Contralínea
Elecciones en Estados Unidos: Coca Cola o Pepsi
Pablo Moctezuma Barragán
Dos candidatos, una sola causa. En dos convenciones, en Tampa, Florida, los republicanos eligieron a su candidato Mitt Romney; y en Charlotte, Carolina del Norte, el Partido Demócrata eligió a Barack Obama. Dos opciones para conducir al imperio en una misma ruta: la dictadura de las corporaciones hábilmente disfrazada de “democracia” por la alternancia de dos partidos en el poder, para concretar los mismos fines. El bipartidismo es la dictadura modernizada; en Estados Unidos ha funcionado desde hace tiempo y ahora han logrado imponerlo en México, donde el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional se turnan en el poder para seguir fielmente los dictados del gobierno en Washington, que habla de “integración”, “asociación” con México, y al mismo tiempo reprime a los migrantes y levanta el muro de la muerte.
Del otro lado, el pueblo estadunidense, harto de la guerra, crisis, vejación de los migrantes, exige democracia y se opone a la violencia. Recientemente –del 5 al 7 de octubre– se llevaron a cabo en todo el país numerosos eventos antibélicos en un aniversario más del comienzo de la criminal guerra de Estados Unidos contra Afganistán en 2001. Los manifestantes apoyaron a los pueblos extranjeros con las demandas: “¡las tropas de Estados Unidos, de regreso a casa ya!”, y “¡no a los aviones no tripulados o drones!”. Expresaron también oposición contra la creciente represión hacia los migrantes. Se generalizaron las demandas contra un gobierno que impunemente aplica políticas racistas, como las detenciones con base en el perfil étnico, la política Stop & Frisk (detener y cachear) y las detenciones de musulmanes, por la Oficina Federal de Investigación y las redadas y asesinatos de migrantes.
El pueblo vecino cada vez toma mayor conciencia de que Washington
planea continuar su política de agresiones. Ahora amenaza de invasión a
Irán y Siria. Y, como consecuencia, aplica la política de militarización
en la que jóvenes afroamericanos, mexicanos y centroamericanos son
obligados a formar parte del ejército para agredir a otros pueblos.
Actualmente la mayoría de las personas en Estados Unidos quieren
que se ponga fin a la guerra en Afganistán y regresar a todas las
tropas. Los trabajadores creen que lo que necesitan son relaciones de
colaboración y beneficio mutuo con los pueblos del mundo, no de
agresión, así como terminar con el racismo y el genocidio que Estados
Unidos aplica en el extranjero y en su propio país. Pero en el sistema
político actual no tiene peso la voluntad de la mayoría del pueblo y no
están representada por los candidatos a la Presidencia. Tanto Barack
Obama como Mitt Romney han recalcado que ellos tienen propuestas
diferentes pero encaminadas en la misma dirección: favorecer a los ricos
y a su dominio sobre el país, impulsar la guerra y la construcción
imperial. Así que el sistema electoral estadunidense no deja otra
opción: Coca Cola o Pepsi.
El gobierno de Estados Unidos es un promotor de la guerra y tanto
demócratas como republicanos siguen esta misma línea. Haría falta un
sistema electoral diferente para lograr que el pueblo esté en
condiciones de elegir un gobierno antiguerra ya que con el actual
sistema no se puede lograr que sea el pueblo quien decida si quiere paz o
guerra.
Hoy lo único que se discute es quién –si Romney u Obama– puede
hacer mejor la tarea. Obama fomenta el chauvinismo al decir que los
estadunidenses trabajan “más y mejor que cualquier otra persona” y que
“juntos podemos sobrepasar a cualquier otra nación en la Tierra”. Por su
parte, Romney también atiza el chauvinismo al declarar que Estados
Unidos es el país más grande “en la historia del mundo” y que “cuando el
mundo necesita a alguien para hacer las cosas realmente grandes es
porque necesitan a un americano [sic]”.
Así fomentan una competencia: el aplastamiento de los “ganadores”
sobre los “perdedores”, de los “mejores” sobre los “atrasados” y con
esto preparan el terreno para la represión y la guerra. Dice Obama:
“Vamos a mantener el ejército más poderoso que el mundo haya conocido”;
afirma Romney: “Vamos a mantener un ejército tan fuerte que ninguna
nación nunca se atrevería a probarlo”. ¡Belicosos!
Barack Obama realiza la campaña más costosa de la historia, la cual
rebasa los 1 mil millones de dólares (no le llega a lo que a trasmano
gastó Peña Nieto) contra los 750 millones que costó la de 2008; y
mantiene la alianza con los Clinton. Fue William Clinton quien lo nominó
en la Convención Nacional Demócrata. ¿Qué habrá negociado Obama con
ellos? No se sabe, pero los Clinton lo apoyan con todo. Este equipo
pretende seguir empoderándose a través de los “decretos ejecutivos” e
incluso saltarse al Congreso para imponer sus planes desde el Ejecutivo.
México y los mexicanos hemos sufrido la guerra en carne propia.
Cuando llegó Obama al poder, Hillary Clinton impulsó la integración
militar a partir de la visita hecha a Calderón en marzo de 2009 con
grandes logros –todos anticonstitucionales– y ahora ya tienen oficina
binacional, maniobras navales y militares conjuntas, actúan en bases
militares, vuelan sus drones y dirigen clandestinamente Fuerzas Armadas y
policía mexicanas, con lo que instigan en todo momento la guerra al
interior de nuestro país; guerra que le recetó la Agencia Antidrogas
estadunidense a Calderón. Esa “integración”, impulsada por Obama,
conduce al sometimiento, violencia, falta de respeto a los derechos
humanos y al neocolonialismo, lo cual se contempla clara y
dramáticamente en la forma en que la Patrulla Fronteriza trata a los
mexicanos.
La violencia en la frontera es sufrida a diario por miles de
mexicanos y llega al extremo: José Antonio Elena Rodríguez, un
adolescente mexicano de 16 años, oriundo de Nogales, Sonora, fue
encontrado muerto en la noche del miércoles 10 de octubre en la frontera
con heridas de bala, luego de que la Patrulla Fronteriza de Estados
Unidos le disparara en ocho ocasiones en la espalda. El 3 de septiembre
ocurrió otro drama estremecedor: en Tamaulipas mataron a Guillermo
Arévalo, albañil de 36 años. Él preparaba carne asada para celebrar el
cumpleaños de su esposa. Sus hijas de 10 y 12 años de edad fueron
testigos del asesinato de su padre, que fue baleado en el pecho cuando
le gritaba, junto a otras personas, a la Patrulla Fronteriza que dejaran
en paz a un mexicano al que la policía quería ahogar –haciendo olas con
su lancha– cuando venía nadando rumbo a México.
El pasado 7 de julio asesinaron a balazos a Juan Pablo Pérez
Santillán, de 30 años, en el puente internacional Los Tomates-Veterans,
entre Matamoros, Tamaulipas y Brownsville, Texas. Siempre el pretexto es
que “estaban aventando piedras”.
Tan sólo en junio de 2012 se reportó el hallazgo de 20 cuerpos en
la frontera entre México y Estados Unidos, y los datos de 2010
registraron 360 cadáveres en el área. La represión contra los migrantes
se ha intensificado. Particularmente con el gobierno de Barack Obama,
las redadas y deportaciones han aumentado. Con estas acciones han
dividido a decenas de miles de familias mexicanas y se ha extremado el
maltrato, al grado de que los migrantes criminalizados no sólo no tienen
derechos laborales, sino que se les niega todo tipo de derecho humano,
incluso el derecho a la vida. Aún así, en el segundo debate presidencial
del 16 de octubre, Obama dijo demagógicamente: “Hemos reforzado la
frontera, pero persiguiendo a los delincuentes, no a los trabajadores ni
a los estudiantes”. ¡Cuánta falsedad!
Los asesinatos públicos que efectúa la patrulla fronteriza quedan
en total impunidad. En otra agresión, el 22 de junio de 2011 agentes
estadunidenses asesinaron a un mexicano. Éste fue baleado en territorio
nacional con el pretexto –otra vez– de que “lanzaba piedras”. José
Alfredo Yáñez estaba en Tijuana, Baja California, a la altura de la
colonia Castillo, cuando recibió un disparo en la cara por parte de la
patrulla fronteriza a través de una malla. Yáñez era un trabajador, a
quien obligaron a dejar un hijo de un año y medio, y a su esposa
embarazada de cinco meses.
Los recientes crímenes en la frontera Norte son descarados, como el
homicidio de Ramsés Barrón de apenas 17 años de edad. Él recibió un
disparo de arma de fuego por la espalda el 5 de enero de 2011, en la
frontera de Nogales.
Otro caso es el de Anastasio Hernández Rojas, quien el 28 de mayo
de 2010 fue golpeado y pateado hasta la muerte por 19 policías en la
ruta Tijuana-San Diego (como consta en un video). Él gritaba y pedía
auxilio, pero de nada le valió; poco después, el 7 de junio de 2010,
Sergio Adrián Hernández, de 15 años, fue asesinado en el cruce del
ferrocarril trasnacional Puente Negro, que une a Ciudad Juárez, Tijuana,
con el Paso, Texas. Un agente fronterizo le disparó en la cabeza, pero
Sergio estaba en territorio mexicano.
El gobierno de Calderón en vez de aplicar la ley en nuestro
territorio y exigir la deportación del asesino, sistemáticamente, le
pide al gobierno de Washington que efectúe una “profunda investigación”,
y éste, tras “investigar”, declara lo que quiere. En el caso de Sergio
Adrian lo acusó de ser un pollero (traficante de indocumentados) y en
todos los casos habla de que aventaban piedras, como si eso justificara
el asesinato a sangre fría.
Estados Unidos dice que somos “socios”, pero intensifica la
represión y las deportaciones de mexicanos, que en ese país son tratados
como criminales por el delito ¡de trabajar! Si con Bush la cosa iba
mal, con Obama ha empeorado: Janet Napolitano, del Departamento de
Seguridad Interior, informó el 6 de octubre de 2010 que durante aquel
año fiscal –el primero en la presidencia de Barack Obama– se registró
una cifra récord de 392 mil personas extranjeras deportadas, lo que
significó un incremento del 70 por ciento en deportaciones respecto de
2009, en la etapa final de la presidencia de George W Bush. De este
total, el 71 por ciento son mexicanos. En 2011 se alcanzaron las 400 mil
deportaciones.
El gobierno del PRIAN (contracción de las siglas de los
partidos Revolucionario Institucional y Acción Nacional) habla de
“alianza estratégica” y de “compromisos compartidos” con Estados Unidos;
entre cúpulas se abrazan, mientras que Washington –que construyó el muro de la muerte
en la frontera– desarrolla una política de asesinatos indiscriminados
contra los mexicanos, fomenta el odio racista y hay respeto nulo de
nuestra soberanía, y de los mínimos derechos de nuestros connacionales,
de hecho lo que estamos viviendo no es otra cosa que el neocolonialismo y
el neofascismo. ¡Hemos de organizarnos para detener estos crímenes! ¡Ni
Obama ni Romney son “aliados de México”! Pero con los trabajadores y el
pueblo de Estados Unidos habremos de desarrollar y fortalecer la
solidaridad y la lucha constante. Por lo pronto, en estas elecciones
presidenciales estadunidenses de 2012, nada bueno se espera para el
pueblo de Estados Unidos o para el de México, ni del demócrata ni del
republicano. ¡La democracia como la de Estados Unidos es democracia
chatarra!
*Politólogo y urbanista; vocero del Congreso de la Soberanía y dirigente de Mexteki
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