¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
Miguel Mancera vs. Marcelo Ebrard: aullar como lobo
Alejandro Páez Varela
Miguel
Mancera me ofreció la mitad de su sándwich. Sándwich con papas fritas.
Estábamos en su sala de juntas. “Adelante, doctor. Provecho”, dije. Y lo
devoró. El Procurador traía el primer botón de la camisa desabrochado y
la corbata floja. Sin saco. El mismo corte de cabello de hoy, con su
característico copete de Tintín. Dijo que no había comido por la
cantidad de trabajo que tenía. Era tarde ya porque cuando salí, caía la
noche. Hablamos de Marcelo Ebrard. Dos horas. En algún momento le
pregunté: “Y usted, ¿le entra a la Jefatura de Gobierno?”. Justo se
definía esa candidatura por el DF, mientras que Ebrard movía el mundo
para alcanzar la suya, la presidencial. –Si es parte del proyecto de
Marcelo Ebrard, sí –respondió Mancera. No reveló nada. Era una
entrevista convenida.
Antes me había contado cómo conoció a Ebrard. Mancera recuerda datos
impresionantes, como la ropa que llevaba su entonces jefe en cada
encuentro, quiénes lo acompañaban y, sobre todo, cuántos años tenía él.
“Estamos hablando de 1998, más o menos”, contó sobre la primera vez. “Lo
recuerdo de traje. No sé si estaba el licenciado García Cordero, pero
fue en su despacho. Ese fue el primer contacto que tuve con el
licenciado Ebrard.
Posteriormente, volví a tener contacto con él en la Secretaría de Salud.
Él era el Secretario y yo era abogado litigante en materia penal”. Esa
primera vez, dijo, tenía 30 años. Y cuando Ebrard lo jaló a su primer
puesto público “…en un nivel pequeñito, ¿eh? Era una Subdirección de
Investigaciones y Procedimientos, algo así se llamaba. Yo tenía 32
años”. Y cuando lo llamó a la Procuraduría de Justicia del Distrito
Federal: “Le dije que si era por su proyecto, adelante. Yo estaba a
punto de cumplir 40 años”. Hablamos mucho. Algo de la plática está en
Presidente en espera (Planeta 2011).
En ese momento, cuando salí del bunker en la colonia Doctores, Mancera
me pareció de lo mejor: sencillo, leal, sin gatos en la barriga, alejado
de los lobos. Hasta inocente. Lo comparé de inmediato con Mario
Delgado, quien competía con él por la candidatura a Jefe de Gobierno. El
ahora Senador me dio dos citas y las dos me las canceló con desplantes
groseros, arrogantes: cuando ya estaba sentado y casi con la grabadora
encendida. Poco después vi a Delgado en El Farolito, la taquería frente
al cuartel de Ebrard en La Condesa. Ya había perdido la candidatura por
el GDF. Confirmé su arrogancia: ordenaba con las cejas levantadas, casi
con asco. Miraba por encima de la cabeza de los demás. “Así es Mario
Delgado”, me confirmaron dos, tres veces. De haber sabido, ni me expongo
a la grosería.
Mancera, me dije, mejor Mancera que este señor, un político
apresurándose a ser lobo: era custodio de los intereses de Elba Esther
Gordillo en el Gobierno del Distrito Federal: el segundo de abordo en la
Secretaría de Educación de Delgado fue nada menos que Xiuh Tenorio.
Xiuh, el que facilitó Conciencia Ciudadana para que naciera Nueva
Alianza. Xiuh, el que llegó a la Subsecretaría tras negociar que
Maximiliano Reyes Zúñiga se pasara del Panal a la bancada del PRD para
que Ebrard tuviera mayoría en la Asamblea Legislativa. Xiuh Tenorio,
alfil de la lideresa corrupta que hoy está en prisión. Mejor Mancera, me
dije.
Y es evidente que muchos pensaron lo mismo: llegó con una votación
histórica, aunque quizás no sólo por él sino por el desempeño de sus
antecesores, y sin duda por ese tren cargado de votos que es Andrés
Manuel López Obrador en campaña: unos 30 millones en dos contiendas
presidenciales.
***
2013. Supongo que fue una reunión, o varias. Jesús Zambrano al
frente, Jesús Ortega detrás. “Los Chuchos” y Miguel Mancera. Adivino,
por comentarios de aquí y de allá, lo que podría ser el diálogo. –El
partido es suyo, jefe –habrá dicho Zambrano. Y los demás, aprobando el
ofrecimiento con la cabeza. –Tiene todo nuestro apoyo –otra frase
previsible. Después una tercera, y el ofrecimiento: –Usted puede
decidir, si quiere, quién es el próximo presidente nacional del PRD.
Mancera cavila (imagino). ¡Él, decidiendo al próximo líder nacional
perredista! –Sí, usted. Si Mancera decide al próximo líder del partido,
pues “decide el futuro de Ebrard”. De ese tamaño el ofrecimiento. “Los
Chuchos”, que llevan dos presidencias al hilo, ponen a Mancera a pensar y
allí se enteran de que el “grupo compacto” de ebradistas no es tan
compacto y que hace agua en donde se suponía que no hacía: en Mancera.
Ebrard ha sido crítico del actual PRD. De su pragmatismo y su cercanía
con el PRI. “Los Chuchos” saben que una renovación del PRD tiene que
pasar por ellos, y por otras tribus que, como ellos, operan como
priístas. A ellos les interesa el poder, no el partido. Pero el partido
es poder. Y convencer a Mancera de que “sea quien decida” es convencerlo
de que decidan juntos o, claramente, que vuelvan a decidir ellos porque
Mancera ni gallo tiene. No uno del tamaño del que era su gallo, en
teoría: Ebrard.
Marcelo habrá calculado que con Miguel al frente del gran bastión de la
izquierda, y él en el PRD, podrían dar un golpe de timón que el
perredismo espera desde hace años y más ahora, que está bajo la amenaza
de Morena. Una amenaza real: en Chihuahua, el perredismo se enteró justo
en marzo de 2013 que ya no le quedan militantes ni para representantes
de casilla; entonces hizo lo impensable: se alió al PRI para la elección
de julio. Al estilo del PRD nacional, pero a lo bruto y descarado.
La tentación no le permitió a Miguel Mancera responder de tajo y
despejar la duda sobre su apoyo a Ebrard. El ofrecimiento de “Los
Chuchos” lo puso a bailar como trompo. –Usted puede decidir, si quiere,
quién es el próximo presidente nacional del PRD. En ese momento no
recordó, como números de lotería, los años que tenía cada vez que Ebrard
lo llamó para ponerle el siguiente escalón. La última vez fue cuando
tenía 45 años. El escalón fue la Jefatura de Gobierno. Justo 15 años
después de la primera vez.
***
Son “Los Chuchos” quienes le meten en la cabeza que puede decidir.
Pero son los cercanos, su grupo compacto, los que lo ponen en aviso.
Política de párvulos: si Marcelo Ebrard no es el próximo presidente del
PRD, lo aleja de la carrera presidencial. La codicia huele siempre a
futuro: es entonces que levanta una pared. Acentúa su cercanía con
Enrique Peña Nieto y con el PRI al mismo tiempo que coloca arqueros y
manda señales desde sus torreones.
Un par de periódicos publican supuestos malos manejos con la Línea
Dorada durante la administración de Ebrard; reviven, sin rubor, una nota
de Víctor Fuentes de marzo de 2011 en Reforma, que toma datos de 2009.
Alguna columna filtra que Ebrard “endeudó al DF”. Señales.
Estatequietos. Y más cercanías con el PRI de Peña Nieto y más cercanía
con “Los Chuchos”.
Ebrard está haciendo política. Primero reaparece en una entrevista con
SinEmbargo. “Yo me veo en un PRD que sea la principal fuerza de la
izquierda mexicana y asuma la responsabilidad de encabezar la oposición
informada e inteligente al gobierno de Peña Nieto y del PRI”, le dice al
periodista Humberto Padgett. Dos días después, afirma en Milenio
Televisión al periodista Carlos Puig: “El Distrito Federal debe ser un
contrapeso al gobierno del PRI y ahora esa postura se ha desdibujado en
la capital del país”. Mancera reacciona como esperan los lobos. Al día
siguiente manda la mentada de madre con la que soñaba el PRI de Peña
Nieto; la que tanto deseaban “Los Chuchos” y la que le impulsó su
“grupo compacto”, el que ya se ve con él en Los Pinos. Responde a
Ebrard: “Él [Marcelo] está haciendo política y ahora no es el Jefe de
Gobierno; yo soy el Jefe de Gobierno…”. Y en la sombra, los lobos
aplauden.
***
¿Ruptura definitiva? Puede ser. Si Miguel Mancera quiere, sí. Pero
si se sale de la zona de confort que lo llevó a donde está, deberá
aprender rápido a aullar como lobo y a verse como lobo y a comportarse
como lobo y a ser lobo. O los lobos se lo van a comer. Si decide dejarse
convencer por los lobos –como parece que ya sucedió– Mancera deberá
meterse en la cama, ahora sí, con el PRI y el PRD priista. Perderá, por
supuesto, la virginidad y saldrá embarazado. No será más el Mancera de
antes, el de hace tan poco: el que ganó las elecciones. Y de esa manera,
la izquierda habrá perdido al líder que era, por tradición, un Jefe de
Gobierno: el que junta las corrientes, el que las mantiene unidas. Y el
que se dedica a gobernar. Entonces se habrá perdido aquél otro Mancera,
por el que votaron tantos mexicanos en la capital. Será más ése de hoy,
que sale en fotos de sociales. El que, como Peña Nieto cuando
Gobernador, aprovecha cualquier oportunidad para saturar la televisión
de spots pagados con dinero de la ciudad. Que se sepa, fuera de su
ámbito (es abogado), no es un hombre de lecturas: a nadie sorprenda,
pues, que trastabille cuando le pregunten por sus tres libros favoritos.
Ahora se tendrá, por primera vez desde que Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano
gobernó la urbe, a un abierto simpatizante del gobierno de la República
en turno. El bastión de resistencia habrá sido demolido. El Mancera del
sándwich con papas fritas ya no regresa, me temo. Nos queda, siento, el
aprendiz de lobo. Un aprendiz de lobo a los 47 años de edad.
(SIN EMBARGO.MX)
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