Milenio
¿Reforma migratoria?, crónica de la infamia
Epigmenio Ibarra
¿Qué haríamos en México si mañana nuestros millones de
compatriotas en Estados Unidos se olvidan de nosotros de la misma manera
en que este régimen que padecemos se olvida de ellos? ¿Cómo
sobrevivirían millones de familias en nuestro país sin esos dólares que
envían los que, para buscar trabajo, se han visto obligados a cruzar la
frontera? ¿Qué sería de la economía mexicana sin ese flujo vital, sin
esas remesas?
Poco o nada han hecho los gobiernos de PAN y PRI para defender los derechos de nuestros compatriotas que han cruzado la frontera. Expulsados por la ineptitud criminal y la corrupción de un régimen que solo sabe generar riqueza para unos cuantos, millones de mexicanas y mexicanos que, con el riesgo de ser deportados y sin el goce pleno de sus derechos trabajan en los EU jornadas extenuantes, enfrentan ahora un nuevo riesgo, al que el gobierno de Peña Nieto, en un comunicado de la SRE, da la bienvenida.
Que los medios de comunicación en Estados Unidos se compren la propaganda gubernamental y vendan a su vez al público el Acta para la Seguridad Fronteriza, Operación Económica y Modernización Migratoria como la “reforma migratoria” de la que tanto se ha hablado, es entendible. Que en México un gobierno corresponsable de la situación que al norte del Bravo enfrentan nuestros compatriotas haga lo mismo, es indignante.
Apenas unos días después de que, en Londres, Peña Nieto ofreciera a Barack Obama y a los mandatarios de los países más poderosos de la Tierra el petróleo mexicano, el congreso estadunidense responde con la promesa de militarizar la frontera, levantar nuevos muros, criminalizar la migración (con penas de cárcel) y aumentar a 34 mil migrantes al día la cuota de deportaciones. 6.6 mil millones de dólares invertirán los estadunidenses en convertir la frontera en un bastión inexpugnable por el que, claro, seguirán permitiendo que pase la droga hacia el norte y los dólares y las armas hacia el sur para que nos sigamos matando.
Rabia da pensar en el espectáculo de Vicente Fox y Jorge Castañeda palmeando en la espalda a su “amigou” George Bush y hablando de la “enchilada completa” que nunca llegó y que cada año durante ese sexenio infame anunciaron como inminente. Más rabia todavía provoca la sumisión de Felipe Calderón ante los designios de Washington y el hecho de que en San Diego, California, en el marco de una visita de Estado, se hubiera atrevido a hacer una broma sobre un acto de guerra contra nuestro país como el operativo Rápido y furioso. 100 mil muertos, 30 mil desaparecidos, 250 mil desplazados nos ha costado esa guerra que Calderón libró por encargo del gobierno estadunidense y que aún continúa.
Indignante resulta que un nuevo gobierno priista festeje una “reforma migratoria” que no es más que una nueva expresión, convenientemente disfrazada del miedo cerval y la xenofobia que enferma, hasta la raíz, al país más poderoso de la tierra. Como enemigos ven al que va en busca de trabajo, sin atreverse a mirar su propio pasado. Sin tener el coraje de reconocer las aportaciones de las diferentes oleadas migratorias y la importancia cada vez más evidente de la población mexicana. Más de 70% de los hispanos en EU son mexicanos o de origen mexicano. Solo en Los Ángeles 55% de los menores de 25 años son nuestros paisanos.
Hasta donde estén nuestros compatriotas, en Chicago, Houston o Atlanta, tan al norte como New York. Hasta sus lugares de trabajo: fabricas, restaurantes, talleres, campos de cultivo, hoteles, residencias se extenderá ahora, en virtud de la reforma aprobada, la frontera. No habrá lugar seguro para ellos en esa nación obsesionada con la seguridad, que considera a todos los que hablan, se visten, se ven diferentes como enemigos potenciales, como una amenaza de su seguridad, y esto en la administración del primer presidente afroamericano de su historia, un mandatario demócrata, como alguien lo ha dicho con justicia, pero con agenda republicana.
Activistas migratorios y defensores de derechos humanos han calificado a esta supuesta reforma como una “máquina de deportación”. Más allá de los beneficios para los llamados dreamers, lo cierto es que esos 11 millones que, según la propaganda serán beneficiados, solo recibirán, a través del RPI (registro de inmigrante provisional), una especie de legalización temporal condicionada, sin disfrutar de los derechos plenos que les corresponden y sujeta, además, a revocación, en cualquier momento por el Homeland Security Service. Solo algunos serán candidatos a recibir, al cabo de 15 años o más, la ciudadanía estadunidenses y dejarán de ser entonces americanos de segunda que, sin embargo, pagan sus impuestos como si fueran ciudadanos de primera.
Cuando en este país todas las alertas deberían encenderse, el gobierno de Peña Nieto festeja. Un peligro real e inminente se cierne sobre las mexicanas y los mexicanos de ambos lados de la frontera. Están en riesgo, aquellos que cruzaron al norte, de ser separados de sus hijos, de perder todo lo que durante años han venido, con enorme esfuerzo, haciendo suyo. Están en riesgo, de este lado, unos de perder la oportunidad de tener una ruta de escape, de ejercer el derecho de buscar el trabajo y las oportunidades que este país les niega, y otros, los más, de perder unos dólares que hacen la diferencia entre la miseria absoluta y la sobrevivencia.
http://elcancerberodeulises.blogspot.com www.twitter.com/epigmenioibarra
Poco o nada han hecho los gobiernos de PAN y PRI para defender los derechos de nuestros compatriotas que han cruzado la frontera. Expulsados por la ineptitud criminal y la corrupción de un régimen que solo sabe generar riqueza para unos cuantos, millones de mexicanas y mexicanos que, con el riesgo de ser deportados y sin el goce pleno de sus derechos trabajan en los EU jornadas extenuantes, enfrentan ahora un nuevo riesgo, al que el gobierno de Peña Nieto, en un comunicado de la SRE, da la bienvenida.
Que los medios de comunicación en Estados Unidos se compren la propaganda gubernamental y vendan a su vez al público el Acta para la Seguridad Fronteriza, Operación Económica y Modernización Migratoria como la “reforma migratoria” de la que tanto se ha hablado, es entendible. Que en México un gobierno corresponsable de la situación que al norte del Bravo enfrentan nuestros compatriotas haga lo mismo, es indignante.
Apenas unos días después de que, en Londres, Peña Nieto ofreciera a Barack Obama y a los mandatarios de los países más poderosos de la Tierra el petróleo mexicano, el congreso estadunidense responde con la promesa de militarizar la frontera, levantar nuevos muros, criminalizar la migración (con penas de cárcel) y aumentar a 34 mil migrantes al día la cuota de deportaciones. 6.6 mil millones de dólares invertirán los estadunidenses en convertir la frontera en un bastión inexpugnable por el que, claro, seguirán permitiendo que pase la droga hacia el norte y los dólares y las armas hacia el sur para que nos sigamos matando.
Rabia da pensar en el espectáculo de Vicente Fox y Jorge Castañeda palmeando en la espalda a su “amigou” George Bush y hablando de la “enchilada completa” que nunca llegó y que cada año durante ese sexenio infame anunciaron como inminente. Más rabia todavía provoca la sumisión de Felipe Calderón ante los designios de Washington y el hecho de que en San Diego, California, en el marco de una visita de Estado, se hubiera atrevido a hacer una broma sobre un acto de guerra contra nuestro país como el operativo Rápido y furioso. 100 mil muertos, 30 mil desaparecidos, 250 mil desplazados nos ha costado esa guerra que Calderón libró por encargo del gobierno estadunidense y que aún continúa.
Indignante resulta que un nuevo gobierno priista festeje una “reforma migratoria” que no es más que una nueva expresión, convenientemente disfrazada del miedo cerval y la xenofobia que enferma, hasta la raíz, al país más poderoso de la tierra. Como enemigos ven al que va en busca de trabajo, sin atreverse a mirar su propio pasado. Sin tener el coraje de reconocer las aportaciones de las diferentes oleadas migratorias y la importancia cada vez más evidente de la población mexicana. Más de 70% de los hispanos en EU son mexicanos o de origen mexicano. Solo en Los Ángeles 55% de los menores de 25 años son nuestros paisanos.
Hasta donde estén nuestros compatriotas, en Chicago, Houston o Atlanta, tan al norte como New York. Hasta sus lugares de trabajo: fabricas, restaurantes, talleres, campos de cultivo, hoteles, residencias se extenderá ahora, en virtud de la reforma aprobada, la frontera. No habrá lugar seguro para ellos en esa nación obsesionada con la seguridad, que considera a todos los que hablan, se visten, se ven diferentes como enemigos potenciales, como una amenaza de su seguridad, y esto en la administración del primer presidente afroamericano de su historia, un mandatario demócrata, como alguien lo ha dicho con justicia, pero con agenda republicana.
Activistas migratorios y defensores de derechos humanos han calificado a esta supuesta reforma como una “máquina de deportación”. Más allá de los beneficios para los llamados dreamers, lo cierto es que esos 11 millones que, según la propaganda serán beneficiados, solo recibirán, a través del RPI (registro de inmigrante provisional), una especie de legalización temporal condicionada, sin disfrutar de los derechos plenos que les corresponden y sujeta, además, a revocación, en cualquier momento por el Homeland Security Service. Solo algunos serán candidatos a recibir, al cabo de 15 años o más, la ciudadanía estadunidenses y dejarán de ser entonces americanos de segunda que, sin embargo, pagan sus impuestos como si fueran ciudadanos de primera.
Cuando en este país todas las alertas deberían encenderse, el gobierno de Peña Nieto festeja. Un peligro real e inminente se cierne sobre las mexicanas y los mexicanos de ambos lados de la frontera. Están en riesgo, aquellos que cruzaron al norte, de ser separados de sus hijos, de perder todo lo que durante años han venido, con enorme esfuerzo, haciendo suyo. Están en riesgo, de este lado, unos de perder la oportunidad de tener una ruta de escape, de ejercer el derecho de buscar el trabajo y las oportunidades que este país les niega, y otros, los más, de perder unos dólares que hacen la diferencia entre la miseria absoluta y la sobrevivencia.
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