jueves, 14 de mayo de 2015

Panistas ven a jornaleros como enemigos

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!

Y se armó un San Quintín…
Humberto Musacchio

En México, desde hace muchas décadas, la política laboral es la del garrote. Lo ocurrido con los jornaleros de San Quintín es una muestra más de esa característica del Estado y del prejuicio de los funcionarios, que ven en cada trabajador a un enemigo y en cada demanda, por justa que sea, un insolente reto a la autoridad.

Algo más caracteriza esa política-antipolítica del trabajo, y es permitir que la Constitución y las leyes sean letra muerta para los patrones tramposos, es dejar que los conflictos crezcan en la vana idea de que pueden resolverse solos; y es confiar en que el sindicalismo charro sigue siendo tan poderoso como lo fue en otro tiempo. Pero nada de eso es cierto.

Hoy existe un poderoso sindicalismo independiente en telefonistas, universitarios o secciones ganadas al SNTE. Hay, también, una nueva conciencia entre los factores de la producción que han reducido la presencia del Estado y prefieren acordar por su cuenta, al margen de las autoridades. Pese a que no siempre se acatan, Constitución y leyes siguen vigentes y son un arma poderosísima a la hora de exigir derechos y establecer obligaciones.

Por si algo faltara, el charrismo vive todavía en sectores como electricistas y petroleros, pero en ambos casos necesitacomo siemprede la abierta protección del Estado, pero lo cierto es que la CTM y otras centrales han perdido control sobre los trabajadores, renunciaron a la política y hoy son meras mafias de golpeadores que venden contratos de protección y su ideología priísta no despierta entusiasmo ni entre los trabajadores más atrasados. Ese sindicalismo opresor es un muerto que apenas se mueve y que despide la fetidez propia de la putrefacción.

Por eso, porque lejos de servir a los trabajadores, ese sindicalismo contribuye a su opresión, es que los obreros agrícolas de San Quintín, Baja California, se han organizado en forma autónoma y se levantaron en defensa de sus derechos, algunos tan elementales como el descanso del séptimo día, el Seguro Social, Infonavit y otras prestaciones que les niegan sus patrones.

Los jornaleros de San Quintín en su mayoría indios triquis llegados desde Oaxaca en los años recientes también demandan un sustancial aumento de sus percepciones, pues sus trabajos son estacionales y han de ahorrar para sobrevivir el resto del año. Su situación es similar a la los dos millones de trabajadores agrícolas, en su mayoría migrantes que ganan unos cien pesos diarios en promedio, más que el mínimo de ley, pero mucho menos de lo que se requiere para que sobrevivan ellos y sus familias.

De modo que las demandas de los jornaleros de San Quintín nada tenían de extraordinario. Le exigen a sus contratantes respeto a lo que disponen las leyes y negocian, con pleno derecho, una mejora salarial. Al hacerlo recurren a un mecanismo de presión reconocido internacionalmente: negarse a trabajar mientras no lleguen a un acuerdo con sus patrones. Nada del otro mundo.

Pero las autoridades de Baja California, panistas de la peor ralea y protectoras de hacendados al modo porfirista, se propusieron dar un escarmiento a esos “indios alborotadores” palabras que usan con toda su connotación racistay lanzaron a la policía contra los trabajadores, con un saldo de 70 lesionados, siete de ellos de gravedad. Los guaruras del gobernador Francisco Vega se lanzaron a allanar las casas de los jornaleros, destruyeron sus ínfimos enseres y golpearon a niños, mujeres y ancianos, lo que enardeció a los agredidos, que respondieron con toda determinación.

La misma policía corrupta y miedosa ante la delincuencia es la que ahora agrede a civiles inermes, a niños, a mujeres. Pero detrás de esos cobardes que se ensañan frente a gente indefensa, está el sátrapa panista que dizque gobierna Baja California, pero no están las autoridades del Trabajo, porque desde el principio el gobierno federal consideró que éste no era un problema laboral, sino un conflicto político, y tan es así, que encargó el asunto al subsecretario de Gobernación Luis Miranda Nava, el hombre de Los Pinos en Bucareli.

Miranda es el mismo que faltó a una cita con los trabajadores arguyendo que no disponía de transporte, pese a que Gobernación dispone de una flota de aviones y si no los tuviera puede solicitar una nave a otra dependencia. Recriminado por su ausencia, el funcionario le espetó a un líder de los jornaleros la arrogante frase “No me conoces”. Pero ya lo conocemos. El representa la ineptitud y la represión.

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