¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
Cultura de la trampa
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Las diferentes fuerzas políticas pretenden
mantener intactas las razones estructurales que permiten la utilización
electoral de los programas sociales de las distintas instancias de
gobierno, por eso el escándalo generado por las redes veracruzanas es
simplemente el primero de los que surgirán con motivo de los procesos
electorales del 7 de julio en 14 entidades del país.
Hace
exactamente dos meses en este espacio apuntamos que entre las causas
estructurales destacaban: “La inexistencia de un sistema de rendición de
cuentas, la cultura clientelar del mexicano y la ausencia de un
efectivo servicio civil de carrera se conjugan para facilitar el uso
electorero de los programas gubernamentales, particularmente los
sociales” (Proceso 1895). Y que el gobierno priista ya había empezado a
designar a operadores electorales priistas en las delegaciones
vinculadas precisamente con los programas sociales.
Hay que
complementar que esas redes encuentran un campo fértil en una ciudadanía
que no cree que su voto es secreto o que piensa que los partidos
políticos y las autoridades gubernamentales y electorales tienen forma
de saber por quién votaron. En una encuesta levantada dentro del
proyecto de observación electoral que desarrolló la Cátedra de
Investigación Instituciones y Prácticas de las Democracias
Contemporáneas de la EGAP Gobierno y Política Pública, del Tecnológico
de Monterrey, en la semana posterior a las elecciones del 1 de julio de
2012, 12.7% de los entrevistados señaló que los partidos políticos
tenían la forma de saberlo; 6.1, que los gobernantes, y 28.2%, que las
autoridades electorales.
Así, 47% de los encuestados pensaban que
su voto no era secreto. Es a este amplio porcentaje de votantes a los
que se dirigen las prácticas de compra o coacción del voto. En la misma
encuesta 14.3% de los entrevistados mencionó que le ofrecieron dinero,
regalos o servicios para votar por un determinado candidato y 5.1%, que
fueron presionados para hacerlo, es decir 19.4% declaró haber padecido
alguna de las dos prácticas.
En el caso de los programas sociales
el problema se agudiza por la falta de transparencia y claridad en los
criterios de selección de los receptores del programa, pero sobre todo
porque más allá del lenguaje predomina la idea de que quienes reciben
dicha ayuda son beneficiarios y no derechohabientes del mismo. Éste es
uno de los mayores problemas, pues es precisamente lo que contribuye a
crear la idea de que su incorporación o no en el padrón es un acto
arbitrario y discrecional de las autoridades.
Esta
discrecionalidad vinculada con la idea de que el voto no es secreto es
precisamente lo que permite que muchos de los votantes sucumban ante
dichas presiones y ofrecimientos.
Pero dado que casi 30% de los
ciudadanos piensa que son las autoridades electorales las que pueden
conocer el sentido de su voto, es importante transmitir la idea de que
son las mismas que están involucradas en la red. Esto lo saben los
defraudadores y por eso se ocupan de incluirlos.
Es un hecho que
los dos momentos en los que las autoridades electorales pueden incidir
en los procesos electorales es precisamente en la integración del padrón
y las listas nominales de electores, y allí es donde vinculan a los
funcionarios del Instituto Federal Electoral; y en la integración de las
mesas directivas de casilla, allí es donde involucran al órgano
estatal veracruzano.
El operativo que refiere la denuncia panista
es precisamente el que trataron de aplicar en las elecciones federales
de 2000 los capacitadores (y probablemente los vocales) de algunos
distritos: Alterar el grado de escolaridad de los ciudadanos para
asegurar que ocuparan los puestos de presidente, secretario y
escrutadores de las mesas directivas de casilla.
Entonces el
intento lo contuvieron los consejeros electorales distritales, unos
porque se les hizo raro que en todas las secciones había un número muy
importante de ciudadanos con grados de maestría y doctorado y al meterse
a investigar se dieron cuenta de que estaban alterando las
escolaridades para favorecer a algunos ciudadanos; y otros porque al
descubrirse esto en unos distritos, la alerta se generalizó y en dicha
auditoría aparecieron nuevos casos. Fueron particularmente memorables
los de Tabasco y Veracruz, donde se detectó un porcentaje alto de
alteraciones que afortunadamente fueron descubiertas a tiempo y se
pudieron revertir.
Por lo denunciado hasta hoy es posible afirmar
que el operativo existe y lo único que falta por determinar es quiénes
están involucrados y esto incluye saber si el gobernador Javier Duarte y
la secretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles, tenían conocimiento
directo del mismo y, por lo tanto, lo respaldaban o al menos lo
toleraban. Aunque hay que decir que el sólo involucramiento de
funcionarios nombrados directamente por ellos (secretarios, en el caso
del gobierno estatal, y delegados, en el de la Sedesol) los convierte en
responsables, aunque sea por falta de supervisión, y al menos por ello
deben responder.
Pero lo mismo vale para las autoridades
electorales. María Marván, consejera electoral que preside la comisión
del Registro Federal de Electores, ya confirmó que la institución había
detectado cambios de domicilios irregulares; esto puede haberse
realizado sin la connivencia de funcionarios del IFE o con su
participación, así que si confirman que hubo estos movimientos
irregulares, también tienen que investigar la segunda parte y no
permanecer a la expectativa, como pretende el consejero presidente,
Leonardo Valdés. Peor todavía: En el Instituto Electoral Veracruzano
todavía no dicen esta boca es mía.
La alarma sonó con mucha
anticipación y todavía es tiempo de detener dichos operativos, pero hay
que estar muy conscientes de que lo que se haga para evitarlos en estas
elecciones no resuelve el problema de fondo, simplemente controla
–porque ni siquiera se puede decir que minimiza– sus impactos en los
resultados. Lamentable que los panistas, que hoy se quejan, hayan
desaprovechado los 12 años en el gobierno federal para combatir las
causas estructurales; pero todavía más preocupante es que empiecen a
evidenciarse las viejas prácticas del llamado “nuevo PRI”.
…Y después de 12 años de alternancia todo sigue igual.
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