¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
El optimismo del general Naranjo
Alejandro Encinas Rodríguez
Si
bien la violencia y las ejecuciones asociadas a la delincuencia
organizada han pasado a un segundo plano en la política de comunicación
del gobierno, la situación prevalece en vastas regiones del país.
El Pacto por México; el uso indebido de recursos públicos en los
procesos electorales en marcha; la escandalosa corrupción del ex
gobernador Granier que engrosa la extensa lista de funcionarios
corruptos de todos signos y colores que demeritan la función pública,
han servido para distraer la atención de la opinión pública, pues la
zozobra prevalece en la vida cotidiana de millones de mexicanos.
Contra el optimismo oficial expresado por el general Oscar Naranjo,
quien dijo que durante los primeros meses del gobierno de Enrique Peña
Nieto se reportó un descenso de 17% en muertes violentas, las
ejecuciones acreditan repuntes al alza. Por ejemplo: en diciembre del
2012 se registraron 982 ejecuciones y en abril pasado la suma alcanzó a
969 personas, incrementando el promedio del actual gobierno a 34
ejecuciones diarias. En contraparte, el incremento de las policías
comunitarias y de los grupos de autodefensa va en aumento, ya que en
noviembre de 2012 existían 8 grupos en tres entidades y para mayo del
2013 la cifra aumentó a 44 grupos en 16 estados del país.
Para el general en retiro del ejército colombiano, miembro de la
International Drug Enforcement Association, filial de la DEA y asesor de
Peña Nieto, el gobierno empieza a responder a los “fenómenos de tipo
social”, pues ha lanzado “una política de prevención social del delito”
resultado de “la combinación de firmeza en la aplicación de la ley, el
fortalecimiento institucional y el mejor desempeño de las distintas
instituciones del Estado”.
Peña Nieto propuso como parte de la Estrategia Nacional de Seguridad
Pública acciones que a la fecha no se han cumplido: planeación y
coordinación entre instituciones y autoridades de entidades y
municipios, asignando responsabilidades y fechas precisas para cada
institución; un programa transversal de prevención, que alinearía las
políticas para combatir las adicciones, rescatar espacios públicos y
promover proyectos productivos; un Programa Nacional de Derechos
Humanos; modernización de la PGR y depuración del Instituto Nacional de
Migración; creación de una Gendarmería Nacional integrada, en principio,
por 10 mil elementos, manteniendo presencia de las Fuerzas Armadas en
labores de seguridad mientras concluye la reestructuración de policías
estatales.
Se mantienen en lo fundamental las mismas políticas implementadas en los
últimos años y que han demostrado su fracaso. Las nuevas acciones están
lejos de implementarse. Se mantienen intocadas la impunidad y las
causas que derivaron en el incremento de las actividades delictivas: un
Estado débil, resultado de las políticas de privatización y
desmantelamiento del aparato estatal, que habían permitido garantizar el
control territorial del país y que tras las decisiones adoptadas desde
mediados de los 80, cedió al crimen territorios donde quien rige no es
la autoridad electa, sino el poder de la delincuencia.
Subsisten altos niveles de desempleo, pérdida del poder adquisitivo de
los salarios e incremento de la pobreza que ha dañado a los jóvenes,
dilapidando el bono demográfico y que no se resolverá con programas
asistencialistas como la Cruzada contra el Hambre; al tiempo que
prevalece la rentabilidad de la economía del delito, que dota de enorme
poder financiero y patrimonial al crimen, pesando cada vez más en la
economía, ya que de acuerdo con Hacienda, en México se lavan 10 mil
millones de dólares al año, equivalente a 3.6% del PIB.
Son muchos los asuntos trascendentes que de manera simultánea enfrenta
el país, lo que no justifica distraer la atención en el mayor mal que
aqueja a los ciudadanos. Subestimar esta situación implica cometer el
mismo error que detonó la violencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario