jueves, 5 de febrero de 2009

¿Que más le deveremos a ese pervertido?

¡¡Exijamos lo Imposible!!

¿Qué solicita un clérigo solicitante? Favores sexuales, por supuesto.

En internet encontré lo siguiente, y si no me equivoco fue escrito por Arturo Pérez-Reverte:

"DEL CONDE DE GUADALMEDINA A CIERTO CLÉRIGO SOLICITANTE MUY APLAUDIDO EN LA CORTE

"Décima

"A vos, que no reverendo,
Sino verriondo padre,
No hay beata que no os cuadre
Y a que no os holguéis jodiendo;
Vuestro hisopo, a lo que entiendo,
Debe de hallarse escocido
De andar por doquiera hundido
Y de ir de continuo arrecho,
Pues no hay coño, por estrecho,
Al que no haya bendecido".

¿Entra Marcial Maciel en la categoría, tan penada por el Santo Oficio, de los clérigos solicitantes? Sí, por supuesto.

Y como el cura al que se refiere el conde de Guadalmedina, el padre Maciel mientras vivió fue muy aplaudido en la corte de los multimillonarios que hacen y deshacen en México: los Azcárraga, los Slim, los Bailleres, los Garza, los Sada, los Zambrano, los Fernández, todos esos.

Pero hay una diferencia entre uno y otro solicitante: el legionario de Cristo no sólo solicitaba beatas y coños amplios o estrechos, sino también niños y penes bisoños o novatos, que al parecer eran los de su preferencia.

Lo que más molesta en el caso Maciel no son sus perversiones (pues en el fondo todos somos, diría Sade, unos pervertidos), sino la impunidad con la que actuó siempre. Porque no se está hablando solamente de los pecados cometidos por un hombre considerado santo por las personas más ricas de México, sino de delitos que debieron haberse castigado con la cárcel.

Si el padre Maciel se hubiera concretado a solicitar atenciones sexuales a las mujeres que confesaba, la cosa no sería tan grave. Nunca me ha parecido justo que en otros tiempos (espero que estas cosas ya no ocurran en la iglesia católica) el Santo Oficio haya sido tan duro al castigar a los sacerdotes solicitantes de placeres sexuales a las señoras que los buscaban para recibir de ellos el sacramento de la confesión. Esas solicitudes son correctas y hasta naturales. Maciel lo hizo y tuvo hijos, qué bueno. Inclusive, si el padre Maciel hubiera solicitado tales servicios eróticos a hombres adultos, no habría sido de ninguna manera criticable. Pero, ¿aprovecharse sexualmente de niños? Es un crimen, punto. Lo peor del asunto ni siquiera es eso. Mucho más grave aún fue que a Maciel durante años lo protegieran, a pesar de las contundentes denuncias en su contra, los capitales más importantes de México. Por puro fanatismo.
Y, por desgracia, el fanatismo continúa.

Desde 1990 vuelo mucho entre Monterrey y el Distrito Federal. Normalmente lo hago en Aeroméxico. Algunas veces en clase turista, otras en "premier". El asiento que se me asigna depende del humor de la persona que me atiende en los mostradores de la aerolínea.

En esos vuelos me he sentado con cierta frecuencia al lado de legionarios de Cristo, lo que invariablemente ha ocurrido cuando me ha tocado sillón en clase "premier". Cada oportunidad la he aprovechado para conversar con ellos acerca del padre Maciel.

Curiosamente, en tierra jamás he platicado con un legionario, tal vez porque el ambiente natural de los discípulos de Maciel es el cielo.

Durante el último mes y medio en dos ocasiones me he topado con el mimo legionario, un padre cuyo nombre voy a omitir pero que se ocupa, en Monterrey, de la asesoría espiritual a los adultos.

Hablo de un clérigo inteligente que estudió medicina y filosofía de la ciencia, además de la inevitable teología. Me dijo que trabajó durante años muy cerca del padre Maciel como una especie de secretario particular.

A mediados de enero, volando de México a Monterrey, después de discutir un poco acerca de lo bueno o lo malo que es para la gente que circulen en las calles de las ciudades autobuses con leyendas ateas, como en Barcelona y Londres, le toqué el tema de Marcial Maciel, es decir, el de las acusaciones de abuso menores que a este personaje se le hicieron durante años.

El legionario que iba a mi lado en el avión de Aeroméxico se limitó a decir que él había colaborado con Maciel mucho tiempo y que siempre lo había visto actuar como una persona virtuosa, casi como un santo; que esa era su opinión y que no la iba a cambiar; que respetaba lo que yo decía, pero que ninguna de las denuncias contra el padre Maciel iba a impedir que él siguiera leyendo, a diario, los textos escritos por el fundador de la orden de los legionarios de Cristo.

Después de que me dio su punto de vista, el legionario me pidió que leyera un fragmento de una carta escrita por Marcial Maciel. En el texto, el padre Maciel decía que habrá terribles castigos para los pecadores que no practiquen la caridad. Si no recuerdo mal, Maciel hacía referencia al demonio y al infierno. Estos inventos del piadoso cristianismo me parecen tan horrorosos que, en mi opinión, ningún ser humano merece semejante condena. Ni Marcial Maciel. Con unos años de cárcel habría tenido suficiente, en mi opinión. Sus acusadores, al fin hombres buenos con los que alguna vez conversé, tal vez dirán que con una simple disculpa habría bastado.

¿Hizo Maciel, además de solicitar favores sexuales, algo bueno? Muchas cosas, me respondió el sacerdote legionario de Cristo con el que platiqué a mediados de enero en ese vuelo de Aeroméxico. Y las enumeró: colegios, universidades, obras de caridad. "Hasta el Teletón fue una creación del padre Maciel. La idea original fue del padre Maciel. La tomó Televisa y ha funcionado. Los legionarios nos hicimos a un lado para no inhibir a los judíos a colaborar económicamente en el proyecto".

Eso sí es nota: el milagro del Teletón se lo debemos al padre Maciel. No se necesita más para la canonización.

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