Experiencias con la corrupción Juan José Morales
Escrutinio
López Obrador ha dicho que sus planes para crear en breve plazo siete
millones de empleos a través de un gran programa de obras públicas, se
financiarán con fondos económicos provenientes de dos fuentes: por un
lado, la reducción a la mitad de los exagerados salarios que cobran los
altos funcionarios públicos —desde luego sin afectar a los burócratas
comunes y corrientes— y por el otro la honradez en el manejo de los
recursos públicos, evitando que el dinero del presupuesto se fugue hacia
los bolsillos de funcionarios corruptos y contratistas mediante la
clásica “mochada”, que encarece las obras públicas.
Hace años, cuando fui director de la Casa de la Cultura de Cancún, pude
conocer de cerca esa situación, y pude también demostrar —con ayuda de
un valioso grupo de amigos y colaboradores de la institución— que si el
dinero del presupuesto se maneja con limpieza y honradez, puede rendir
muchísimo más.
La historia es la siguiente: al tomar posesión del cargo, se me informó
que ya se había aprobado una partida de 200 mil pesos para
impermeabilizar los techos del edificio, que eran una auténtica
coladera, y para reparar el tinaco de agua potable. Ya se había asignado
la obra a un contratista y se me pidió que sólo, como mero trámite,
formara un comité de vecinos para vigilar que se realizara.
Formé el comité con maestros de la propia Casa de la Cultura y con un
grupo de ingenieros, arquitectos, contadores, expertos en administración
pública y otras personas. Pero no fue mero trámite. Pedimos
presupuestos a otras empresas, y resultaron muy inferiores al de la
compañía a la cual ya se había contratado, la cual —por lo demás— no
tenía experiencia en impermeabilización. Decidimos, entonces, asignar el
trabajo a una empresa especializada, que ofrecía garantía por el triple
de tiempo y cobraría mucho menos.
Hubo presiones para que la obra la realizara la empresa original, con el
argumento de que “ya estaba decidido”. Pero nos mantuvimos firmes.
Para no hacer el cuento largo: con los 200 mil pesos que hubiera costado
un mal trabajo de impermeabilización y una superficial reparación al
depósito de agua potable, se pudo hacer una impermeabilización de mucho
mejor calidad, adquirir un tinaco nuevo y reparar totalmente la
instalación hidráulica del edificio —lo cual no estaba previsto— y hasta
sobró un poco de dinero que se destinó a reparaciones menores. Todo
ello con buen material y una estricta supervisión para asegurar la
calidad del trabajo.
Poco después, tuve otra experiencia parecida, al pedir cotizaciones para
instalar sistemas de aire acondicionado. Una vez recibidas y
seleccionada la mejor, solicité que se hiciera un descuento adicional
del 15%, dada la magnitud del pedido. Para mi sorpresa, el vendedor me
respondió: “Claro que sí se lo daremos. ¿Cómo lo quiere? ¿En efectivo o
en cheque al portador?”
Suponía que estaba yo pidiéndole “mi tajada” a cambio de comprarle los
aparatos. Todavía recuerdo su expresión de azoro cuando le aclaré que le
pedía un descuento sobre el precio, no dinero para mí.
Fueron, ciertamente, experiencias en mínima escala, pero si las
extrapolamos a los cientos de miles de millones de pesos que se destinan
a obras públicas en todo el país, nos daremos cuenta de que, como dice
López Obrador, la honradez en su manejo puede multiplicar los recursos
sin necesidad de crear nuevos impuestos ni elevar los actuales.
Comentarios: kixpachoch@yahoo.com.mx
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