ÍNDICE POLÍTICO
FRANCISCO RODRÍGUEZ
FRANCISCO RODRÍGUEZ
YO, PECADOR CATASTROFISTA
Con un abrazo solidario para Liébano Sáenz
YO PECADOR ME confieso ante el señor Felipe Calderón de haber pecado de catastrofismo lo mismo de palabra, tanto como de obra y omisión, pero sobre todo de palabra.
Me confieso cual un inadaptado social, político y cultural al no aceptar la orden de ser optimista cuando los datos económicos son malos solamente porque el Gobierno es amigo, y tampoco aceptar la orden de ser catastrofista únicamente porque el Gobierno es enemigo del pueblo.
Me acuso de pensar que sería bueno que más allá del sí o el no a las grandes líneas políticas, se pudieran discutir los detalles: si el Pacto firmado en enero, funcionará o se revertirá en contra de quienes, "voluntariamente a fuerza" lo firmaron.
Yo pecador me confieso incrédulo de las palabras del señor Felipe Calderón, porque todos los días, a todas horas, es desmentido por la realidad y, sobre todo, por su secretario de Hacienda, el señor Agustín Carstens, él sí redomada y rotundamente catastrófico.
Y es que, ¿cómo que otra vez nos saquearon, don Agustín?
En la catástrofe de la paridad peso-dólar, dos veces ha cantado el gallo en voz del titular de la SHCP. La primera ocasión, cuando inculpó a la cadena de supermercados Comercial Mexicana, a la harinera de maíz propiedad del también banquero Roberto González, y a dos o tres bancos extranjeros de haber provocado la devaluación o deslizamiento, como diría él, de nuestra unidad monetaria en relación a la estadounidense.
Por segunda ocasión, ahora, cuando desde Nueva York –among all places--, el rotundo personaje explica que el interés de algunos grupos de inversionistas en tomar utilidades es lo que ha presionado la paridad del peso frente al dólar, por lo que el gobierno mexicano continuará con la subasta de dólares e interviniendo de forma discrecional cuando las condiciones de los mercados financieros así lo requieran.
No quiero pecar de más catastrofismo, pero ¿dónde quedó el cuento de la "libre flotación"? ¿Quiénes son esos "grupos de inversionistas" a quienes no identifica el señor Carstens?
Y al no recibir respuesta, yo, pecador, me confieso adepto de la hipótesis de que el mexicano si bien no es un Estado Fallido, sí tiene al menos un gobierno de disfuncionales.
Porque, explica la teoría, que un Estado Fallido es aquél que en pocas palabras ha perdido el control sobre partes de su territorio… que mantiene un débil uso de la fuerza legítima… y que carece de capacidad para proporcionar los más elementales servicios públicos a los habitantes.
Con las quejas de don Agustín, entonces, se confirma cuando menos un par de los dos supuestos. Catastrofista que me confieso, veo que tan rotundo personaje y su jefe don Felipe han perdido la capacidad de control de los "grupos de inversionistas", casi de la misma manera en la que, con el mismo jefe, los señores Eduardo Medina Mora y Genaro García Luna, han dejado en manos de la delincuencia organizada porciones significativas del territorio nacional.
De la capacidad para que a los ciudadanos se nos brinden los adecuados servicios, ¡mejor ni hablar!
Por mi culpa, por mi culpa…
EN OTRO PLANO, me confieso escéptico de la partidocracia. No creo en el IFE todopoderoso, dador de dinero a manos llenas, ni en los partidos que están sentados a su diestra y su siniestra.
Catastrofista que me acepto, auguro la mayor de las abstenciones para el próximo primer domingo de julio, cuando la crisis económica esté en todo su esplendor.
Porque, hasta hoy, la partidocracia –que remeda a una democracia--, vive otra realidad a la que a diario enfrentan millones de mexicanos. Tienen a su disposición dinero a manos llenas. Tiempo-aire en las estaciones de radio y televisión, como nunca habían tenido. Prácticamente sólo tienen un problema. Y ese es el de la credibilidad. No hay mexicano que dé un cacahuate por sus postulados, promesas, compromisos, jingles y actuaciones. ¿Quién, entonces, los ira a votar?
Yo, pecador, me confieso temeroso, pero a la vez agradecido por el milagro. Porque ya no es cuestión de preguntar si esta suerte de Estado Fallido ¿va a llevarnos al estallido?, sino preguntarnos ¿qué es lo que, hasta ahora, ha detenido la explosión de inconformidad de toda la sociedad?
Y esta vez no es sólo de los pobres, que están acostumbrados y quizá hasta resignados a seguir en la miseria. Lo peor es que los ricos, empresarios, industriales, se preguntan ¿por qué el señor Felipe Calderón nos pide a nosotros sacrificios –pago de más impuestos, de más altos precios de combustibles, etc.,--, si en su Administración no hay una sola muestra de disciplina, orden y austeridad.
¿Por qué tenemos que seguir pagando las fiestas de cumpleaños de sus hijos? ¿Por qué hay que pagar 100 por ciento de interés a los ahorros de la alta burocracia? ¿Por qué servicios médicos especiales, cuando todos pueden ir al ISSSTE?
El perdón de los pecados
¿SERÁ PORQUE ESCRIBO a un centenar de metros de la calle Cuvier, así nombrada en honor del fundador de la teoría del catastrofismo –los cambios geológicos y biológicos del planeta no son graduales, obedecen a cambios repentinos y violentos--, pero mi ya inveterado sentido de que ahí viene lo peor, me avisa que en la Corte Suprema de Justicia podría encontrarse uno de los epicentros de la creciente inconformidad política.
Porque acaba de hacerse público que, por decisión de una de sus salas, los arrendadores tienen derecho a demandar judicialmente el pago de intereses moratorios y no sólo el saldo por las rentas vencidas, aun si en el contrato respectivo no se contempló esta posibilidad.
¿Va usted atrasado en el pago de su renta, debido al mal diagnosticado "catarrito" que ya se convirtió en "pneumonia" –pronúnciese en inglés, would you please--, no se apure que ahora tendrá que pagar intereses. ¿Cuánto? ¿Los que el arrendador quiera?
Es la misma Corte del anatocismo. La que permite que se cobren intereses sobre intereses. Y a la Administración Pública, impuestos sobre impuestos.
Vamos a la catástrofe. La del cambio. No será gradual. Obedecerá a eventos repentinos y violentos.
Yo, pecador, me imagino que, al contrario de la Iglesia católica, la moderna ortodoxia de la opinión pública oficial no conoce el perdón de los pecados ni la salvación de los mexicanos.
Y usted, ¿no peca de catastrofismo?
Índice Flamígero: En filosofía de la ciencia, lo opuesto al catastrofismo es el uniformismo. Y el señor Felipe Calderón, todo lo indica, junto con Hutton, Playfair, Lyell y Whewell, uno de sus principales seguidores. Dijo en Querétaro el 5 de febrero: ""Se puede discrepar, pero no deliberadamente falsear, dividir y enconar. Se puede opinar distinto en el marco de libertad que el propio Estado garantiza, pero no atentar contra el Estado mismo. Los mexicanos les decimos a quienes quisieran ver debilitada a la Nación y las instituciones, que el Estado es más grande y más fuerte, y por eso nunca nos verán divididos". Gracias, por ese permisivo "se puede".
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