Obligación que parece otra cosa
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
En su primera conferencia de medios, el secretario de Gobernación,
Alejandro Poiré, negó que el gobierno federal utilice la “guerra” contra
el crimen organizado con una finalidad política. Sin embargo, la
realidad lo desmiente. No hay día en que dejen de hacerse señalamientos
de tinte político, como afirmar que el narcotráfico interviene en los
procesos electorales del país. Puntualizó que le preocupa al Ejecutivo
este asunto, pues “es un hecho palmario, evidente”. Desde luego, no
aportó prueba alguna, como tampoco quiso aclarar el motivo de la
entrevista en Los Pinos del director de la CIA, David Petraeus, con
Felipe Calderón. Eso sí, fue muy claro al afirmar que “la colaboración
con las distintas agencias de Estados Unidos seguirá hasta el final de
la administración, porque tenemos esa obligación”.
Cabe preguntar dónde está puntualizada esa “obligación”. Porque no lo
está en nuestra Carta Magna, ni tampoco en algún tratado bilateral, ni
siquiera en el TLC con América del Norte. La obligatoriedad del gobierno
mexicano es con la salvaguardia de la soberanía nacional, garantizar
que el Estado no será vulnerado por intereses extranjeros. Pero
obligación de colaborar con la principal agencia del gobierno
estadounidense, que desde siempre se ha distinguido por su proclividad a
crear conflictos con naciones extranjeras, no debe haberla. Mucho menos
si tal “colaboración” pone en riesgo la marcha del país, como sería el
caso en este momento si la Casa Blanca decidiera interferir en el
proceso electoral mexicano.
Dice un dicho popular que no hay que hacer cosas buenas que parezcan
malas, tal ha sido el caso con la visita de Petraeus a la casa
presidencial mexicana. Podrá decirse todo lo que se quiera para hacer
creer que no tuvo nada de malo dicha visita, que sólo fue un rasgo de
cortesía, etcétera. Lo cierto es que se escogió el momento más impropio,
al igual que el Episcopado (en colusión con el PAN) escogió el mes de
marzo para la visita de Benedicto XVI. Según Poiré, “lo que estamos
haciendo (con el director de la CIA) son tareas de seguridad y de
colaboración en materia de información y eso lo vamos a seguir haciendo;
que no se preste a especulaciones”.
Pide un imposible, pues el hecho mismo de una visita de esa naturaleza
es por sí misma motivo de especulaciones, y sobre todo de seria
preocupación, debido al nivel que ha tomado la intervención
estadounidense en los asuntos públicos de los mexicanos, con el pretexto
de la “seguridad” de ellos, no la nuestra, bajo el argumento de que los
narcotraficantes se convirtieron en “terroristas”. En más de cincuenta
años que tienen activos nunca les dio por el terrorismo, hasta ahora,
cuando incluso su poder ha menguado mucho, según Calderón, por su
“guerra” frontal a los cárteles.
Queda entonces la duda, o ya se ha desmantelado a las principales
organizaciones delictivas, o no es cierto y ahora tienen más fuerza que
hasta en “terroristas” se convirtieron. La realidad patentiza que no es
verdad ni una cosa ni la otra. Los cárteles históricos siguen
trabajando, pues están preparados para los constantes relevos que se
suscitan por la índole misma de su actividad, y no tienen interés en
convertirse en “terroristas”, a sabiendas de que eso les significaría
una confrontación directa con el Estado, sobre todo el estadounidense.
La preocupación de fondo que tiene el “gobierno” de Calderón es a perder
el poder, de ahí que busque toda suerte de artimañas para frenar o
desviar el proceso de derrota del panismo como partido gobernante. No
pudo lograrlo en Michoacán, pero aún así sigue insistiendo en el tema
-la participación del narco en los comicios-, con más firmeza, porque
saben en Los Pinos que tienen perdidos los comicios de julio. El voto de
castigo a un sexenio de locura, de corrupción galopante, de costosa
demagogia, será espectacular, a pesar de los miles de millones que se
gasten en propaganda con el fin de evitar el descalabro que se
vislumbra.
Es imposible que se crea que la visita del director de la CIA fue
simplemente de cortesía. Así que mientras no se informe con veracidad a
qué vino seguirán las especulaciones. Conviene señalar, desde ahora, la
necesidad imperiosa de que el gobierno estadounidense entienda que las
relaciones bilaterales deben llevarse bajo reglas muy claras, de respeto
mutuo y visión de futuro. México debe entrar, necesariamente, en una
etapa de evolución que evite una violencia mayor a la que hemos vivido
estos últimos cinco años. Esto sólo se podrá lograr dándole oportunidad a
las clases mayoritarias de participar en un proceso de desarrollo
incluyente, con sentido democrático y progresista. De otro modo, nada
impediría ni la fuga de capitales ni la de indocumentados, los primeros a
donde mejor convenga, los segundos sólo a territorio estadounidense.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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