domingo, 29 de enero de 2012

¡Que nunca jamás descances Nazar Haro!

¡¡Exijamos lo Imposible!!
Fuente
Con las manos vacías llega el asesino ante Caronte 
María Teresa Jardí 

A pesar de lo mucho que debió acumular como pago por su repugnante odio político a los comunistas y en particular a los jóvenes llenos de ilusiones que le recordaban lo que él no sería jamás, lo que no heredaría a sus hijos ni conocerían sus nietos porque su única herencia real sería el asco que su apellido despertará mientras exista un descendiente de Miguel Nazar Haro, que como legado les deja el desprestigio de haber elegido ser un hombre malvado.

A pesar de su fortuna, que debe ser inmensa, como es la de todo criminal organizado desde el poder que a cambio de asesinar recibe la patente de corso para delinquir impunemente, Nazar Haro no tiene para pagar a Caronte para que lo lleve, adondequiera que se tenga que llegar cuando la muerte llega luego de una vida respetando al otro y sin haber abusado ni siquiera del enemigo más encarnizado, al que se puede combatir, , pero con la ley en la mano.

El día de su muerte la nota inicial, con todo y su título, no pasa de 9 renglones. No amerita ciertamente mayor espacio el comentario sobre la muerte de ese asesino.

Al día siguiente empiezan los recuentos de sus crímenes que pueden resumirse con el título de la nota del POR ESTO! “Muere un asesino”. Un recuento del paso por la vida de esa especie de ser, no del todo humano, exponente maligno de la guerra sucia de la década de los setenta e inspirador de la guerra sucia que Calderón le ha impuesto a México como condena siniestra. Director de la Brigada Blanca, antecedente de los paramilitares escuadrones de la muerte que hoy, a lo bestia, comanda García Luna.

Nazar está condenado a vagar eternamente cargando el pesado fardo de sus culpas sin poder atravesar el río. Un ser maligno que habría producido rubor en el diablo, si el diablo fuera algo más que un mito para asustar a los niños.

El diablo son los seres como Miguel Nazar Haro. Los que incluso después de muertos dejan su estela de daño que es lo que los ata al no descanso de la paz ganada a pulso por cada una de sus víctimas, por cada desaparecido, por cada asesinado, por cada persona por ellos torturada...

Elegido como el abuelo a imitar por García Luna, quien hoy representa, aunque no se haya entendido del todo por todos todavía, aunque es de suponer que por el conjunto del Ejército Nacional, el mayor peligro para México.

Nazar debió ser elegido como su mentor, por García Luna, quien hoy representa, repito, sin miedo a equivocarme, el peligro para los mexicanos, de ser adentrados en el terror de un golpe paramilitar con su consiguiente dictadura.

García Luna es el peligro del que tendríamos todos que preocuparnos antes de que sea demasiado tarde. Nazar debía estar orgulloso de su pupilo y por supuesto envidiarle. A final de cuentas cuando Nazar actuaba, de tanto en tanto, en México hasta imperaba la ley. Lo que con el usurpador de mierda también hemos perdido. Usurpador que a García Luna nos deja, como legado de diez años del PAN en el gobierno federal, con su ejército paramilitar de hombres de negro que despliegan ya sus alas como una sombra siniestra sobre México.

Nazar siempre estuvo al servicio, desde la sombra cuando el desprecio que despertaba se fue generalizando, de la corrupta clase política emparentada con la corrupta alta clase empresarial a la mexicana, esa que lleva como ejemplo de malignidad, como exponente, a Roberto Hernández.

Actuó, por encima y por fuera de la ley, cuando estuvo en activo. Obligado a hacerlo desde la sombra en la última etapa de su vida, despreciado por la memoria histórica que desde hace tiempo ya lo tiene confinado en su parte relativa a la ignominia.

Muere un asesino, consigna, correctamente, la nota de nuestro diario. Un asesino fue Miguel Nazar Haro. Un asesino impune que no merece descansar en paz y que no va a hacerlo mientras exista un mexicano que no olvide la memoria de la perversidad que pueden alcanzar seres inhumanos como eligió ser a lo largo de su vida Miguel Nazar Haro. Ni un réquiem merece quien tanto daño hizo a tantos elegidos como sus víctimas.

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