¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Tareas subversivas y egos tras capuchas en la UNAM…
Juan Pablo Becerra-Acosta
Doble Fondo
Desde
el jueves pasado he estado yendo a la UNAM para reportear un asunto que
me asignaron. Varias veces me acerqué a la Torre de Rectoría. Observé y
escuché a los jóvenes que tomaron esas instalaciones. Los “embozados”,
los “encapuchados”, les llaman. No me gusta nada tal forma de referirse a
esos chavos. Me recuerda, con nitidez, varias de las peores épocas del
priísmo más duro: basta haber leído lo que ocurría con los movimientos
sociales de los años cincuenta, sesenta, setenta, o haber visto lo que
pasaba en los ochenta y noventa para rechazar tales etiquetas: era la
forma peyorativa en la que el antiguo partido de Estado descalificaba
cualquier disidencia que surgiera contra su régimen. Los que protestaban
no eran maestros, ferrocarrileros, médicos, estudiantes, campesinos,
trabajadores, indígenas; no, eran “agitadores”, “subversivos”,
“comunistas”. Esa era la línea verbal de denigración que imponía la
Presidencia Imperial del PRI.
Así llegué a la UNAM. Conforme iba escuchando y observando lo que ocurre
ahí, me preguntaba: ¿quiénes son estos jóvenes que ocupan el lugar?
¿Quién es esta gente que tiene rostros cubiertos, tapados… embozados?
Difícil dialogar frente a quien no sabes quién es, sólo miradas
asustadizas o retadoras detrás de las telas. En aquellas décadas a las
que me referí, los médicos, los maestros, los estudiantes daban la cara.
Y vaya que podían enumerar razones para temer: el régimen priísta,
cuando lo decidía, no se andaba con comandantes Espartacos: encarcelaba,
exiliaba, reprimía, desaparecía, o asesinaba sin miramientos.
Lo de estos días, lo que he visto y escuchado, ha sido lamentable. No
pude encontrar uno sólo entre los que han tomado la Torre de Rectoría y
quienes los apoyan en los alrededores que me dijera coherentemente por
qué y para qué lo hacen. Me han dicho cosas como que se criminaliza la
protesta, que van a privatizar la UNAM, que ya hay un préstamo mundial
para que desaparezca, que ahí, en su Campus y en rectoría, se erigirán
una universidad privada y oficinas corporativas. “¡No! ¿De verdad?”, era
lo único que se me ocurría expresar.
De cuando en cuando, se acercaban numerosos jóvenes que se oponen a la
toma y que intentaban debatir. Imposible. Por ejemplo, el jueves, una
joven que apoya a los ocupantes, ella sí con el rostro descubierto,
espetaba a sus compañeros que les pedían que ya se fueran: “¡Tu tarea
como universitario es ser subversivo, compañero!”. Una y otra vez. Ante
ese muro infranqueable topaba la tentativa de diálogo. Hasta que una
chava opositora repuso: “¿Sí, subversiva? Está bien, nada más dime por
qué, para conseguir qué…”. Fulminó a la otra. Ahí se acabó el conato de
discusión.
Estos juveniles viajes de ego tras capuchas, vaya daño que hacen a los
movimientos sociales que tienen verdaderas razones para protestar. Me
parece…
jpbecerracostam@prodigy.net.mx
twitter.com/@jpbecerraacosta
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