¡¡Exijamos lo Imposible!!
Proceso
El Frankenstein de la transparencia
MÉXICO, D.F. (proceso.com.mx).- La iniciativa de Enrique Peña Nieto
en materia de transparencia no busca “dotar de autonomía” ni
“modernizar” al Instituto Federal de Acceso a la Información y
Protección de Datos (IFAI), sino aumentar el control de la Presidencia
de la República sobre el flujo de información gubernamental y preservar
la opacidad. Información es poder, y la ambición de los priistas no
tiene límites. Hoy los huecos discursos de “la transparencia
políticamente correcta” se revelan como la coartada perfecta para
construir un Frankenstein institucional que multiplique la impunidad y
la simulación.
El punto nodal de la iniciativa no es el maquillaje
de autonomía con que se vende, sino la forma de nombramiento de los
comisionados. Peña Nieto ratifica en todos sus términos, e incluso eleva
a nivel constitucional, la retrógrada fórmula impuesta por Vicente Fox
hace más de una década. Este viciado proceso de designación ha dado tan
buenos resultados a los hoy aliados panistas de Peña que el próximo
gobierno ya se frota las manos con los nuevos supercomisionados
totalmente peñanietistas.
Para el próximo IFAI priista no habrá
convocatorias a la sociedad, ni “ternas” de candidatos, ni
comparecencias ante ningún órgano legislativo. Tal y como ha ocurrido
con todos los comisionados desde 2002, simplemente saldrá “humo blanco”
desde Los Pinos, y el Senado quedará con la única facultad de “objetar”
los nombramientos dentro de los 30 días posteriores. Para los senadores,
volverá el humillante papel de actuar como obedientes “levantadedos”
del “Señor Presidente”. Además, ni siquiera será necesario que los
señores del Senado realicen tal esfuerzo dactilar porque, si dentro de
los 30 días correspondientes los legisladores no objetan, los
nombramientos del Ejecutivo serán aprobados de manera automática.
En
el hipotético caso de que a un grupo de senadores se les ocurra
rebelarse, la iniciativa guarda a Peña Nieto una bala de plata para
casos de emergencia. Su iniciativa de reforma al artículo 6º
constitucional aclara que si los legisladores objetan sus primeras dos
propuestas, el presidente “designará directamente a otra persona” sin
tomarse la molestia de pasarla por la aduana del Congreso.
En
otras palabras, Peña Nieto tendrá total libertad para nombrar a quien él
quiera como comisionado del IFAI. La disyuntiva verdadera para el
presidente será si entra o no en negociaciones con el Senado para vestir
sus nombramientos de cierta legitimidad, o si prefiere actuar de manera
unilateral, guardando su ficha preferida para el tercer nombramiento
con el recurso de proponer dos candidatos fácilmente desechables.
Así
pues, la propuesta paralela de ampliar de cinco a siete la cantidad de
comisionados del IFAI no busca “fortalecer” al instituto con “nuevos
recursos humanos”, sino controlar mejor el organismo “autónomo” con dos
nuevos nombramientos realizados directamente por Peña Nieto durante los
primeros días de su presidencia. De colofón, el transitorio cuarto de la
iniciativa indica que una de estas nuevas designaciones será algo así
como un supercomisionado que gozará del nombramiento más largo en la
historia del IFAI, ya que permanecerá hasta el 31 de marzo de 2020.
La
iniciativa también asienta que “de manera excepcional” –y ya sabemos
que en nuestro país la excepción hace la regla– “el consejero jurídico
del gobierno o los titulares de los órganos constitucionales autónomos
podrán interponer recurso de revisión ante la Suprema Corte de Justicia
de la Nación cuando exista una alta probabilidad de daño directo y
trascendente a la seguridad nacional”. Recordemos que el IFE argumentó
en su momento que otorgar acceso ciudadano a las boletas electorales de
2006 “pondría en riesgo la seguridad nacional”. El nuevo mandatario sin
duda aplicará la misma regla para evitar el flujo de información sobre
los casos de Monex, Santander y la compra de votos.
Finalmente, se
pretende la ampliación de facultades del IFAI para que, por un lado,
tenga competencia sobre el Congreso de la Unión, el Poder Judicial y los
órganos autónomos y, por otro, revise las resoluciones de los órganos
de transparencia de los estados. Esto no implicaría la imposición de
criterios ciudadanos a los otros poderes y niveles de gobierno, sino la
subordinación de todas las instituciones del país al muy particular
enfoque de un político que bien podría llevarse la medalla de oro en la
competida categoría de opacidad, corrupción y encubrimiento.
En
suma, la iniciativa de Peña no busca aumentar la “autonomía” de los
órganos garantes, sino asegurar que los criterios políticos predominen
sobre los legales a la hora de resolver los recursos de revisión.
Investigadora
del Instituto de Investigaciones Sociales y coordinadora del
Laboratorio de Documentación y Análisis de la Corrupción y la
Transparencia de la UNAM.
www.irmaerendira.blogspot.com
@Irma_Sandoval
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