Cuatro meses de Peña Nieto: percepciones más que realidades
Jenaro Villamil
Fiel al estilo telegénico y
perfectamente sincronizado del manejo de su imagen, el equipo de Enrique
Peña Nieto logró en sus primeros cuatro meses de gobierno incidir sobre
las percepciones de un sector minoritario que genera “opinión pública”,
más que sobre la realidad y la percepción de ésta entre la mayoría de
los ciudadanos.
Una evidente campaña de relaciones públicas en la prensa exterior –especialmente en The Washington Post, The Financial Times y The Wall Street Journal–, más
el apapacho a los dueños de los principales medios de comunicación
mexicanos –con la zanahoria de los próximos convenios publicitarios– y
la atención a los personajes que construyen la “agenda informativa”, han
logrado que en estos cuatro primeros meses los problemas de la
violencia generada por la disputa entre cárteles del crimen organizado,
la falta de empleo y la incapacidad de la mayoría de las familias para
hacer rendir sus ingresos se vean minimizados o invisibilizados.
No es menor este logro, en términos
mediáticos y de percepción, pero poco tiene qué ver con el valor del
“gobierno eficaz” que tanto proclama la nueva generación priista en el
poder.
Por ejemplo, La Jornada publicó hoy como nota principal que han sido casi 2,800 personas las ejecutadas en los primeros 4 meses de gobierno peñista.
No disminuyó el índice de violencia, en comparación con el mismo
periodo del gobierno calderonista del año pasado. Tan sólo en el mes de
marzo se registraron 562 ejecuciones. Los estados con mayor índice de
homicidios en ese mes fueron el Estado de México (151) y Chihuahua
(114). En el primer caso, se trata de un desajuste claro entre los
grupos criminales y algo ha de saber tanto el gobierno anterior –ahora
en la presidencia de la República- como la administración de Eruviel
Ávila.
Durante el mes de marzo, la mayoría de los medios informaron sobre la irrupción de grupos de autodefensa
que lo mismo se presentan como “policías comunitarios” que como grupos
de ajusticiamiento. En municipios de Guerrero, Oaxaca, Estado de México,
Veracruz, Tabasco, Tlaxcala, Yucatán, Michoacán y Zacatecas se han
registrado estos casos.
La habilidad mediática del peñismo ha
sido escurrir el bulto frente a la responsabilidad de la administración
federal ante este fenómeno y endosárselo a los gobiernos locales. El
único episodio de un debate sobre este tema fue entre el gobernador
guerrerense, Ángel Aguirre, y el coordinador de la bancada del PRI en la
Cámara de Diputados, Manlio Fabio Beltrones. El debate quedó en una
especie de talk show que no profundizó sobre el punto central:
¿hasta dónde llega la responsabilidad de los gobiernos estatales y del
federal en este fenómeno?
El propio canciller José Antonio Meade le relató a The Washington Post
que el objetivo principal del gobierno peñista será “combatir las
causas, no a los cárteles” para evitar la proliferación de la violencia.
Meade puso énfasis en la “prevención, educación y empleo”. Nada
mencionó el ex secretario de Hacienda sobre lavado de dinero.
Los golpes espectaculares de esta administración se concentran en la detención de la profesora Elba Esther Gordillo
y la insistente promoción de reformas constitucionales cuyo aterrizaje
aún debe pasar por la prueba de la legislación secundaria y la
implementación (reformas educativa, laboral, de amparo, de víctimas y de telecomunicaciones, aún en proceso de debate y votación en el Senado).
La detención de Gordillo fue eficaz para borrar el mal sabor de boca del “accidente” ocurrido en el edificio B-2 de la Torre de Pemex.
Los medios han olvidado este episodio. No se sabe qué ha pasado con los
heridos hospitalizados. Y hasta Carlos Romero Deschamps, el
impresentable dirigente del sindicato petrolero, ya volvió a aparecer como aliado del gobierno peñista y de su reforma energética.
La encuesta de Reforma
Este lunes 1 de abril, el periódico Reforma
divulgó los resultados de su reciente encuesta sobre los cuatro
primeros meses de gobierno. Realizada entre 1,515 ciudadanos de las 32
entidades de la República y entre 718 “líderes de opinión”, el sondeo
confirma una tendencia: privilegiar el control de la imagen a través de
los opiniólogos y esperar a que exista un cambio de percepción entre los
ciudadanos.
A pesar de esto, el índice de aprobación
de Peña Nieto (50 por ciento) entre la población abierta, es menor al
registrado en el mismo periodo por Calderón (57 por ciento), por Vicente
Fox (70 por ciento) y Zedillo (53 por ciento), según la misma encuesta.
En contraste, los “líderes de opinión”
le dan un 78 por ciento de aprobación y consideran como los asuntos más
favorables de estos cuatro meses el arresto de Elba Esther Gordillo, la
reforma en telecomunicaciones y la reforma educativa.
Por rubros de desempeño, los encuestados
consideran que existe un saldo desfavorable en los rubros más sensibles
para la población en general: pobreza (40 por ciento desfavorable,
frente a 33 por ciento favorable), a pesar de la insistente Cruzada contra el Hambre
que nadie ve; seguridad pública (44 por ciento desfavorable, frente a
29 por ciento favorable); economía del país (41 por ciento desfavorable,
frente al 26 por ciento desfavorable); empleo (45 por ciento
desfavorable, uno de los índices más altos frente al 26 por ciento
favorable); y corrupción (48 por ciento desfavorable, frente al 25 por
ciento favorable).
Los rubros que analizan como favorables
de sus 4 primeros meses de gobierno son salud (49 por ciento frente a 23
por ciento desfavorable); educación (46 por ciento frente a 29 por
ciento) y política exterior (31 por ciento frente a 24 por ciento en
contra).
La pregunta abierta más importante para
medir la credibilidad fue la siguiente: Cuando el presidente Peña Nieto
da mensajes a la Nación para explicar sus acciones de gobierno, ¿usted
qué tanto le cree?
El 51 por ciento dijo “poco o nada”, contra el 45 por ciento que cree “mucho o algo” y un 4 por ciento que “no sabe”.
En otras palabras, la misma encuesta de Reforma advierte
que pueden cambiar las percepciones de los “líderes de opinión” que
están en los espacios mediáticos más importantes, pero si la realidad no
cambia para los ciudadanos de poco sirve esta ostentosa y ostensible
operación de cooptación.
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