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Fuentes Fidedignas
DESFILADERITO
¿Libertad de expresión o racismo?
Ahora la liebre saltó en Francia. La revista satírica Charlie Hebdo publicó en su número de esta semana nuevos dibujos que ridiculizan a Mahoma. Al intuir el peligro de eventuales ataques a sus representaciones diplomáticas, el gobierno de Francois Hollande mandó cerrar sus embajadas en 20 países musulmanes. ¿Tienen los occidentales derecho a seguir burlándose de los símbolos religiosos de una séptima parte de la humanidad?
Un judío-estadunidense, cuyo nombre verdadero se desconoce, filmó hace no mucho una peliculita en la que Mahoma realiza prácticas sexuales en contra de niños y con personas de su mismo sexo. La producción casera fue subida a Youtube y desató una erupción de ira en el Mundo Arabe.
La semana pasada, en Libia, una muchedumbre incendió el consulado de Estados Unidos en Bengasi y en el incidente murió, envenenado por los gases tóxicos que produjo el fuego, el embajador Chris Stevens, que había sido clave en la rebelión popular que derrocó a Muammar Kadafi.
Millones de musulmanes irritados por la ofensa protestan desde entonces contra las oficinas diplomáticas de Estados Unidos en Africa, Asia y Europa. Al calor de esas llamas, Charlie Hebdo acaba de contribuir a intensificar el conflicto, y al hacerlo, justificó su derecho a ejercer la libertad de expresión. ¿Es válido que un grupo de periodistas de París lance esta provocación sabiendo de antemano cuáles serán las consecuencias?
Insultar a una persona por sus creencias religiosas es un acto discriminatorio. Dada la indefensión en que se encuentran millones de seguidores de Mahoma ante las amenazas nucleares de Israel y la política intervencionista de Estados Unidos en Medio Oriente, la mofa se convierte, además, en un abuso cometido con alevosía y ventaja. Pero Stéphane Charbonier, director de Charlie Hebdo, piensa de otro modo.
La portada de esta semana, dijo, fue ilustrada con un dibujo en el que un musulmán en silla de ruedas es empujado por un judío y el título del cartón es “Intocables”, en referencia a una película de moda en París. Sin embargo, en páginas interiores de la polémica edición de Charlie Hebdo, Mahoma aparece desnudo y en actitudes que la prensa mundial califica de “indecorosas”.
“Para ver esos dibujos hay que comprar la revista, que nadie me diga que se siente herido por lo que vio en los puestos de periódicos. Alguien que no compra Charlie Hebdo no puede sentirse denigrado y quien lo compra sabe qué clase de producto está adquiriendo”, dijo Stéphane Charbonier a los medios.
Las palabras del director de Charlie Hebdo son dolorosamente similares a las de quienes justifican la violación de una mujer por usar la falda muy corta y el escote muy generoso, o por salir de noche y transitar por calles peligrosas. Toda mujer tiene derecho a vestirse como se le pegue la gana, a caminar por donde mejor le apetezca y a no morir o ser ultrajada por ello. El Estado debe garantizar su integridad. Pero, repito, Stéphane Charbonier piensa de otra manera.
¿Para qué se arreglan como putas?, podría haber dicho también el director de Charlie Hebdo, cuando escurre el bulto alegando que las ofensas a Mahoma las vieron quienes pagaron por ellas, o lo que es lo mismo, quienes corren el peligro de ser fundamentalistas y vivir en un país que respeta la libertad de expresión pero no los derechos culturales de las minorías.
Combatir las creencias religiosas promoviendo la educación y el pensamiento crítico es una actividad que dignifica y enaltece a quienes la llevan a cabo. Muy por el contrario, burlarse de la cultura de más de mil millones de musulmanes es una acción racista, supremacista y despreciable. Y por ende, en el caso concreto de Charlie Hebdo, una traición a los lectores de una revista que ha hecho tradicionalmente un periodismo de oposición a la hipocresía de la derecha.
En adelante, quienes compren Charlie Hebdo, como dijo su director, sabrán qué están adquiriendo: un pasquín discriminador y neocolonialista. Es por eso que hoy también estaré en Twitter, en la cuenta @Desfiladero 132, pendiente de las fricciones entre Japón y China, el estira y afloja parlamentario en torno a la reforma laboral de Calderón que, a decir de AMLO, “puede provocar violencia” y el retorno de Peña Nieto al país después de tomar un curso intensivo en Colombia para transformar a Antorcha Camnpesina en una organización paramilitar de masas. Digo, por si ocupan.
Jaime Avilés
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