¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
El presente devorando el futuro
Julio Pimentel Ramírez
No
cabe duda que el neoliberalismo ha sido un éxito para unos cuantos y un
fracaso para la mayoría, para la Nación como proyecto soberano y justo.
Así puede constatarse con la situación actual del país en el que la
estabilidad macroeconómica -inflación reducida, a base de contener
salarios, déficit bajo control, aunque la deuda se incremente, reservas
en su máximo histórico- contrasta con el estancamiento de la actividad
productiva, el elevado desempleo atenuado por un extendido subempleo,
los salarios reales en retroceso, la atención social erosionada, la
pobreza extendida, la violencia cobrando decenas de miles de vidas, gran
parte jóvenes, es decir el presente de ignominia devorando el futuro.
Durante la 76 Convención Nacional Bancaria, los funcionarios
responsables de las dependencias que rigen el funcionamiento financiero
del país, el Banco de México y la Secretaría de Hacienda, hicieron
declaraciones que dejan claro que el gobierno de Enrique Peña Nieto
insistirá en continuar por la senda que privilegia al capital
especulativo, parasitario, relegando a un segundo plano el fomento de la
actividad productiva, generadora de empleos estables, de riqueza
tangible.
Agustín Carstens advirtió que en México, como en otros países en
desarrollo, se ofrecen tasas de interés muy superiores a las vigentes en
naciones industrializadas, que optaron por esa medida a raíz de la
crisis del 2008 cuyos efectos aún no cesan, es creciente el ingreso de
capitales destinados a “cartera” (los llamados capitales golondrinos),
siempre prestos a partir en búsqueda de mejores condiciones que
satisfagan su voraz apetito de ganancia fácil.
En los últimos doce meses, ingresaron al país cerca de 50 mil millones
de dólares para adquirir instrumentos en el mercado financiero mexicano,
mientras que la inversión extranjera directa (IED), la que llega al
país para participar en actividades productivas fue en 2012 de 12 mil
659 millones de dólares, de acuerdo con datos del banco central.
Comparativamente, por cada dólar que ingresa del exterior para
participar en actividades relacionadas con la industria o el comercio de
bienes llegan cinco dólares que buscan aprovechar las mayores tasas de
interés, respecto de las que se pagan en los países avanzados.
El gobierno peñista opta por el clásico lema del liberalismo del
capitalismo del siglo XVIII del “dejar hacer dejar pasar”, el Estado se
desentiende de sus responsabilidades en esta área y pone en el
sacrosanto mercado (dominado ahora por el gran capital financiero) la
definición del destino económico del país. Carstens reconoce que hay
riesgos, aunque después dice que no se tomarán medidas para regular a
esos capitales especulativos; posición que respalda Luis Videgaray, al
minimizar esa advertencia y rechazar la aplicación de medidas
gubernamentales para fomentar un incremento en el crédito a las
empresas, pese a que diversos especialistas y autoridades en la materia
han señalado que la oferta en dicho rubro se mantiene muy por debajo de
las necesidades del país.
La falta de mecanismos de control a los llamados capitales golondrinos
es inaceptable no sólo ante la perspectiva de un riesgo coyuntural en la
economía planetaria: la aportación de esos capitales a la economía
nacional es ínfimo, en la medida en que su llegada no se traduce en
actividades productivas; el beneficio que obtienen aquí suele ser mayor
al que recibirían en otras naciones y su salida súbita y masiva de los
mercados financieros nacionales suele derivar en desequilibrios y
afectaciones diversas a la economía real.
Cabe observar que no obstante de que padecemos graves situaciones de
violencia en amplias regiones de la República los capitales golondrinos
siguen fluyendo, pues consideran que la tasa de ganancia es apetitosa y
los márgenes de seguridad adecuados. Esta contradicción se explica por
el hecho de que esas inversiones no se destinan a la actividad
productiva en suelo mexicano, donde podrían ser presa de la delincuencia
organizada, se quedan en el plácido nicho de la especulación,
protegidas por un gobierno “ejemplar” que cuida a los de arriba y olvida
a los de abajo.
Por otra parte, el sistema bancario nacional –dominado por capital
extranjero- mantiene esa misma característica parasitaria, especulativa,
que centra la obtención de descomunales ganancias no en otorgar
créditos a la producción sino al consumo (ofrece bajas tasas a sus
inversionistas y se “encaja” con los que ofrece), además de continuar
cobrando mensualmente los pagarés del Fobaproa, expresión máxima del
fraude financiero a la sociedad.
Las administraciones de la “docena perdida” panista y la actual priísta,
apenas en su quinto mes, han hecho bien la tarea que les ordenó el FMI,
el BM y otras instancias internacionales encargadas de atender las
crisis que ellas mismas generan, en lo que se refiere a la estabilidad
de la macroeconomía, como puede verse con los más de 160 mil millones de
dólares de reservas internacionales que México tiene inmovilizadas en
sus arcas mientras su economía a ras de tierra se mantiene estancada,
tal como muestran los magros índices de crecimiento del Producto Interno
Bruto durante los últimos años.
Es claro que en México desde hace cinco administraciones se optó por la
instrumentación del modelo neoliberal, devastador para la estructura
económica nacional al tiempo que enriquece a unos cuantos, al grado de
que varios de ellos se encuentran entre los millonarios del mundo, según
la revista Forbes.
Por eso arriba en la cúspide de la pirámide social, en la
“macroeconomía”, las cosas “marchan bien”, Enrique Peña Nieto lo presume
en el ámbito mundial y recibe reconocimientos de los organismos
financieros internacionales que esperan que profundice las reformas
estructurales, es decir que amplíe el campo de acción del capital
transnacional privatizando los energéticos, petróleo, gas y lo que se
acumule.
Mientras tanto abajo, en la llamada “microeconomía”, las cosas no
caminan, la violencia del crimen organizado persiste, la pobreza se
extiende y profundiza, el descontento y la irritación social se expanden
en la pradera seca de la inequidad e injusticia, los “focos rojos”
están encendidos.
Es hora de hacer un alto y reconsiderar, por el bien de todos, lo que se
está haciendo, modificar el proyecto de nación poniendo énfasis en la
creación de empleos dignos y bien remunerados, en la educación pública
gratuita, laica y de calidad, en atender las necesidades sociales, en
poner fin a la corrupción y a la impunidad.
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