso de la Secretaría de Gobernación. Actualmente la reforma se está discutiendo en el Senado; fue aprobada en comisiones el pasado 14 de marzo y falta el espaldarazo en el pleno.
Roberto Velázquez Nieto, investigador del Archivo Secreto Vaticano y especialista en la relación entre México y la Santa Sede, ha señalado que pueden saltarse muchas discusiones en el Congreso con la simple firma de un “acuerdo” o “concordato” entre jefes de Estado al que sólo le faltaría la aprobación del Senado. Es la tendencia de la Santa Sede que puede aplicarse en México, dijo.
Agregó que las demandas de la jerarquía se están negociando entre la cancillería mexicana y la Secretaría de Estado del Vaticano, un proceso diplomático que “ya maduró” y solo falta que “se concrete jurídicamente” (Proceso 1839).
Por su parte el nuncio Christophe Pierre, en la citada entrevista con este semanario, precisó que “la Iglesia no promueve un cierto tipo de acuerdo o concordato de manera universal. La situación particular de cada país exige que, con sabiduría, se creen poco a poco los marcos jurídicos necesarios”.
Respecto a México, agregó el nuncio:
“Las autoridades eclesiásticas son, sin embargo, conscientes de las restricciones que la reforma de 1992 ha mantenido a la actividad pública de las religiones. Un ejemplo es la limitación al derecho de poseer medios de comunicación social, o también a la restricción de la libertad de expresión del clero sobre algunos argumentos, no de orden político, sino de interés público. Por eso la Iglesia busca desde hace algunos años dialogar con las autoridades públicas proponiendo se introduzca en la legislación un reconocimiento más completo de la libertad religiosa”.
Y recalcó que “la libertad religiosa es un derecho de todos los ciudadanos, sin excepción, y no una concesión otorgada por el Estado”.
Dijo estar “muy consciente de la historia de México”, marcada por “luchas y confrontaciones” entre la Iglesia y el Estado. Pero, en su opinión, “no podemos ser prisioneros de la historia”, sino construir ya sin prejuicios una verdadera sociedad democrática.
Por eso, concluyó, la misión que como diplomático le confió Benedicto XVI es el “diálogo, con paciencia y sin cansancio, para disminuir los prejuicios y favorecer la mutua comprensión”.
El Papa en Guanajuato
Mientras la Iglesia está pidiendo cambios constitucionales, Calderón, por lo pronto, le pidió desesperadamente al Papa que “ilumine el alma” de los mexicanos ante la terrible situación por la que atraviesa el país, azotado por la violencia del narcotráfico, la crisis económica, sequías, epidemias, inundaciones y para colmo terremotos.
Fue este el catastrófico panorama del país que Calderón le pintó a Ratzinger en el discurso de bienvenida que le ofreció la tarde del viernes 23, cuando el pontífice llegó de Italia al Aeropuerto Internacional del Bajío.
En el estrado, flanqueado por la bandera de México y el Vaticano, dijo Calderón:
“La presencia de Su Santidad entre nosotros adquiere un significado enorme en horas aciagas, en momentos en que nuestra patria atraviesa por situaciones difíciles y decisivas.
“Lo recibe, Su Santidad, un pueblo que ha sufrido mucho por diversas razones… México sufrió, por ejemplo, como pocos países, los efectos de la crisis económica internacional, la más profunda que hayan visto las generaciones actuales en el mundo.
“México también ha sufrido, Su Santidad lo sabe, la violencia despiadada y descarnada de los delincuentes.
“En los últimos años, Su Santidad, también hemos sufrido sequías e inundaciones sin precedentes… además de epidemias y terremotos”.
Después, Calderón le dijo al pontífice en tono suplicante:
“Y es por ello que su visita nos llena de alegría en momentos de gran tribulación… yo sé que su visita, Su Santidad, alentará el esfuerzo de los mexicanos y reconfortará su alma… sé que serán también las suyas palabras de consuelo y de inspiración para quienes las necesitan, y renovará la esperanza en millones de hogares de México.
“Confío en que la visita de Su Santidad ilumine el alma de las mujeres y de los hombres de esta tierra, en particular de quienes más sufren, con la profundidad de su pensamiento, como hombre notable y de fecunda inteligencia, que sabemos que es usted. Gracias por estar en México”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario