miércoles, 1 de mayo de 2013

El delito: reclamar derechos del trabajador

¡¡Exijamos lo Imposible!! 
Diario Libertad
Mártires de Chicago
por Tomás Mojarro 

"Eran moralmente superiores porque cada uno fue capaz de sentir gran amor por la humanidad”.

¿Qué dirá de esos mártires el discurso oficial? ¿Habrá discurso oficial? ¿Corresponde al sector oficial la conmemoración? Los trabajadores que hoy toman los espacios públicos, ¿recordarán a los obreros sacrificados en el Chicago de 1886 por el "delito" de reclamar derechos del trabajador? ¿Sabrán quiénes fueron los asesinados por el Poder? ¿Conocerán sus nombres?

Va aquí, por que preservemos la memoria histórica, un apunte del crimen que un primero de mayo de 1886 perpetró el Sistema contra un grupo de obreros que en su lucha por la jornada laboral de ocho horas y un salario laboral menos injusto aventaron su vida en prenda y se tornaron mártires. Ellos fueron, entre otros, August Spies, George Engel, Albert R. Parson, Adolph Fisher y Louis Lingg. Rumbo al patíbulo, sus palabras:

Sus leyes están en oposición a la naturaleza y con ellas roban ustedes a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar.

Creen tener derechos sobre todas las personas, sobre sus vidas y su libertad, aun el derecho a asesinar a quienes les son incómodos, cuando son diferentes, cuando no son parte de la amorfa masa o rebaño servil. ¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que hoy estrangulan ustedes!

Aquel 1o. de mayo amaneció caluroso. En su celda de condenados a muerte los cautivos aguardan el patíbulo. Un ruido de cerraduras marca el final. Spies detiene su ambular de león enjaulado. “¿Ya es hora?”, pregunta. “Vamos," dice uno de los celadores, mostachos hirsutos. “Vamos afuera”.

“Así pues, llegó la hora de la verdad”.

Mientras lo conducían fuera de la celda Lingg comenzó a decir:No es por un crimen por lo que nos condenan. Es por...” Y guardó silencio. Tiempo después, cinco de los ocho anarquistas condenados a la horca por la justicia de Illinois habían sido concentrados en un saloncillo de la prisión federal, no lejos del “portón de entrada”. (Para ellos nunca más “portón de salida”). Los cinco condenados a muerte se miraron, ligeramente pálidos, pero tranquilos. “Salud, compañeros”. Intentaron una sonrisa.

No es por un crimen por lo que nos condenan”, repitió Lingg. “Nos condenan por nuestros principios. Pero yo...” Silencio. Afuera sonaban las 10 de la mañana. Ya ante el patíbulo, Lingg iba a completar su mensaje final: No es por un crimen por lo que ustedes nos condenan; es por nuestros principios. Desprecio a todos ustedes; desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!”

Habló Engel: “Las leyes de ustedes están en oposición con las leyes de la naturaleza, y mediante ellas roban a las masas el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar. Estoy listo”.

“Pueden ustedes sentenciarmeSpies-. Pero que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por pensar en un bienestar futuro, por no perder la esperanza en el último triunfo de la libertad y la justicia”.

Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humanaFischer-, entonces yo lo digo muy alto: ¡dispongan de mi vida!

Al pie de la horca habló Parson: “Sobre el veredicto de ustedes quedará el veredicto del pueblo para demostrar las injusticias sociales de todos ustedes, que son las que nos llevan al cadalso. Pero quedará el veredicto popular para decir que la lucha social no ha terminado por tan poca cosa como es nuestra muerte”.

Esos mártires. (A su memoria.)

No hay comentarios: