domingo, 25 de marzo de 2012

“El sacerdote me dice que sólo lo “tocó”

¡¡Exijamos lo Imposible!!
LA PEDERASTIA QUE EL PAPA NO QUIERE VER


“Me falta un testículo, por eso tengo la tentación de tocar niños”, dijo como excusa el sacerdote José Luis de María y Campos López de la Diócesis de Guanajuato, a María, madre de un niño a quien violó varias veces bajo el argumento de que era “el elegido por Dios” y con la protección continuada del obispo José Guadalupe Martín Rábago.

En Guanajuato, tierra yunquista, las víctimas de pederastia clerical forman parte de manera silenciosa de la visita del Papa Benedicto XVI quien se ha negado a recibirlas durante su estancia del 23 al 26 de marzo.

En otros países que ha visitado, Joseph Ratzinger se entrevistó con víctimas de abuso sexual de sacerdotes; en cambio, en México la Santa Sede rechazó de manera frontal y despreció la posibilidad de un encuentro.

Las víctimas existen, aunque el Vaticano no quiera verlas, ni escucharlas. Sus testimonios son fiel reflejo del cisma que ha provocado los crímenes sexuales del clero en la Iglesia. Y también de la política de silencio y desprestigio impulsada por la jerarquía católica mexicana contra quienes tienen el valor de denunciar a los agresores sexuales con sotana.

GUANAJUATO Y LA PEDERASTIA

“No digas nada de lo que te hago, porque le puede pasar algo a tu mamá o a tu abuelita. No digas nada, porque le va a pasar algo a tu hermanita”, amenazó el padre José Luis de María y Campos López al niño de 10 años, acólito de la cuasiparroquia María Auxiliadora, ubicada en la calle Costas del Océano Pacífico número 401, en la colonia Santa María de los Cementos, al sur de la ciudad de León.

La hermanita del niño padece una discapacidad. Su madre que vende muebles por las calles es el sostén de la familia. El sacerdote había ido buscando acólitos casa por casa en esa colonia marginada hasta que logró reunir un grupo de 24 niños a quienes se llevaba a su casa para darles clases: “Íbamos entrando a la colonia, cuando escuché que dos señoras comentar que un niño había dicho que el padre les andaba bajando “los chones” a los monaguillos y que quién sabe qué más les estaba haciendo. Me preocupe… cuando llegué a casa cuestioné a mi hijo… hasta que aceptó lo que había pasado”.

Añade: “Me dijo que fueron varias veces. La última, el sacerdote le había quitado toda su ropa y él comenzó a llorar pero el padre le pidió que no llorara, le dijo que lo que le hacía no era malo, que era parte, pues, de consagrarse ante Dios…. Le decía que era el elegido por Dios y le repetía: ‘lo que te hago no es pecado. Te lo aseguro’”; luego, el padre de María y Campos López le daba la comunión.

María fue a reclamarle al sacerdote, pero este le dio sólo excusas de los abusos diciendo que tenía un “defecto físico”, concretamente que le faltaba un testículo y por eso “tocaba niños”. Le ofreció dinero intentando comprar su silencio, pero no aceptó. Luego lo fue a denunciar con el obispo de León, José Martín Rábago, ex presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), quien se negó a recibirla durante cuatro días, hasta que finalmente accedió y le dijo: “El sacerdote me dice que sólo “tocó” a su hijo. Es mejor que guarde silencio sobre este asunto, de lo contrario sería perjudicada porque la foto de su hijo saldría en los periódicos”. Después le ofreció dinero. Ella le contestó: “Yo lo que quiero es que este señor no siga siendo sacerdote. ¿Usted qué cree? ¿Qué yo ando vendiendo a mi hijo? El obispo tapó al sacerdote y lo justificó desde el principio”.

Comprobó que la jerarquía católica mexicana mantiene una política de silencio en torno a los abusos sexuales del clero. Y buscó justicia.

EL MEJOR ABOGADO

El obispo José Guadalupe Martín Rábago, principal anfitrión del Papa Benedicto XVI en Guanajuato, es un conocido protector de sacerdotes pederastas. Los casos han sido documentados y denunciados ante la justicia, el Tribunal Eclesiástico y las organizaciones de apoyo a las víctimas de abusos sexuales de sacerdotes.

El testimonio de María y su hijo fue fundamental para llevar ante la justicia al sacerdote de María y Campos López en 2006. La jueza Séptimo de lo Penal, Nora Patricia Neri, lo sentenció a seis años de cárcel por los delitos de corrupción de menores y “abuso erótico sexual” contra tres monaguillos de entre 10 y 14 años. En realidad las víctimas fueron más, pero prefirieron no denunciarlo.

El cura pederasta recibió todo el apoyo del obispo Martín Rábago. Ante las denuncias de abuso sexual escapó y fue escondido en una casa de Guadalajara, Jalisco. La policía lo localizó y lo detuvo el 26 de marzo de 2005. Luego intentó ampararlo para que saliera libre, cosa que no se le permitió. Después destinó a costosos abogados para llevar su defensa. Dos de sus letrados, José María Toledo e Ismael Ahedo, exigieron un careo de los niños con su agresor, algo que lamentablemente permite la legislación mexicana, pese a vulnerar todos lo tratados internacionales de protección a menores. La experiencia lastimó aún más a las víctimas.

Sin embargo, la juez Neri dictó una sentencia sin precedentes en México. Condenó al cura a seis años de cárcel y a pagar 25 mil pesos para costear los tratamientos psicológicos de sus víctimas. El obispo Martín Rábago reaccionó inmediatamente señalando que los niños habían mentido: “… las declaraciones de quienes se dicen víctimas del delito, se encuentran plagadas de dudas, reticencias, son obscuras y lo que es más resultan falsas”.

El obispo continuó protegiendo al cura pederasta durante su internamiento en el penal de León, Guanajuato. El vocero del obispado, el sacerdote Jorge Raúl Villegas Chávez, encargado ahora de la asistencia en la visita del Papa Benedicto XVI, sostuvo siempre que el sacerdote era inocente y acuso y denostó a las víctimas, algo común entre la jerarquía católica mexicana: “Tienen intereses económicos y un interés de venganza”.

La defensa del obispo Martín Rábago no terminó allí. La Arquidiócesis de Guanajuato logró que el cura fuera “preliberado” por “buena conducta” y por alcanzar un “adecuado grado de readaptación social”. Solo purgó cuatro años y siete meses de cárcel. A pesar de los graves delitos por los que estuvo preso, nunca fue retirado del ministerio sacerdotal.

Al contrario, el cura fue recibido con bombo y platillo. Se le ofreció una misa en la parroquia Las Crucitas con más de 200 personas y el padre Raúl Villegas Chávez anunció: “Él puede volver al sacerdocio cuando lo decida. El delito que cometió y la pena que recibió no hacen que merezca o no lo hace capaz de recibir la ex comunión, si él quisiera, puede continuar su ministerio, el derecho no le prohíbe para nada ejercer su ministerio. Él es sacerdote y aún el peor de los pecadores merece la indulgencia, el perdón, Jesús mismo perdona a Judas, nosotros no somos jueces, es Dios el que debe juzgar, y al contrario, estamos para dar salvación como iglesia católica”.

Efectivamente. Protegido, arropado y apoyado por la Arquidiócesis de Guanajuato, el cura pederasta José Luis de María y Campos sentenciado por violar a niños sigue ejerciendo el sacerdocio en el estado de Guanajuato, cuna de la visita del Papa Benedicto XVI. El obispo desobedece incluso las propias instrucciones del pontífice.

Fue Joseph Ratzinger quien endureció en julio de 2010 las reglas contra la pederastia de los sacerdotes, un documento enmarcado en el Derecho Canónico que incluye la ampliación hasta 20 años del tiempo de prescripción de los delitos contra menores de edad, el uso de pornografía infantil como delito grave y la orden a los obispos de no encubrir a los agresores sexuales con sotana.

PASTORES DEVORADORES

¿Cuántos curas pederastas hay en México? Es difícil saberlo porque la jerarquía católica se niega a abrir sus archivos secretos que determinarían el paradero de cada agresor sexual y el camino que han seguido en el permanente cambio de parroquias, estados y países, que sus superiores ordenan para evadir la acción de la justicia y la reparación del daño ocasionado a las víctimas.

“Lo que sabemos es que hay miles de víctimas”, dice Joaquín Aguilar Méndez director de la Red de Sobrevivientes de Abusos Sexuales de Sacerdotes México, a quien le fue negada la posibilidad de entrevistarse con Benedicto XVI durante su estancia en Guanajuato.
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