Por una nueva industrialización
Gerardo Fernández Casanova
“Que el fraude electoral jamás se olvide.
Ni tampoco los miles de muertos inocentes.”
El
martes 17 de enero Andrés Manuel López Obrador se reunió en Saltillo
con un importante grupo de empresarios mexicanos y asumió compromisos
concretos con ellos. Creo importante desmenuzar el contenido del
acontecimiento y verificar su pertinencia y su trascendencia.
1.- El marco en que se ubican los compromisos contraídos es el Nuevo
Proyecto de Nación postulado por AMLO desde 2005 y perfeccionado en
2011, lo que significa que no se trata de una maniobra electorera
coyuntural, sino de un proyecto de política económica debidamente
madurado. No es el caso de un discurso diferenciado al gusto del
auditorio al estilo acostumbrado por los candidatos del PRIAN, del que
Fox fue el más claro exponente.
2.- En lo sustantivo el compromiso consiste en la adopción de un modelo
mixto de economía en el que concurren los sectores público, privado y
social en la reactivación de la actividad productiva, enfocado al
fortalecimiento del mercado interno y del empleo, sin afectar al
necesario equilibrio de las variables macroeconómicas pero incidiendo
radicalmente en el combate a la corrupción y a los privilegios. AMLO se
compromete a no elevar los impuestos y a eliminar el Impuesto
Empresarial de Tasa Única (IETU), tal como lo ha venido postulando desde
mucho antes.
3.- La contraparte está constituida por auténticos empresarios
mexicanos, muy lejos de los simplemente llamados “hombres de negocios” y
de los que sólo son gerentes de empresas transnacionales (como Claudio X
comprenderá). Esto marca una importante diferencia: los simples hombres
de negocios exigen la absoluta libertad para lucrar en la especulación
de corto plazo, en tanto que el verdadero emprendedor busca las
condiciones en que su inversión y su esfuerzo productivo contribuya al
aumento de la riqueza de la sociedad que, a su vez, potencie sus
expectativas de utilidades. Esto contrasta con el caso de inversionistas
que fincan sus expectativas de ganancia en la reducción de costos de
mano de obra y fiscales, a quienes les tiene sin cuidado si ello implica
pobreza para la gente e incapacidad para el estado; su interés es
únicamente el mercado internacional.
4.- El pacto contempla claramente la intervención del estado y de su
capacidad de inversión para encauzar la actividad productiva hacia metas
debidamente plasmadas en planes formulados con la participación de
todos. Este es el punto de rompimiento con el modelo neoliberal
fracasado para el que el fomento industrial está vedado como política de
estado y que espera que sea el mercado el que decida el rumbo.
5.- Es significativa en el pacto la ausencia de las “reformas
estructurales” tan insistentemente procuradas por el PRI y por el PAN.
No se reclaman privatizaciones ni desregulaciones absurdas, sino
honestidad y eficiencia operativas. Tampoco se incluyen las asociaciones
público-privadas para que los particulares realicen lo que es
responsabilidad del estado y que tanto cacarea Calderón. No se pide que
el estado sea un simple vigilante del acontecer económico, sino uno que
sea actor y rector del mismo.
6.- Un aspecto a distinguir es el hecho sabido de que la implantación de
este proyecto de cambio implicará la férrea oposición del gran capital
internacional (léase gringo) y que la alianza con el capital nacional
constituye un factor de mejora en la capacidad negociadora del Estado
Mexicano. El Brasil de Lula ofrece un magnífico ejemplo de la eficacia
de tal alianza.
7.- El panorama se puede contemplar con justificado optimismo cuando,
como se lo plantea el Movimiento Progresista, se suben en el mismo carro
los afanes de justicia y bienestar de la base popular con el concurso
de quienes disponen de los recursos para sustanciar el progreso.
Ahora lo importante es que este optimismo se convierta en votos que lo lleven a convertirse en realidad. Para luego es tarde.
Correo electrónico: gerdez999@yahoo.com.mx
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