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Reforma laboral igual a crisis
Francisco Rodríguez
Indice Político
Durante su campaña electoral el hoy presidente electo Enrique Peña
arengó en infinidad de ocasiones sobre la necesidad de que no sólo
hubiese más empleos sino que, además, éstos fuesen efectivamente
remunerativos. Entre sus cercanos, además, se insistía en el propósito
que el mexiquense tenía de recrear en México un mercado interno, tras el
fracaso de los tecnócratas que durante los últimos 30 años le apostaron
al mercado internacional. Sonaba bien.
La terca realidad, empero, dejó ya aquello en meros buenos propósitos.
Porque a Peña Nieto se le ha atravesado la reforma laboral que, con
fines electoreros, él mismo pospuso en la Legislatura anterior Sabedor
de que producirá más desempleo y pobreza ha debido aceptar que —ya en la
agonía de su ocupación en Los Pinos— Felipe Calderón la haya presentado
como iniciativa preferente y haya obligado a los nuevos congresistas a
discutirla antes de que este mes concluya.
La reforma laboral en cuestión, calca casi idéntica de otras que ya se
han aplicado en naciones que ahora mismo están en crisis, falla en su
diagnóstico y propósitos. No creará más empleos. Menos aún los hará
remunerativos. No es la que ahora se discute una reforma para crear
empleos, sino para facilitar los despidos.
Para ayudar a la creación de nuevos puestos de trabajo, harían falta
medidas efectivas para impulsar la creación de empleos de calidad, a los
que debería aspirar la economía mexicana si queremos que la
productividad sea uno de los motores del crecimiento y un factor de
mejora efectiva de nuestra competitividad.
Tal y como fue enviada por Calderón a las Cámaras, la reforma laboral es
un detonante que puede agravar la de por sí ya precaria situación de la
economía mexicana, inmersa en los albores de una nueva y tal vez
definitiva crisis financiera mundial.
En primer lugar, los cambios normativos facilitan la reducción de
salarios, con lo que cabe esperar que se produzcan dos efectos:
a) en el corto plazo, la caída de salarios provocará una caída de los
ingresos disponibles de las familias, lo que se traducirá en una
contracción del consumo y consecuentemente en una caída del PIB;
b) a mediano y largo plazo, esta reducción de salarios puede mejorar la
competitividad, siempre y cuando esa caída no se compense con un aumento
de márgenes empresariales y se traslade a un descenso de precios.
En todo caso, para que tuviera un efecto decisivo sobre el crecimiento
debería acompañarse de otras políticas para aumentar la productividad,
verdadera clave de la competitividad (por ejemplo, apostando firmemente
por la innovación y por sectores estratégicos con fuerte vocación
exportadora).
En segundo lugar, esta reforma facilita la extinción de la relación
laboral por causas económicas y abarata el despido. En una coyuntura
como la actual, en la que ya se está produciendo una nueva contracción
de la economía, esta flexibilización interna podría ser utilizada por
las empresas para aumentar el número de despidos y con ello agravar el
deterioro del mercado laboral.
Y en tercer lugar, las previsiones de déficit público del Gobierno
adolecen de una carencia evidente, ya que no contemplan los efectos
negativos derivados de la reforma laboral y que se manifestarán, por un
lado, en la caída de la recaudación de los ingresos tributarios (ISR e
IVA) asociados al empeoramiento tanto de los ingresos como de la
capacidad de gasto de las familias.
Bonita herencia le prepara así Calderón a Peña Nieto.
Nada de que podrá cumplir sus compromisos de campaña: más empleos y bien remunerados.
También tendrá menores ingresos en las arcas públicas, pues con menores
ingresos –incluso sin ellos—, las familias dejarán de consumir y bajará
la recaudación más significativa e importante que es la del IVA.
Es momento de consensuar medidas, y tanto trabajadores como sus empresas
seguramente estarían dispuestos a aceptar medidas excepcionales en sus
relaciones laborales en aras de mantener el empleo.
Pero imponer medidas unilaterales, que rompen el equilibrio del mercado
de trabajo aparentemente a favor de las empresas –aparentemente, vale
subrayar— y que van a provocar bajas generalizadas de salarios y
destrucción de empleos, sólo va a inducir efectos económicos adversos y
el estallido de un descontento social que lleva fraguándose ya muchos
años, ¿no cree usted?
Índice Flamígero: Solicito su amable permiso para ausentarme una semana
de este espacio, al que retornaré el próximo martes 2 de octubre que,
claro, no se olvida. Faltarán entonces 60 días para que llegue a su
término la fallida y antilaboral Administración de Calderón, porque hoy
todavía le faltan 67. Gracias.
www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com
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