La catástrofe que pronostica Carlos Slim
Por Federico Arreola
09 de Febrero, 2009
Por Federico Arreola
09 de Febrero, 2009
Sin pretender "ser catastrofista", Carlos Slim Helú pronosticó este lunes una catástrofe. Económica, desde luego.
En la Cámara de Diputados, Slim dijo que en, 2009, en México "va a haber una caída importante del comercio internacional, va haber mucho desempleo como no se tenían noticias desde los 30, van a quebrar muchas empresas chicas, medianas y grandes, van a cerrar los comercios: una situación que va a ser delicada".
Apocalíptico panorama, sin duda.
Si fuese el diagnóstico de un político cualquiera o de algún otro empresario, no me preocuparía tanto. Pero lo hizo Slim, y por consecuencia debe tomarse muy en serio. Porque el dueño de Telmex, más que nadie, sabe lo que dice cuando argumenta sobre la economía.
He charlado algunas veces con Carlos Slim, y lo que más me ha impresionado de él no es su habilidad para los negocios. Creo que ha llegado a ser uno de los tres hombres más ricos del mundo no tanto por su talento empresarial, sobresaliente sin duda, sino porque ha sabido combinar su fuerte espíritu comercial con muy buenos amigos en los distintos gobiernos federales que le ha tocado conocer en los últimos 20 años.
Lo que impresiona de Slim es otra cosa: su gran capacidad analítica, muy superior a la de casi todos los economistas que conozco. En las ocasiones en que me ha tocado estar con él, siempre en grupos muy pequeños o inclusive a solas, me han asombrado sus enormes facultades y recursos intelectuales para analizar el sistema económico.
No me estoy refiriendo al hecho, innegable, de que Slim tenga información privilegiada y acceso a los mejores estudios que se realizan sobre México. Hablo de una lucidez realmente notable para entender los siempre complejos factores que determinan el desarrollo de una economía.
Así las cosas, si Slim dice que habrá problemas muy serios, los habrá sin lugar a dudas. Y lo peor es que no hay liderazgo, en el gobierno, para enfrentar la crisis. Tampoco hay decisión ni planes ni estrategias ni nada que se le parezca.
México es un autobús sin frenos que marcha cuesta abajo a toda velocidad, desgraciadamente conducido por un frívolo que no se da cuenta de lo que pasa. Es un chofer enamorado de sí mismo que ignora la tragedia que se avecina porque no deja de mirarse en el espejo mientras escucha en la radio cuánto lo elogia Joaquín López Dóriga.
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