La Jornada
Grecia: Europa juega con fuego
Mientra el presidente francés François Hollande considera como máxima prioridad la permanencia de Grecia en el pacto de la moneda única, la canciller alemana Angela Merkel mantiene inalterada su postura inflexible sobre el carácter innegociable de la deuda. Pese a que los mandatarios sostuvieron una llamada telefónica en la que acordaron abrir la puerta del diálogo a Atenas, la tensión entre las dos mayores economías de la eurozona es más que latente: las declaraciones de los funcionarios alemanes son firmes en que el único tema sobre la mesa es el pago a los acreedores, en tanto Francia cree que existen razones tanto políticas como económicas para no correr el riesgo de que un país sea forzado a salir de la moneda única.
Lo que todos los actores reflejan, al menos en sus declaraciones, es el entendimiento de que están trabajando contra reloj para evitar una situación catastrófica para todas las partes. Sin embargo, el chantaje y las amenazas han sido la constante en el trato que algunos gobernantes europeos y directivos de organismos multilaterales dan al gobierno de Syriza, incluso antes de que este partido de izquierda ganara las elecciones presidenciales del 25 de enero. Estas expresiones forman parte de un inaceptable juego de señales que desde hace meses mantiene en jaque a Grecia y al resto del mundo, causando una asfixiante inestabilidad en los mercados financieros, cambiarios y de materias primas. Para México, por no ir más lejos, las consecuencias son más que preocupantes: en lo que los analistas consideran un efecto del impasse entre Grecia y sus acreedores, en días recientes nuestra moneda nacional ha acentuado su depreciación frente al dólar y, para colmo, las cotizaciones internacionales del crudo experimentan una caída pronunciada que se atribuye también a la situación en Europa. He ahí dos ejemplos de la suerte de daños colaterales que está produciendo el golpeteo político de Bruselas y Berlín en contra de Atenas.
El empecinamiento de varios actores en mostrar fuerza ante el gobierno griego ha provocado reacciones peores de lo esperadas en las bolsas de valores del mundo, y de prolongarse puede llevar a un crack bursátil de dimensiones que nadie es capaz de prever. Por ello, es urgente el reconocimiento pleno de que esta crisis dejó de ser un problema griego y ya un desafío global que genera una enorme inestabilidad e incuantificables costos humanitarios. Por añadidura, como debieran saberlo el gobierno alemán y las instituciones europeas, las presiones contra Grecia están condenadas al fracaso por una razón simple y contundente, ya admitida por el FMI: la deuda de ese país mediterráneo es, en sus términos actuales, impagable y, por ende, incobrable.
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