jueves, 2 de mayo de 2013

¿Indignados? NO, encabronados

¡¡Exijamos lo Imposible!!
La Jornada
El Zócalo, escenario de tres formas de manifestarse el 1º de mayo
De la pleitesía discursiva a los denuestos contra el gobierno

Viejas aclamaciones al ‘‘Señor Presidente’’ y airadas protestas de maestros
Alonso Urrutia, Patricia Muñoz y Laura Poy

Zócalo en tres tiempos. De la pleitesía discursiva de las centrales oficialistas que aclamaron, como antaño, al ‘‘Señor Presidente’’ como el visionario aliado de la clase obrera, a la elocuente definición popular del ‘‘pinche gobierno’’, que resumía las condenas a las políticas neoliberales, origen de casi todos los males que agobian a los trabajadores en la visión del ‘‘sindicalismo democrático’’.

Y el colofón: el magisterio disidente que, en ocasión del Día del Trabajo, trasladó parte de sus protestas regionales para anunciar un plantón en vísperas de la llegada del presidente estadunidense, Barack ObamaAunque lejos de las movilizaciones en las entidades, los mentores aportaron gran parte del grueso del contingente, incansable en su repudio a la reforma educativa.

Cada quien su lucha

A pesar de la división cronológica para no empatar las movilizaciones, las calles se congestionaron de trabajadores y consignas, saturadas desde el amanecer del contingente más numeroso: la policía capitalina. Clausurado Madero, en 16 de Septiembre y 5 de Mayo no había más de cinco metros entre cada uno.

Cada quien su lucha, con sus dichos y sus actos. Los anarcos ultimaban detalles de su movilización: ‘‘Aquí no hay líderes ni lidereados’’, instruyó uno de ellos al recordar a las ‘‘células’’ que se acordó marchar y ‘‘hacer agitación política’’. Las miradas desde los rostros embozados daban la anuencia. Con los recuerdos del zafarrancho del primero de diciembre, era un pequeño contingente, aunque estrechamente vigilado como potenciales causantes de violencia.

Impredecibles, los ‘‘anarquistas’’ pasan del idealismo por gozar ‘‘del placer de la revolución’’, según confesión en sus pancartas, a apedrear el Palacio Postal como expresión de repudio a todo lo que sea gobierno e instituciones. Lejos de las dimensiones del primero de diciembre, un esbozo de trifulca surgió en 5 de Mayo. Jaloneos, pedradas e insultos contra la policía, que no dio respuesta.

Casi con el amanecer, el Zócalo comenzó a llenarse del sindicalismo oficialista. Al paso del tiempo y del discurso, la ansiedad de los trabajadores va en aumento, no para escuchar la arenga de su líder nacional, si es que tuvo la encomienda de hablarle a las masas, sino de su dirigente inmediato, del mismo que trae en su mano la codiciada contraseña que evite el descuento correctivo a quien no celebró esta nueva gesta obrera.

En el estrado, al octogenario Joaquín Gamboa Pascoe nada lo conmueve. Décadas de cacicazgo sindical lo han hecho inmune a los discursos e imperturbable a la demanda obrera. Nadie le arranca siquiera una mueca al viejo líder cetemista, por más encendida que sea la oratoria que se lance.

Entre los oradores a alguien se le ocurre evocar que se cumplen 100 años de movilizaciones colectivas de los obreros en México. Otro más, Jorge Martín del Campo, del Congreso del Trabajo, hace malabares discursivos para condenar las condiciones laborales que hoy ‘‘hacen que los trabajadores tengan jornadas mínimas, tan mínimas que ahora nos podrán pagar por segundos o por minutos’’.

Una alusión sin destinatario a la reforma laboral en el ocaso del calderonismo que allanara el camino al nuevo gobierno, al viejo PRI. Larga perorata para concluir que ‘‘no todo se lo podemos dejar al Presidente, porque ante la ausencia de trabajo decente y la precariedad de los salarios, desafiar al destino es cosa de todos los días’’. A saber si fue arenga o sentencia.

‘‘¿Indignados? No, encabronados’’

A la espera del final de los discursos oficialistas y el desalojo de sus bases, frente a Bellas Artes aguarda el numeroso contingente de la Unión Nacional de Trabajadores. Peculiares pancartas ajenas a las históricas demandas: ‘‘Los telefonistas demandan brindar servicio de triple play’’.

Al paso del contingente un telefonista daba su versión sobre los efectos laborales de la lucha contra los monopolios televisivos, beneficiarios de las deudas políticas de los recientes gobiernos, porque ‘‘para monopolios, la televisión’’.

Entre las pancartas hay otra demanda de los telefonistas: ‘‘No al outsourcing (subcontratación), un fenómeno creciente en la empresa del emporio de Carlos Slim.

Entre la multiplicidad se escuchan voces que agrupan al STUNAM, al SME, con su ya añeja lucha que trascendió el sexenio pasado; la originalidad hace la diferencia. Aunque reducido el contingente, imposible no detenerse ante la estridente frase impresa en las playeras del Frente Auténtico del Trabajo: ‘‘¿Indignados? No, encabronados, porque ya estamos hasta la madre de la situación de los trabajadores’’, dijo Beatriz Luján, una de las dirigentes, quien reivindicó la exigencia del cumplimiento de convenios laborales internacionales.

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