¡¡Exijamos lo Imposible!!
Por Esto!
¿Qué celebramos?
Francisco Rodríguez
Indice Político
Primera
víctima de “la aplanadora” del partido oficial, entonces el PNR,
“abuelo” de lo que hoy queda del PRI, José Vasconcelos es citado en este
espacio cada año en esta fecha. Candidato presidencial en 1929, de
orígenes revolucionarios que él mismo trastocó muchos años después, el
oaxaqueño escribió en 1937 que la “revolución es el recurso colectivo de
las armas, para derribar operaciones ilegítimas y reconstruir la
sociedad sobre las bases de economía sana y moral elevada.”
La de 1910 que aún hoy se conmemora –pese a su derrota oficial el 2 de
julio del 2000— fue un movimiento armado que, se dice, cobró un millón
de víctimas que lucharon contra la reelección ad perpetuam de Porfirio
Díaz, primero, y por tierra, libertad y justicia social, después.
“La fundamental justificación de los sacrificios que demanda una
revolución, es que ella sea medio para crear un estado social más justo y
más libre que el régimen que ha destruido, o se intenta destruir”,
escribía Vasconcelos.
Y ante ello cabría preguntar si ese millón de muertos, la destrucción de
la incipiente infraestructura y el derrumbe de la economía durante casi
diez años, sirvieron para efectivamente crear un estado social más
justo que el establecido por Díaz. La respuesta es no.
“En las revoluciones verdaderas, la táctica suele ser extremista, pero
el objetivo tiene que ser prudente. De otra manera, el abuso provoca la
reacción, y empeora, a la larga, las cosas, en vez de corregirlas.”
La que en los discursos enarbolaron casi todos los presidentes en
funciones durante los 70 años que esa revolución duró en el poder, abusó
en todo sentido y, claro, provocó alzamientos, movimientos obreros,
estudiantiles, de profesionistas y guerrillas.
“Por eso, toda revolución que lo es de verdad –escribía Vasconcelos, en
su texto ¿Qué es la Revolución?—, combate y destruye; pero sólo mientras
está en las barricadas.”
La etapa “revolucionaria” combatió a ferrocarrileros, médicos, a los
jóvenes en fechas fatídicas como el 2 de octubre de 1968 y el 10 de
junio de 1971; a la guerrilla y al narcotráfico –aunque a partir de los
delamadridistas, mejor se aliaron al narcopoder—; y los últimos dos
presidentes priístas, sin éxito, al EZLN. Todos combatieron y
destruyeron.
“Desde que se constituye en gobierno, una revolución tiene que volverse
creadora y serena, constructiva y justa.” ¿Lo fue la etapa
revolucionaria del PRI en el poder? No. Definitivamente, no. Y elementos
y argumentos sobran para enumerar.
La revolución se interrumpió, escribía a principios de 1970 el
historiador Adolfo Gilly, y daba como fecha precisa de la pausa el
inicio del gobierno empresarial y corrupto de Miguel Alemán. Otros,
desde antes, ya la habían dado por muerta.
Y mientras, desde el poder prolongaban la revolución, la hacían
permanente, sin saber que en 1937 Vasconcelos había escrito: “La
revolución prolongada deja de ser medida de higiene social, para
convertirse en desorganización y en decadencia. La revolución permanente
no es otra cosa que la confesión del fracaso de quien no supo usar la
fuerza, no acertó a organizarla en programa, de acuerdo con la realidad y
las circunstancias.”
Revolución fracasada, pues. Nada qué festejar. Mucho qué lamentar.
¿Qué celebramos?
¿Sólo el “Buen Fin”?
Neoliberalismo, kaput
Los principios revolucionarios no renacen con el regreso del PRI al
poder presidencial. El neoliberalismo, que agoniza en Europa y aún en
los Estados Unidos, revive en México con medidas anunciadas por quien
hoy es todavía Presidente Electo, apuntalado por otras que –dictadas
desde los organismos multilaterales— le hereda el actual ocupante de Los
Pinos, tales como la no bienvenida “reforma laboral”.
La privatización de Pemex, es uno de esos anuncios.
Índice Flamígero: Y, sin embargo, no podemos negar que la Revolución sea
el acontecimiento histórico más importante del país durante el siglo
XX, y que la reorganización del país que trajo como consecuencia
mecanismos que enfilaron a México por derroteros distintos a los del
resto de los países de América Latina. La regulación de los mandos del
Ejército y la supeditación de éste al poder civil impidió la emergencia
de dictaduras militares represivas en extremo, por ejemplo. Más allá de
su importancia simbólica, la Revolución tiene una importancia
fundamental en el sentido de que sentó las bases para el surgimiento de
la clase política actual y el desarrollo de diversas instituciones
dirigidas a legitimar la memoria del proceso. + + + Ya sólo faltan 10
días y, también, el sexenio calderonista, ¡kaput!
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com
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